Cleman Azpiroz: el señor deporte

A los 88 años Cleman Azpiroz es un compendio de grandes anécdotas que no para de narrar. Cada una de ellas lo pinta de cuerpo entero: un tipo intrépido que hizo del deporte una filosofía de vida, desde dentro de una cancha o una pista de atletismo, o del otro…

A los 88 años Cleman Azpiroz es un compendio de grandes anécdotas que no para de narrar. Cada una de ellas lo pinta de cuerpo entero: un tipo intrépido que hizo del deporte una filosofía de vida, desde dentro de una cancha o una pista de atletismo, o del otro lado de la línea divisoria, enseñando, transmitiendo valores. Es una vieja gloria del deporte local que practicó varios deportes en alta competencia, sobre todo en el atletismo, pero en años en los que las competencias no proliferaban en el interior ni las redes sociales te hacían famoso. Fue uno de los creadores y directores del CEF y la pista del Polideportivo lleva su nombre: el señor deporte.

Con tamaña presentación el problema es por dónde empezamos. ¿Por el día que participó de una competencia nacional de aviación o cuando salió subcampeón provincial de salto en alto?, ¿contamos los 10 campeonatos al hilo que ganó con el Foot Ball Club Argentino o su participación en el torneo nacional de tiro al blanco?, ¿hablamos de cómo enseñaba educación física, cómo convirtió un predio con pastizales altos en el CEF 18 o de los días que escuchaba tango en Colombia?

-¿Por dónde quiere empezar Cleman?

-Hay una historia que pocos saben –dice en el comienzo- mi padre (Andrés) jugó en Estudiantes de La Plata en las temporadas 1927 hasta 1929, cuando no era profesional, trabajaba toda la semana en Trenque Lauquen; el viernes a la noche se tomaba el tren, se bajaba en Buenos Aires y se iba a La Plata. El sábado dormía en la casa de un médico de apellido Neri, que era fanático del Pincha, jugaba el domingo, y se tomaba el tren y se volvía. El lunes a la mañana trabaja acá.

Cleman dice que tiene recortes de diario en los que los cronistas de aquellos años hablan de un gran jugador joven del interior, pero el fútbol no era profesional. Hacía ese esfuerzo sólo por deporte, hasta que en 1930 se casó y ya no pudo seguir viajando. Hoy una calle en el sector sudoeste de la ciudad, lleva su nombre. En 1931 nació Cleman que ostenta un récord de nacimiento. Lo inscribieron como socio del FBCA con apenas unas horas de vida, hoy es socio vitalicio (también del Club Progreso).

“Mis abuelos están entre los fundadores del FBCA, su casa quedaba frente a la vieja cancha de Argentino y la usaban de vestuario”. La identidad de los primeros años de su infancia, dice, fue el barrio. Creció en la calle Belgrano al 200 donde las tardes se pasaban pegándole a la pelota y esquivando no sólo a los defensores sino a un enemigo temible: la policía “ellos hacían ronda a caballo y se nos quedaba con la pelota” un día en una redada infantil todos sus compañeros de fútbol fueron a parar a la Comisaría recuerda, pero el policía de apellido Sinforiano no lo llevó a él porque “quería que jugara en su equipo de barrio que se llamaba Los Once Boquenses, entonces no me llevó” pero Cleman nunca se puso otra camiseta “al barrio no se lo traicionaba, uno tenía identidad con el barrio” dice hoy este hombre sabio de 88 años. a OESTE BA.

Al fútbol

A los 12 comenzó a jugar en Argentino y los 17 ya era jugador de primera división en aquellos años en los que no había muchas oportunidades para los más jóvenes. Dice que su primer año en la máxima categoría del fútbol local compartió cancha con el recordado José “Poroto” Abásolo que estaba ensayando su retiro tras una gloriosa carrera.

Jugó 11 años en primera y salió campeón en 10. Sólo perdieron un campeonato con Ferro “ellos tenían ese año una gran delantera con Heuguerot, Crespo, Sierra y Roura”. También contó que jugó un solo partido en la selección roja.

Mientras jugaba al fútbol y cursaba sus estudios en el viejo Colegio Nacional, Azpiroz concurrió a la prueba obligatoria de aquellos años para los varones en el Tiro Federal. Allí descubrieron sus condiciones y en menos de lo que canta un gallo estaba arriba de un tren en 1949 rumbo a Córdoba a participar de un torneo nacional. Eran días agitados para nuestra nación, recuerda, “e hicimos un trasbordo de Retiro a Once con los fusiles en la mano y todos nos miraban”.

