En una ciudad donde los oficios tradicionales parecen desvanecerse ante la modernidad, Ezequiel Martínez mantiene viva una costumbre que forma parte de la identidad argentina: la sodería. Heredó el oficio de su padre y desde hace más de tres décadas tiene su propia sodería con la que recorre las calles de Trenque Lauquen con sus sifones cargados de historia, confianza y sabor.
La historia de Ezequiel comienza en Emilio V. Bunge, partido de General Villegas, pero se arraiga en Trenque Lauquen desde los cinco años, cuando su padre, Ramón Martínez, se radicó en nuestra ciudad. Aquí trajo su oficio y compró la sodería Díaz. Eran otros tiempos, el sifón de vidrio y una elaboración más sacrificada. “Mi viejo trabajó más de 10 años en esa sodería, era un oficio muy sacrificado, como el del panadero o el camionero. Si no delegás, no descansás”, recuerda Ezequiel.
Su padre decidió invertir en otro rubro y dejó la sodería, pero la historia tenía otros planes. A los 17 años, Ezequiel ganó uno de los tradicionales sorteos de Montoto y se hizo de un Fiat Spazio, su padre lo convenció que comprara una sodería chica que estaba a la venta y no se gastara el dinero. Así nace Soda Ez Mar. “Fue una idea de él, y yo la acepté”, cuenta con emoción.
Desde entonces, Ezequiel no ha parado. Reparte solo, atiende pedidos por WhatsApp, llena los sifones, y mantiene una relación de confianza con sus clientes que recuerda a tiempos más simples. “Hay casas donde me dejan la plata en la reja, o me abren la puerta como si fuera de la familia”, dice.
La soda, explica, es más que una bebida: “Es agua con gas, natural, noble. Y aunque hoy hay sifones descartables y supermercados, el servicio personalizado del sodero sigue teniendo valor”.
Con una máquina adaptada y filtros que garantizan la calidad del agua, Ezequiel produce soda artesanal todos los días. “La presión justa, el llenado diario, el trato con el cliente… todo influye”, asegura. Y aunque reconoce que el consumo ha cambiado, cree que la soda siempre tendrá lugar en la mesa argentina a pesar que otras bebidas ganaron terreno.
“Es parte de nuestra cultura, como el alfajor o las tapas de empanadas. En otros países ni la conocen. Yo pensé en poner una sodería afuera, pero acá tiene sentido. Acá la gente todavía la valora”, reflexiona.
Hoy, Soda Ez Mar es más que un emprendimiento: es un legado familiar, una resistencia amable al paso del tiempo, y una muestra de que los oficios con alma todavía tienen lugar en las ciudades del interior. Como dice Ezequiel, “la soda tiene que estar en todos los hogares. No porque la venda, sino porque es nuestra”.
Soda Ez Mar: la historia de Ezequiel Martínez, el sodero que desafía al tiempo
Ezequiel Martínez mantiene viva la tradición del sodero, recorriendo la ciudad con sus sifones cargados de historia y sabor.

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