Locos del aire: los que mantienen vivos los aeroclubs en la región

Locos del aire: los que mantienen vivos los aeroclubs en la región

Estos son tipos raros. Miran mucho el cielo. Saben de viento como las aves y se sienten más seguros en el aire que en la tierra. Son los que cultivan

Estos son tipos raros. Miran mucho el cielo. Saben de viento como las aves y se sienten más seguros en el aire que en la tierra. Son los que cultivan la pasión de la aviación, volar en cualquiera de sus formatos pero que les permita despegar los pies del suelo, eso los hace más libres y les da tranquilidad. Es una pasión, dicen, como cualquier otra.

Son los que mantienen vivos los aeroclubs de la región, una misión para nada fácil en tiempos de repuestos en dólares y combustibles con aumentos semanales; pero desafían todo. ¿Qué puede interponerse en su camino?, si son capaces de surcar el cielo cuantas veces se lo propongan

Sin embargo, sí hay desafíos por superar. Quieren que más jóvenes se sumen a la actividad y tomen la posta de una actividad que es relativamente joven en la Argentina, apenas supera los 100 años; pero en el interior el tiempo es menor. Fue en las décadas de 1940 y 1950 cuando comenzó a prender la aviación. Hoy estos clubes forman pilotos, hacen vuelos de bautismo y promocionan cualquier actividad que implique volar y que atraiga a las familias para desterrar definitivamente el mito de riesgo o peligro.

Del año 1955 es el Aeroclub Pellegrini. Allí, en el ingreso a la ciudad, nos esperan Aníbal Patris, Jorge Lernoud y Julián Maszniez. Los dos primeros son “de la vieja guardia” con más de 40 años volando, una vida más o menos.

“Esto es un hobby y un idealismo. Cuando ves un avión comercial, pensás ese piloto salió un aeroclub. Nos gusta esto, algunos les gusta volar planeadores, otros comerciales, otros fumigan, nos gusta volar”, dicen estos hombres que peinan canas en uno de los hangares donde alojan una máquina de 1945, entre otras.

Algo similar dice Sebastián Luengo del Club de Planeadores de Rivadavia. Un fanático del aire, pero en este caso de planeadores, los que no usan motor.  “Es una actividad sin difusión es muy difícil que se conozca, es una pasión al que le gusta volar vuela cualquier cosa avión o planeador, a mi me gusta más planeador”.

Historia

Según la historia, los pioneros de la aviación realizaron vuelos en Argentina en 1908 pero recién en 1912 el Presidente de la Nación, Roque Saénz Peña firmó el decreto por el que se creó la Escuela de Aviación Militar y se considera ese año como el del inicio de la actividad, que tiene 106 años.

Pero volvamos a Pellegrini. Allí estamos sentados con estos experimentados pilotos que al principio hablan en cuenta gotas y cuando se sueltan, lanzan historias, anécdotas y proyectos siempre vivos para mejorar la entidad. “Estamos en recuperación de la escuela de vuelo en un momento teníamos muchos interesados pero es costoso el curso y a los jóvenes se les hace más difícil porque dependen de la economía familiar pero nos estamos organizando para volver  a lanzar el curso”.

“Siempre estamos esperando que los jóvenes se acerquen, armar la escuela y que haya una renovación. Ahora estamos en una nueva etapa, hay más gente colaborando” se entusiasman.

 

Vuela, vuela

En Rivadavia, la particularidad es que la actividad que desarrollan es la de planeadores, no de vuelo motor. Sebastián Luengo, señala: “La actividad es vuelo a vela, vuelo de planeador. Todos los días venimos al club a hacer algo de mantenimiento y cuando hay condiciones buenas de vuelo lo hacemos, generalmente los fines de semana”. Se dicta un curso de vuelo que aclara que el costo está atado al valor de la nafta y hoy no es barato. Explica cómo es el tema de las corrientes de aire que permiten volar,  y las ventajas del vuelo deportivo.

“Nosotros nos sentimos más seguros en el aire”, enfatiza y remarca que “mantener a los clubes no es fácil porque el combustible es caro” y además están las habilitaciones y distintas cosas que llevan tiempo y dinero “entonces no es fácil acercar a los jóvenes”.

 

“Algunos dicen que estamos locos”, dicen los hombres de Pellegrini, sentados en semi círculo en sillas plásticas. Sin embargo, “muchos se acercan porque quieren probar cómo es volar”.

“Estamos sentados acá y extrañamos estar arriba, a veces nos sentimos más seguros arriba que en el piso. Es como desenchufarte, a todos les pasa algo similar, volás un rato y es como ir a terapia. La gente que quiere volar lo puede hacer, existen los vuelos para que todos puedan tener esta experiencia”, dicen los pilotos experimentados una invitación para no dejarla pasar.