Cuando María Agustina Pisacco abrió sus ojos por primera vez el mundo era un polvorín. En 1917 comienza el principio del final de la primera guerra mundial, y Rusia se viste de rojo por la revolución comunista que generó un sismo por décadas y en Portugal los pastorcitos sorprenden al mundo por la aparición de la Virgen de Fátima.
Pero la vida de María Agustina comenzó muy lejos de esos hechos que alumbraron al mundo y fueron fundacionales para movimientos y acontecimientos que sobrevinieron. La historia de nuestra entrevistada comenzó en el Paraje Francisco Murature, partido de Adolfo Alsina, cerca de Salliqueló, donde 102 años después recibe a Oeste BA para hablar de la vida, de los años y la experiencia, algo que sabe mucho.
María Agustina Pisacco acaba de recibir una distinción por su labor comunitaria en el marco del día de la mujer, en un acto organizado por la Municipalidad y esa es la excusa para hablar sobre su vida de más de un siglo. En la casa de su hija, María Esther, abre la puerta a este medio y durante 20 minutos hará memoria para contar su infancia y su presente. Goza de una salud de hierro, y una memoria prodigiosa. Las escuelas y jardines de su ciudad la convocan para que dé charlas a los chicos y hable sobre su pasado de enfermera en el Hospital.
Su infancia transcurrió en el campo de Murature. Fue la cuarta hija de 14 hermanos y recuerda que sus años de juventud se la pasó “criando chicos”, sus hermanos, y haciendo las tareas del hogar que ocupaba junto a sus padres y toda la familia, hasta que a los 25 años un problema de salud en su boca le cambió la vida.
“Llegué a Salliqueló por 15 días, tenía que hacerme un tratamiento en el Hospital. Empecé a relacionarme con la gente, un día faltó una empleada y avisó que no seguiría entonces me pidieron en el hospital que me quedara para trabajar, era por un mes, para ayudar a las enfermeras, al poco tiempo ya era enfermera, los médicos me enseñaban lo que tenía que hacer y me quedé trabajando ahí 5 años. Hacía radiología, colocaba inyecciones, suturas, todo”.
En el Hospital
Eran otros tiempos, el Hospital apenas tenía dos enfermeras y pocos médicos, , pero el amor le cambió la vida y 5 años después de haber ingresado al Hospital se casó y se fue a vivir al campo, estaba vez cerca de Ingeniero Thompson, partido de Tres Lomas.
“En el trabajo hacíamos quinta y distintas actividades del campo, era cerca de la ciudad, nosotros no comprábamos nada, comíamos todo lo que sembrábamos y producíamos”. Enviudó 30 años después y se radicó en la ciudad cabecera de Salliqueló. “En la ciudad para mi todos son muy buenos, y los quiero a todos”.
“¿Cuál es el secreto para vivir 102 años?, trabajar y no renegar, no hacerse mala sangre. Hay algunos que ponen el mundo abajo, yo no. No hay que hacerse problemas”, dice.
-¿De qué habla en las charlas en las escuelas y los jardines?
-Les hablo de lo que era antes la ciudad y cómo vivíamos, hay chicos que les interesa y quieren preguntar. Quieren saber cómo era vivir sin teléfono o computadoras o cómo eran los juguetes nuestros, nuestras muñecas eran de trapos, les cosíamos los vestidos y las tabas eran autitos para que jugaran los varones.
-Habiendo vivido 102 años ¿le faltó hacer algo?
-El colegio. Nunca fui a la escuela. Cuando tenía 10 años, tuvimos un profesor en casa con mis hermanos, se le decía caminante. Estuvo dos meses, aprendimos a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir. Y eso me sirvió mucho para cuando entré en el Hospital. Yo les digo a los chicos que lo importante es estudiar.
A diferencia de otras personas mayores, dice que “no todo tiempo pasado fue mejor” porque la vida nuestra “no era buena, no teníamos nada. Había gente que tenía pero otros no teníamos nada, y hoy hay abundancia en muchas cosas”.
Su vocación es la medicina. Cuando volvió a Salliqueló, ya era jubilada y atendía a sus vecinos, les aplicaba inyecciones y cuidaba a sus hermanos mayores en el Hospital. Esa pasión prendió en el eslabón familiar. Esta mujer de 102 años tiene una hija, 3 nietos y 6 bisnietos. Uno de ellos estudia Medicina y cree que es gracias a su bisabuela a quien la invitó a una recorrida por el Hospital para ver la atención de los pacientes cuando se reciba y ella ya respondió afirmativamente.
En el mientras tanto le prepara milanesas y empanadas que viajan en la encomienda para el futuro doctor. Le gusta cocinar y dice que tiene algunos secretos acerca del sabor de sus empanadas de carne que asegura son inigualables, pero no muestra todas las cartas y no revela todos los detalles, se sabe que los que más saben siempre guardan un as en la manga, son cosas que enseña la vida, los años.