Se concretó ayer el acto y la marcha por el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia que debió suspenderse el 24 por el temporal. Hubo pintada de pañuelo en la Plaza y discursos a cargo de Pablo Carabelli, Lidia Frank y el intendente Miguel Fernández.
Como todos los años, la comisión leyó un documento y algunas de sus frases más salientes son las siguientes:
“Olga fue la primera: hoy tendría la edad inversa de aquella que tenía cuando la desaparecieron, 27 años, en lugar indeterminado, de un día indeterminado del mes de octubre de 1976. Olga hoy quizás sería abuela, a los 72 años de una vida no signada por el terrorismo de Estado…
Héctor y Ricardo andarían ahora por los 64 años, tal vez también serían abuelos, pero no, porque un 15 de junio de 1977, cuando sólo contaban con 19 años, los arrancaron del C.U.T.L. También se llevaron de allí, la misma madrugada, a Rodolfo, que hoy tendría unos 68 años, pero sólo cumplió 23. Los tres hubieran sido médicos comprometidos con la salud pública, nos los negaron como profesionales de la salud…
José, por entonces de 28 años, fue asesinado en septiembre de 1977; hoy tendría unos 73 años… Le siguieron su padre, ‘Poroto’, que tenía 54 cuando lo secuestraron y ya estaría, con suerte, llegando al siglo de vida; al mismo tiempo le arrebataron a Oscar, hijo de ‘Poroto’, hermano de José, gran parte de los 70 años que estaría teniendo de no haber sido víctima del genocidio argentino (sólo vivió 25, ‘Pato’ Changazzo)… Alicia podría estar festejando ahora sus 94 años, pero al igual que Olga apenas pudo cumplir la edad inversa, 49 (dentro de todo, igual que ‘Poroto’, Alicia fue una “privilegiada”, si la comparamos con las y los demás desaparecidos de TL)… En dos días, tres más. El 9 de noviembre de 1978, ‘Titín’, que ahora contaría con unos 70 años, apenas disfrutó de 25. Peor aún, el 10 de noviembre, ‘Riki’ se quedó en apenas 21, cuando en este 2022 podría estar festejando sus 65 años (al desaparecerlo, nos privaron de un arquitecto que hubiera diseñado soluciones habitacionales para familias de trabajadores); su mejor amigo, ‘Yoyi’, que andaría por los 66, jamás pasó de los 22 años… Un mes después fue el turno de Susana, 28 años, que logró ser madre, y que de no haber sido asesinada por los genocidas hoy tendría unos 73, y nietas/os que disfrutar… Casi dos años después, en septiembre de 1980, la hermana de Susana e hija de Alicia, Nora, de 25 años, fue desaparecida. Los 70 años que tendría en la actualidad le quedaron muy lejos…”
“Si extrapolamos esta realidad cercana, de 13 personas ligadas a TL, a las y los 30.000, ¿cuántos años, cuántas décadas, cuántas/os profesionales valiosas/os, le arrebataron a la sociedad argentina los asesinos genocidas, los civiles y los militares que idearon y ejecutaron el plan sistemático de exterminio de compatriotas? Por eso no podemos aceptar que el negacionismo gane terreno, por eso estamos acá, por eso marchamos. Porque la tragedia que significa el genocidio no desaparece ni desaparecerá aunque se acumulen los años desde aquel 24 de marzo de 1976. Las huellas son indelebles, y no sólo en los cientos de nietas y nietos cuya identidad sigue apropiada. Casi ninguna familia (unos pocos cientos entre tantos miles) pueden rendir homenaje a los restos del ser querido asesinado (de les 13 que siempre recordamos, sólo uno, José Adhemar Changazzo, fue recuperado y enterrado en un lugar conocido por su familia)”.
Olga, Alicia, Susana, Nora, Héctor, Ricardo, Rodolfo, José, ‘Poroto’, Oscar, ‘Titín’, ‘Riki’ y ‘Yoyi’ nos esforzamos en articular con el Departamento Ejecutivo municipal la reposición de uno de los pañuelos blancos en la Plaza San Martín, de aquellos siete que nos autorizara a pintar la Ordenan-za 2051, sancionada el 21 de marzo de 2001. Se logró coordinar una alternativa superadora, que gracias a la excelente tarea de los trabajadores ya nombrados, está “plantada” en esta Plaza, cerca del retoño del pino de San Lorenzo. Ahora bien, ¿por qué la posibilidad de pintar un pañuelo en la remozada Plaza generó tanta polémica vía redes sociales? ¿No será que los críticos enconados de esta actividad son justamente cultores, más o menos explícitos, más o menos inconscientes, de la “teoría de los dos demonios”? ¿Cuántos de los que teclearon en contra de la reposición del símbolo tienen información detallada, pero detallada en serio, de los crímenes aberrantes cometidos por los asesinos genocidas? Siempre supimos que en Trenque Lauquen hay vecinos y vecinas pro-dictadura, nostálgicos de la etapa 1976-1983. Convivimos con personas que con diversos subterfugios convalidan el secuestro de bebés y niñes y la apropiación de su identidad hasta hoy, que íntimamente justifican los “vuelos de la muerte”, las torturas y las desapariciones. Algunes compañeres piensan que en Trenque Lauquen los negacionistas del genocidio son más que en otros distritos: no tenemos estadísticas para afirmar esa hipótesis, pero sí vemos que son capaces de transformar una herramienta maravillosa como una red social en una suerte de letrina (“Letrinet” le llamaba el gran filósofo y comunicador José Pablo Feinmann a ese tipo de foros antisociales). Pues bien, a los negacionistas trenquelauquenses les decimos que se deberán bancar los hitos de Memoria que la mayoría de la comunidad está dispuesta a plantar y sostener: nombres de calles, nombres de laboratorios de colegios secundarios, placas en el Hospital, pañuelos blancos y esculturas en la Plaza Francia, en esta Plaza y en la del Bicentenario, y, sobre todo, la emoción que despierta el recuerdo de nuestras y nuestros desaparecidos en muches jóvenes. Bánquense la Memoria, porque gastando dedos y teclas en sus redes antisociales, con su odio ajado y su nostalgia de los Falcon verdes, no tienen futuro: el futuro de la comunidad de Trenque Lauquen va construyéndose en los hogares, en las aulas, en las Plazas y en las calles donde el pasado se recuerda para no repetirlo, donde al decir de Eduardo Galeano “los fueguitos” que brillaron hace décadas, esos jóvenes que nos miran desde las pancartas y por los que decimos ¡PRESENTES!, siguen con su misión de encender otros “fueguitos”, a perpetuidad”.
Foto gentileza El Arbol y el Bosque