Se cumplen este año dos fechas clave para el edificio de Oro y Villegas. En febrero se recordó tristemente el aniversario 30 del cierre de la compañía de seguros La Primera un hecho que dejó marcado a la historia contemporánea de nuestro pueblo. El próximo mes, en tanto, se festejarán los 15 años de la apertura del Centro Cívico.
Es que este inmueble anclado en el corazón de la ciudad es capaz de albergar estas historias que marcan el día y la noche de la ciudad. La Primera, fue el símbolo del progreso de Trenque Lauquen, una compañía de seguros surgida del interior que era referente nacional y que llegó a tener a 400 personas como empleadas. También fue el ícono de la desidia y la injusticia, con sus ex trabajadores rondando en la plaza; pidiendo que se les paguen sus haberes, con una empresa vaciada y un pueblo atónito frente al devenir insalvable. El final feliz llegó años más tarde la mano de la Municipalidad que convirtió al lugar en el Centro Cívico que disfrutamos hoy.
La fundación de la compañía se sitúa en 1923 y surge por necesidad del interior y era el símbolo de un desarrollo desde las bases. Su vaciamiento y cierre ocurrió en 1991, también fue el reflejo de la Argentina de esos años que seguía una lógica privatista, que miraba más a modelos extranjeros que al desarrollo productivo nacional. Desde 1991 hasta el 2007 ese edificio fue ícono del abandono.
Aunque la compañía ya no funcionaba desde 1991 los ex empleados de la misma nunca dejaron de hacer ruido y reclamar por lo que les correspondía. Así, las nuevas generaciones pudieron conocer qué era La Primera. Todos los meses, los días 28 a las 19.15 horas se reunían en la Plaza y hacían sonar “el timbre de la esperanza”.
CENTRO CIVICO
El edificio cerrado, los trabajadores abandonados y serie de expedientes judiciales interminables eran lo que quedaba de la floreciente compañía de seguros. Un legislador provincial de Trenque Lauquen, Ricardo Tojo, es el autor de una ley que se denominó “expropiación inversa” y que permitiría que la Provincia se quedara con el inmueble. Eso nunca pasó, aunque fue una llave para destrabar el tema.
Con la asunción de Juan Carlos Font como intendente municipal la idea de que el edificio pase a manos municipales comenzó a circular en la órbita gubernamental. En agosto de 2002 el por entonces intendente visitó el inmueble y luego de recorrer sus instalaciones salió con un diagnóstico alentador. “Sostuvo que el deterioro interior era muy avanzado pero que podría refaccionarse”, se lee en una revista que recopila historia del lugar y que se encuentra en el Museo Histórico.
Había por entonces intereses privados pero los ex empleados eran partidarios que quedara en manos del Estado. Font por su parte destacaba la “importancia de ese espacio para la comunidad” y la posibilidad de que allí funcionara el tan mentado centro cívico para centralizar la actividad administrativa y hablaba de “símbolo”.
En junio de 2003 el intendente envió al HCD un proyecto de ordenanza solicitando autorización para iniciar gestiones extrajudiciales tendientes a concretar la adquisición del inmueble.
El lunes 29 de septiembre de 2003 los ex empleados hicieron sonar como siempre el timbre de la esperanza a las 19.15 horas. En ese acto Font anunció el compromiso del por entonces Ministro de Economía, Gerardo Otero, para avanzar con la compra del edificio. Se compraría mitad y mitad.
“En algunas manifestaciones nosotros mencionábamos la posibilidad que la Municipalidad lo compre, había pasado el primer remate y nadie ofertó para comprarlo. Para nosotros el edificio debía quedar en patrimonio del Estado” recordó Pedro Márquez, ex empleado de la compañía en diálogo con este diario.
PASO A PASO
Hoy Márquez está retirado de la actividad, aunque fue un gran motivador del reclamo de los ex empleados y días pasados recordó con una carta de lectores en este diario los 30 años del cierre de la empresa.
En febrero de 2004 se consiguió la aprobación de la oferta de 1,3 millones de pesos. Font dijo “si todos nosotros queremos continuar manteniendo nuestra identidad de progreso, trabajo, esfuerzo y sacrificio, indudablemente está acá, en este símbolo de sacrificio, del dolor, pero nunca de la desesperanza”.
A las 10.30 del 17 de junio de 2004 se convertiría en un día histórico ya que la Comuna firmó el convenio de compra. Font dijo “el día de hoy es un hito histórico para la comunidad porque recupera un edificio que es símbolo de todo un pueblo” y en octubre de ese año se convocó a un concurso de proyectos de arquitectos.
En diciembre de 2004 y con 12 participantes se abrieron los sobres y el ganador fue el arquitecto Roberto Mola Alonso quien contó con la colaboración de José Luis López Azumendi, Lucía Forunier y Paola Confalonieri.
“Yo venía participando en concursos desde recién recibido y con José Luis López Azumendi que estaba por recibirse decidimos armar equipo para presentarnos al del Centro Cívico” recuerda hoy Mola, a 15 años.
“La idea fue generar una continuidad del espacio público adentro del edificio, el patio se pensó como un ámbito de la gente (en vez de un patio de servicio como tenía el edificio existente) intentando promover el protagonismo y participación comunal, es el corazón del edificio. Las funciones requeridas por las bases del concurso se organizaron alrededor en forma de claustro”.
“Intentamos respetar la memoria colectiva que el edificio de La Primera representaba para esta ciudad siendo cuidadosos con el patrimonio y a la vez proponiendo un edificio flexible y moderno” sostuvo.
EL SÍMBOLO DE UN LUGAR
Juan Simón Pérez era el presidente del bloque de concejales del oficialismo. En su condición de abogado, además, le tocó gestionar mucho por el tema. “Una cosa que le dije a Font era que nuestros hijos nos iban a recriminar en el futuro si se enteraban que teníamos la posibilidad de comprarlo y no lo hacíamos porque era del patrimonio de la ciudad y además era una solución administrativa para Trenque Lauquen”, contó consultado por este diario para recordar aquellos días.
Márquez, en tanto, enumeró a “Hugo Palomeque, Simón Pérez, Carlos Font, Ricardo Tojo, Gerardo Otero, muchos hicieron lo suyo para que esto se concretara. Tampoco quiero olvidarme del juez Marchabalo porque tuvimos muchas diferencias pero tuvo una gran actitud cuando rechazó la oferta de especuladores privados que ofertaban la mitad del valor”.
Para Márquez la decisión de Font “fue de mucho coraje. Mucha gente criticaba la decisión, muchos decían que el edificio no servía. Él soportó las críticas, un día me llamó y me dijo ‘lo compro y que queje quien tenga que quejarse’”. Para los ex empleados “fue una gran alegría ver al edificio renovado; lo que se hizo fue fantástico. La inauguración fue una fiesta inolvidable”.
La crónica del lugar señala que por la empresa pasaron 1317 empleados registrados desde 1923 hasta 1991. Un día de febrero las puertas se cerraron para siempre.
En julio de 2006 cobraron la totalidad que se les adeudaba aunque la cifra nunca fue actualizada.
“Durante mucho tiempo sentía tristeza, no quería pasar, no entré más al edificio. El 28 de febrero del 92 que se cerró volví a entrar al remate fallido y nunca más. Entré a trabajar con 14 años como cadete y estuve 30 años. Fueron muchos años de que pasabas y se te caía un lagrimón. Nos quedó la tranquilidad de haber luchado por lo nuestro, de haber hecho lo que teníamos que hacer y la ciudad recuperó un edificio que patrimonio de todos”, cerró Márquez.