Una vida dedicada al ciclismo

Una vida dedicada al ciclismo

Javier Lobosco (47) habla en el diván de su psicólogo de la bicicleta que es como un eje transversal sobre el que gira su mundo. Es casi imposible sep

Javier Lobosco (47) habla en el diván de su psicólogo de la bicicleta que es como un eje transversal sobre el que gira su mundo. Es casi imposible separarlo del artefacto que, dice, le dio todo y todo es todo: su familia, su comercio, el futuro título de arquitecta de su hija, el respeto de sus pares, y un lugar ganado en la historia del deporte doméstico de la misma manera que lo convirtió en un referente ineludible para las presentes y futuras generaciones de este deporte.

Lobosco acudió a la asistencia de la terapia para fortalecer la mentalidad ganadora. Los deportistas que practican disciplinas individuales saben que su mente es todo y deben dedicarle tanto o más atención que a las rutinas del gimnasio, pero también lo hizo para empezar a madurar la idea de un posible retiro, después de 35 años girando alrededor de los circuitos más importantes del país, habiendo ganado cientos de carreras, medallas y ostentando el título argentino que hoy lleva sobre sus hombros sabe que el final puede  estar cerca. “Siempre digo que esta es mi última temporada, y finalmente sigo” le dice a OESTE BA.

A pesar que señala que la bicicleta es casi como el alma en su cuerpo, la relación con la misma fue casi fortuita y por la influencia del bicicletero “Tato” Navarro que organizó una carrera con bicicletas de paseo para chicos de Tres Llantas, donde se criaron todos los Lobosco pero pateando la pelota, nadie usaba bicicletas.

Después llegó el entrenamiento en el viejo velódromo del acceso García Salinas donde hoy está La Anónima y comenzó a competir. Claro que nada fue fácil. De origen humilde, Javier Lobosco no tenía recursos para comprar bicicletas ni viajar. Fue canillita del diario La Opinión, trabajó en una veterinaria y “mucha gente siempre me ayudó entre ellos mi tío”, así compró sus primeros rodados y pudo competir.

Se casó joven con su esposa Patricia Arroyo a quien conoce desde hace 32 años “me conoció arriba de la bicicleta así que ya está resignada” dice y en los primeros años del inicio de la familia no tenía auto ni movilidad para viajar y competir “siempre viajando con alguien que te lleve o mi tío que me llevaba”.

A los 47 años, Javier Lobosco tiene el mismo peso que cuando competía en la categoría elite hace más de 20 años. Sigue un plan de alimentación de nutricionista, entrena bajo las órdenes de Franco Granulini de Pehuajó y dedica varias horas por día al deporte junto a su hijo Marcos (19) que corre en la categoría de elite y, dicen, tiene muchas condiciones. Días pasados padre e hijo hicieron podio en una carrera “es un orgullo, somos muy compañeros y nos ayudamos mucho”.

“Hablo con el psicólogo que mi vida es el ciclismo, acá viene la gente y habla de ciclismo, con mi nene hablamos de eso, de las carreras, del entrenamiento, y viene un cliente y hablamos de bicicleta, no puedo salir de eso. Cuando salimos a una reunión familiar, me siento distinto porque hablamos de otra cosa” se ríe.

“Mi hija Estefanía (24) se recibirá de arquitecta a fin de año, para nosotros es algo muy lindo, por eso te digo que la bicicleta me dio todo, pude viajar, formar una familia, darle estudio a mis hijos, tengo todo”, dice Lobosco sin evitar la emoción.

A lo largo de los 35 años corrió panamericanos, torneos nacionales, y ganó premios y carreras a lo largo y lo ancho del país “antes los premios eran importantes, siempre cuento que gané una carrera en Macachín cuando me iba a casar, y con el premio me compré el juego de living en la carpintería de Zelasqui que aún tengo”.

Nunca se bajó de la bicicleta, ni las lesiones lo pudieron separar de su pasión, y tampoco “nunca se me fueron las ganas, cada vez que empiezo una temporada digo que es la última y cada vez que vuelvo lo hago con muchas ganas”. Cambiar la bicicleta “para mí es muy importante, es como al resto de la gente cambiar el auto. Mucha gente no lo puede entender eso, me gusta verla, tocarla”.

Cuando empezó a los 12 años eran varios chicos de los que hoy no quedan en la pista, por eso es indudablemente un referente para el futuro como para él lo fueron “Tato” Navarro, Luis Forte, Oscar Cuelli, que dominaban la escena cuando era un niño.

En otro tramo de la entrevista Javier Lobosco rescata que hoy mucha gente se sube a la bicicleta de manera recreativa “es un buen deporte para hacer  hay grupos en Trenque Lauquen que se organizan para salir los fines de semana, es un deporte sin impacto entonces no sufren las rodillas o los tobillos. Mucha gente se volcó para sentirse bien, es muy bueno”.

Destacó además la permanencia en la Fiesta del Deporte de La Opinión “últimamente me da vergüenza subir porque me veo grande, quizás ya pase a la categoría de trayectoria” dice y se ríe y agrega que le gustaría que en alguna oportunidad, en el final de su carrera le hagan un homenaje por el aporte realizado al ciclismo.

Hoy domingo, temprano a la mañana junto a su familia emprenderá un viaje hacia Capitán Sarmiento a una carrera que es una de los “grandes premios”. Las carreras de los domingos implican viajes en familia, un disfrute que no es fácil de explicar “no me veo haciendo otra cosa. Eso es otra cosa que hablamos con el psicólogo, no encuentro otra cosa, otro deporte que me pueda ayudar a reemplazarlo”. Toda una vida dedicada al ciclismo. Javier Lobosco.

Fotos: 6400 Estudio