Los Provenzano, una familia que desafía el tiempo

Los Provenzano, una familia que desafía el tiempo

El primer tren, cuenta la historia que abordó don Nicolás que no pronunciaba ni una sola palabra en español. Hacía unas horas había puesto pie en tie

El primer tren, cuenta la historia que abordó don Nicolás que no pronunciaba ni una sola palabra en español. Hacía unas horas había puesto pie en tierra firme, luego de agotadores días en un barco que lo sacó de la preguerra europea en búsqueda de “hacer la América”. De Italia a Trenque Lauquen, para crear una tradición que cumple 5 generaciones: los Provenzano, una familia dedicada a la venta de frutas y verduras.

-¿A dónde va el próximo tren?, dicen que preguntó en la Estación Once en el año 1937, en el nuevo país que habitaba.

– A Trenque Lauquen, fue la respuesta.

Fue un viaje con destino incierto. Como el que emprendieron todos los inmigrantes de aquel entonces. Así llegó en 1937 Nicolás Provenzano.

Una vez en Trenque Lauquen, alquiló una quinta para producir frutas y verduras “por atrás de la zona de Barrio Alegre” y con una canasta comenzó a vender en las calles, casa por casa, haciendo clientes y construyendo un nombre que quedará grabado para siempre: Provenzano.

Nicolás abrió la dinastía. Le siguió Don Roque, José María y Daniel Provenzano. Ahora Martín, uno de los hijos de Daniel, va por la posta de la quinta generación.

Hace unos días Daniel y Martín abrieron un mercado mayorista que llama “Provenzano” ni más ni menos, es un homenaje a los que hicieron el camino de más de 80 años en la ciudad.

Daniel está a punto de cumplir 65 años y cuando muchos a esa edad buscan retirarse, él parece incansable y listo para seguir emprendiendo.

“Mi bisabuelo fue el que llegó de Italia, luego mi abuelo Don Roque tuvo el negocio en 9 de Julio y San Martín, toda esa esquina  está muy identificada como el lugar de los Provenzano. Yo nací ahí” relata Daniel Provenzano en diálogo con este diario.

UNA HISTORIA DE VIDA

Sin embargo, y a pesar de ser un apellido bien trenquelauquense a Daniel le tocó el desarraigo de chico.

“Mi padre estaba muy enfermo y el médico le recomendó cambiar de aire y entonces miró hacia la costa y nos fuimos a vivir a Mar del Plata”. Su padre José María, la tercera generación, falleció cuando él era muy joven. “No tuve enseñanzas de un padre, como mucho entonces tuve enseñanzas de la vida, de patrones, a los 15 ó 16 años tuve patrones que me enseñaron mucho”.

Sus primeras armas en el rubro entonces llegaron en Mar del Plata, aunque en Trenque Lauquen hizo algunos trabajos antes de instalarse en la Costa.

Hasta que un día volvió a Trenque Lauquen con Mercado Dani, y luego cuando se casó con Rosana Cuerda, todos sus emprendimientos se llamaron “Rosana” como denomina a la sucursal de la calle Simini.

Y a los casi 65 está abriendo las puertas de otro gran proyecto: el mercado mayorista. “Es una locura y también dejarle a mi hijo un camino hecho para que lo siga él a su manera y un pequeño homenaje a todos los Provenzano que laburaron tanto. Le saqué fotos y las mandé a mis tíos que tienen 90 años y se ponen muy contentos. Estoy con mi hermano Horacio, con mis hijos, estoy muy contento”.

“Son ideas que uno tiene y que no podía lograr antes y ahora con el apoyo de un hijo con mucha fuerza, un hermano que está en carrera y toda la familia atrás se puede. Con el tiempo, esto es fruto para mis hijos”.

Daniel, como cuenta, creció trabajando entonces lo único que sabe “es laburar” dice y aunque le da mucho placer trabajar con sus hijos, la cultura del trabajo es clave “yo no dejo de reclamarles a mis hijos el horario, la atención al púbico y todo”.

“Cuando era chico veía a los fruteros siempre enojados, y era porque el trabajo este no se termina nunca. El trabajo del lechero es duro, pero empieza y termina, acá no terminás nunca. Viajás en camión, vas a Buenos Aires y en las rutas está la policía Afip, Arba, todo. Llegás y venís a descargar, y después vender, cuando terminás de vender volvés a viajar, acá no terminás nunca”.

Dice que se siente bendecido por el acompañamiento de su esposa Rosana, por la compaía de su hermano “que está saliendo de una enfermedad grande”  y por tener a sus hijos cerca. “Las frutas y verduras nos dieron de comer a todos siempre. Hay arquitectos que manejan taxis y a mí con la fruta y la verdura nunca me faltó un peso, nunca la pasé mal”.

Y aunque es un todo terreno, dice que “hay momentos que este país te desanima, el otro día estaba escuchando una noticia sobre la pobreza y el ranking de países ver lo que yo viví de ser uno de los países más grandes del mundo y ver este presente te da tristeza y te desanima. Yo igual me levanto a la mañana temprano a trabajar, lo único que sé es laburar”.

Entonces cuenta una anécdota que quizás sirva para entender por qué este código de trabajo más trabajo. “Con la herencia de mi abuelo que eran 1800 pesos, me compré un bombeador, un motor para extraer agua. A mis hijos me gustaría dejarles más”.

A Daniel le gusta el folclore y el tango “tuve dos casas de folclore tuve la suerte de conocer grandes artistas que vinieron a la ciudad, los mejores de aquella época” y aunque “le gusta toda la música, no puedo pasar más de 24 horas sin escuchar un tango”, y se inclina por el “tango romántico como “Paciencia” o “Quiero verte una vez más”. Le gustan Argentino Ledesma y Rodolfo Lesica, entre otros, y aunque se extiende un poco y bucea en sus conocimientos musicales aclara rápidamente: “me gusta el tango y sé algo pero tampoco soy Pedretti”, suelta con una carcajada alguien que en frutas y verduras es Gardel.