Las pinceladas de Ricardo Bossié

Pinta desde que tiene uso de razón y lo considera una pasión que a los 75 años aún define como irrefrenable. Es uno de los artistas plásticos costumbristas más destacados de la Argentina, expuso a lo largo y a lo ancho de la geografía nacional y vendió cientos de cuadros…

Pinta desde que tiene uso de razón y lo considera una pasión que a los 75 años aún define como irrefrenable. Es uno de los artistas plásticos costumbristas más destacados de la Argentina, expuso a lo largo y a lo ancho de la geografía nacional y vendió cientos de cuadros aquí y fuera del país. Incluso, tres ex presidentes de la Nación le adquirieron obras para decorar sus hogares. Se trata de Ricardo Calalo Bossié.

En la actualidad, atraviesa una etapa más introspectiva, en la que decidió ya no realizar nuevas exposiciones ni vender sus cuadros, cree que a esta altura de la vida sus creaciones quedan para sus hijos.  En el atelier que posee en pleno centro, este artista destacado y una de las figuras más representativas de Trenque Lauquen en términos artísticos, repasa mano a mano con este diario su extensa trayectoria en la que nunca se apartó del sello distintivo de su obra pictórica que representan las costumbres campestres, los oficios del agro y –sobre todo- los caballos.

Pero mucho antes de lucir estas letras de molde que hoy ostenta en la historia artística de Trenque Lauquen y el país, “Calalo” fue un pintor desconocido, que se hizo camino a fuerza de viajes, exposiciones y producciones que permitieran difundir su obra. Más aún, el día que decidió que quería ser artista y que tenía vocación para ello fue la noche de la inauguración de la Galería Suayi en el centro de la ciudad en 1980. Invitado por Abel Estévez, realizó su primera exposición de dibujos de caballos y esa noche vendió su primer cuadro. “Fue al abogado Edgardo Fernández, yo no había ido preparado para vender nada, así que le inventé un precio y esa fue mi primera obra vendida”.

A esa altura “Calalo” era grande de edad, pero un artista joven, novel. Porque si bien pinta desde sus primeros días, nunca se había dedicado exclusivamente al arte, más era considerado un pasatiempo.

El menor de 6 hermanos, Calalo nació en la zona rural de Trenque Lauquen, en Girodías, pero desde muy chico se radicó en la ciudad cabecera para que sus hermanos pudieran estudiar. A los 3 años ingresó al jardín 901 y tiene como anécdota que el gobernador Domingo Mercante  lo alzó en brazos durante la inauguración del edificio de la Escuela 2, y esa imagen fue filmada por Sucesos Argentinos y recorrió el país. “Yo era el abanderado del jardín” recuerda y cree que ese mérito lo ganó por sus dibujos.

Sus orígenes

Unos años más tarde, se radicó frente a su casa un francés que había llegado a la ciudad para construir un puente ferroviario. Había sido un crítico de arte y le dio algunas técnicas de dibujo y a los 12 su padre lo envió a un taller de dibujo pero sólo fue dos clases “no me gustaba, nos hacían dibujar jarrones estáticos y a mi me gusta la naturaleza” y ese fue el último eslabón de su etapa formativa.

Después vino la adolescencia, una incursión frustrada en las inferiores del Club Ferro, el casamiento, los hijos y la etapa creativa pasó a un segundo plano. “Siempre seguí dibujado porque es mi pasión, a veces iba mal dormido al trabajo porque dibujaba durante la noche”. Así acumuló trabajos hasta que llegó el llamado de Abel Estévez y la exposición en la Galería que cambiaría su vida artística.

Después llegaron exposiciones en toda la región, en la línea de la ruta 5 y un día también lo convocaron de Bariloche. Allí conoció a un empresario francés que le compró varias obras y le organizó una muestra en la Ciudad de Buenos Aires a la que asistieron embajadores y personalidades destacadas que le sacaron sus dibujos de las manos.

Trenque Lauquen intentaba recuperarse del paso devastador de las inundaciones, y Calalo entendió que tenía que darle un golpe de timón a su carrera. Así que primero pasó al color, y a finales de los 80 al lienzo en óleo “que me cautivó” y el tercer paso fue el más determinante: radicarse en la ciudad de Buenos Aires.

Por 10 años estuvo tocando el suelo de Buenos Aires y sus obras comenzaron a circular por todo el país. Integró los grupos Trapalanda y Pegasus (de artistas costumbristas) que le permitieron mejorar su estilo y –sobre todo- hacer tours en busca de nuevos contactos y de espacios para exponer sus obras. Llegaron las entrevistas con Julio Márvis, los premios de gobiernos y entidades artísticas y equinas, las muestras maratónicas y las ventas a compradores de Chile, EE.UU., Francia, Israel y distintos sitios del planeta que exhiben los caballos en óleo del artista local.

La ciudad de la furia

Pero una década en la ciudad de la furia fue suficiente. “Extrañábamos mucho, no nos podíamos acostumbrar a vivir allí” y entonces pegó la vuelta al pago, a finales de los 90 se radicó nuevamente en Trenque Lauquen, aunque los contactos generados con las galerías de arte que mantienen aún exposiciones suyas, le permitieron vender sus obras a distancia. Más aún, en estos tiempos en el que el arte conquista a los hoteles y espacios gastronómicos también como aporte al turismo, Bossié lo hizo hace más de 20 años, con un importante complejo hotelero de Santa Rosa donde expone hace más de dos décadas.

Uno de sus cuadros colgados en ese lugar fue adquirido por un empresario que se lo regaló para su cumpleaños a Alberto Rodríguez Saá, ex presidente de la Nación. Pero no es el único ex Jefe de Estado que tiene un “Bossié” en su casa, también Carlos Menem le compró uno “fue durante la inauguración de un restorán en Buenos Aires en el que estaba exponiendo, aún era presidente y nos sacamos una foto” y más tarde Eduardo Duhalde le compró un ejemplar que había visto en una galería con destino a la Quinta de San Vicente.

“No sé si quería ser artista, pero no podía parar, hoy no puedo parar, a los 75 años vengo todos los días a pintar”.

Casado con Susana Montanaro hace 52 años, la pintó cuando tenía 30, y le reconoce la capacidad de organización que le permitió exponer “sin ella nunca habría hecho una muestra”, es padre de tres hijos Ricardo, Eduardo y Martín. Uno de ellos es director de cine y otro artista plástico radicado en Barcelona.

“Siempre me gustaron los caballos, me gustaba más andar en caballo que pintarlos, entonces los dibujaba, atados, en caballada en conjunto, etc. en un principio a lápiz y luego en óleo”.  Su pasión irrefrenable, como dice, lo lleva a realizar unos 20 cuadros por año.

-¿Cree que tiene el reconocimiento de su pueblo por su trayectoria?

-Si, seguro. Todo el mundo me conoce.

-¿Le gustaría que algún sitio cultural lleve su nombre?

-No, porque sería póstumo. Mirá (dice y se levanta de la silla para acercar un busto realizado en escala pequeña. Es un homenaje que le hizo al ex intendente Barracchia, lo moldeó él y lo tiene en su atelier). El tango dice “la fama es puro cuento”, a mi no me gusta mucho eso. Siempre se dice que los artistas hablan por sus obras y acá están las mías.

Un pintor amigo me decía, lo bueno es que nosotros vamos a hacer viejos y vamos a seguir en lo nuestro, un deportista no puede hacerlo porque el físico no se lo permite, nosotros podemos pintar aún siendo grandes, y nos superamos con los años

-¿Y usted hasta cuándo va a pintar?

-Hasta los últimos días.

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