Jugo al básquet en los torneos de verano del FBCA. Aún este deporte no estaba organizado en Trenque Lauquen por lo que no todos los clubes tenían equipos e hizo atletismo con destacadas actuaciones en los 110 metros con vallas y fue subcampeón provincial de salto en alto.

Ya había egresado de la escuela y se desempeñaba como oficinista en La Primera, donde se sentía como gato enjaulado, quería probar otros aires y así sacó un pasaje de avión con destino a Colombia para probar suerte. El destino no fue azaroso. En los años 50 una huelga de futbolistas argentinos obligó a un éxodo masivo hacia ese país, entre ellos el gran Alfredo Di Stéfano que con escala en Colombia terminó vistiendo la casa del Real Madrid.

Pero volvamos a la historia de Cleman. Emigró con la ilusión de probar suerte. No jugó finalmente al fútbol, sí conoció otro mundo. Recorrió Colombia y regresó dos años después para quedarse. Aquí se casó con Tita Lanzini, una docente rural, hija de un ex presidente de la Liga Trenquelauquense de Fútbol, con la que tuvo 4 hijos, 10 nietos y un bisnieto.

El arte de enseñar

En esta segunda etapa, Azpiroz volcará todo lo que aprendió de sus días como deportista pero en el papel de educador. Primero comenzó dictando clases de educación física en la Escuela Técnica, en el Instituto Miguel Di Gerónimo y finalmente en el Centro de Educación Física.

Cleman es el creador del CEF. Todo comenzó en 1972 en una charla que mantuvo con el por entonces intendente Jaime Ciglia. Azpiroz ya había visitado otros distritos que tenían complejos deportivos y soñaba con dar clases de atletismo, algo impensado para la época. “Se hicieron las gestiones, los papeles, pero el trámite se estancó” recién 5 años después llegaron noticias alentadoras “resulta que estaba todo aprobado desde hacía varios años y faltaba el lugar nada más” entonces el intendente Zubía le cedió el terreno donde hoy está el Polideportivo y en 1978 crearon el CEF 18 con Cleman Azpiroz como director. Cargo que dejó recién en 2006 cuando se jubiló con 75 años.

“El predio tenía 13 hectáreas pero no tenía infraestructura, no había nada”, recuerda hoy. El gran salto lo dieron en los 80 cuando la Municipalidad compró el edificio actual “sabíamos saldría a remate, primero nos lo prestaron era el taller de la estación de servicio, el piso estaba lleno de aceite había un fosa. Ahí la gente nos conoció vieron que teníamos muchas mujeres adultas que hacían ejercicio, iban con el bolso y se cambiaban allá, no iban vestidas de gimnasia por la calle y teníamos que taparle los vidrios para que la gente no las viera. Eran otras épocas”.

Recuerda la gran mañana del remate y compra del edificio como una gesta popular y se enorgullece del trabajo realizado, de lo que es hoy el CEF y destaca el trabajo de las nuevas autoridades.

“A mí me alegra que muchos me recuerden aún, como su profesor de educación física. Viví haciendo el deporte y lo enseñé. Siempre transmitimos los valores, la disciplina y el trabajo en equipo, eso es más importante que las medallas”.

En 2001 la Municipalidad decidió que la pista de atletismo del Polideportivo Municipal se llamara Cleman Azpiroz, un justo reconocimiento para alguien que enseñó salto en alto, lanzamiento de jabalina y otras disciplinas del atletismo muchos años antes que éstas se hicieran populares.

“Lo sentí como un premio a todo lo que luché yo por la educación física y en especial por el atletismo que en la región no había en ningún lado. Si habré marcado pistas de atletismo…” recuerda.

“Mis nietos quieren que escriba un libro, soy de los que cuenta todo, no escondo nada, yo mismo me alegro de contarlas”, dice ya en el cierre este hombre de 88 años que  practicó una docena de deportes y todos bien, que anduvo por el mundo y que hizo mucho por la educación, y por cada una de esas cosas tiene una anécdota para contar.

-Esperá que no te conté el día que participamos de una competencia nacional de aviación.

-¿Cómo fue eso?

-Mi padre tenía un grupo de amigos que decidieron comprar un avión, pero ninguno hizo el curso, sólo mi padre. El Aero Club local decidió anotarse en una carrera nacional de regularidad en la que participaron 105 aviones y era en tres etapas. Como ninguno quería ser el copiloto, mi padre me llevó a mí. Fue en el año 1954 y las etapas recorrieron Rosario, Córdoba, San Luis, La Pampa, Mar del Plata, Bahía Blanca y terminamos en Buenos Aires. Salimos en el puesto número 42.

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