Ana Guzzetti, la periodista que desafió a Perón y vivió en Trenque Lauquen

Ana Guzzetti, la periodista que desafió a Perón y vivió en Trenque Lauquen

A principios de los 90 no existían las redes sociales ni las oficinas de prensa eran poderosas usinas multiplicadoras, por tal motivo el por entonces

A principios de los 90 no existían las redes sociales ni las oficinas de prensa eran poderosas usinas multiplicadoras, por tal motivo el por entonces intendente Jorge Barracchia apelaba a las  conferencias de prensas como método de difusión de las acciones de gobierno y para explicar alguna “rabieta” o pelea contra Nación o Provincia como era moneda corriente en aquellos años.

Pero Barracchia tenía sus tiempos, sus métodos, sus maneras de dirigirse a las personas, y una de esas mañanas convocó a los periodistas a las 9 horas en la Municipalidad. Una serie de reuniones y una agenda difícil hizo que los tiempos se complicaran y 45 minutos después de la hora señalada, una de las periodistas se levantó y dijo: “Yo me voy y nos vamos todos”.

Fue tal rebelión que el mismísimo Barracchia tuvo que salir a la vereda a atajar a los comunicadores para que no se vayan y dijo entre risas “me imaginaba que debía ser usted la que estaba agitando”.

Por aquel entonces yo sólo tenía 20 años y era un cronista pasante del diario La Opinión. No me animaba a abrir la boca y no conocía a esa mujer de cuerpo escuálido y débil, que sostenía con mucha dificultad un cigarrillo en la mano. Se trataba de Ana Guzzetti, la periodista que desafío a Perón y en 1974 y vivió y murió aquí, en Trenque Lauquen el 26 de mayo de 2012.

El Senado de la Nación votó a los pocos días de su muerte en 2012 una resolución presentada por el senador Eugenio “Nito” Artaza que declara “su profundo pesar por el fallecimiento de la periodista Ana María Guzzetti”.

El texto de esa resolución del Congreso, señala: “Nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1943. Desde joven se dedicó a lo que fue su pasión: el periodismo, profesión que no dejó hasta el final de su vida.

Militante peronista, esta valiente mujer fue rescatada del olvido en el programa 6,7, 8, por el periodista Orlando Barone, cuando se discutía sobre la conveniencia de dar o no conferencias de prensa, poniendo de ejemplo un hecho sucedido el 8 de febrero de 1974, durante justamente, una conferencia de prensa realizada en la quinta de Olivos por el entonces Presidente Juan Domingo Perón.

Cuando aquel episodio sucedió, las épocas del “Luche y vuelve” así como la masacre de Ezeiza, ya habían pasado.

Eran épocas difíciles aquellas. Los grupos fascistas y parapoliciales avanzaban a pasos agigantados en la represión de militantes al amparo del aparato del Estado.

 Era la época en que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que reconoce su fundación el 1º de octubre de 1973, contaba con el apoyo de un sector importante del oficialismo y de las conducciones sindicales burocráticas, se iba haciendo famosa en la generación de atentados contra locales partidarios y medios que no coincidían con el pensamiento hegemónico del gobierno y donde por el mismo motivo, empezaba a registrarse el asesinato y la desaparición de militantes.

Ese contexto rodeaba aquella conferencia de prensa a la que llama el Presidente, ya que el tema del accionar de los grupos parapoliciales de derecha estaba en boca de todos.

Es allí, donde esta joven periodista de apenas 30 años, que trabajaba precisamente en el diario El Mundo, por entonces en manos del ERP, se identifica y, respetuosamente se dirige al Presidente iniciando el siguiente diálogo según cuentan y coinciden todas las crónicas de la época:

– Señor Presidente, en el transcurso de dos semanas hubo exactamente 25 unidades básicas voladas, doce militantes muertos y ayer se descubrió al asesino de un fotógrafo. Evidentemente todo está hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha.

Perón enciende un cigarrillo, nadie habla y le responde:

–¿Usted se hace responsable de lo que dice? Eso de parapoliciales lo tiene que probar. –Se dirige a su edecán y le dice: Tomen los datos necesarios para que el Ministro de Justicia inicie la causa contra esta señorita.

Ana Guzzetti, con un coraje superlativo, no se echa atrás y continúa:

–Quiero saber qué medidas va a tomar el gobierno contra todos estos atentados fascistas.

Perón no puede creer que alguien lo esté desafiando así y responde:

–Las que se están tomando. Estos son asuntos policiales que están provocados por la ultraizquierda, que son ustedes, y al decir esto la señala con su dedo, y la ultraderecha, que son los otros. De modo que arréglense entre ustedes; la policía procederá y la Justicia también.

Indudablemente que el Poder Ejecutivo lo único que puede hacer es detenerlos a ustedes y entregarlos a la Justicia. A ustedes y a los otros.

Ana, con admirable obstinación y valentía, todavía dice:

–Le aclaro que soy militante peronista desde hace trece años.

Perón se pone en pie. Da por terminada la conferencia de prensa.

Pero antes, entre irónico y desdeñoso le dice a la periodista:

–¡Hombre, lo disimula muy bien!

La firmeza con la que Guzzetti le ratificó al Presidente su propia identidad, que consistía en su adhesión desde hacía trece años al movimiento que él conducía (algo que no le imposibilitaba decirle la verdad), marcan un momento histórico. Un peronista, desde su identidad peronista, disentía públicamente con su líder.

No pasó mucho tiempo para que intentaran secuestrar a la periodista. Episodio del que entonces pudo salvarse gritando – Soy Ana Guzzetti! ¡Me están secuestrando!

La querella contra la periodista y el diario se presentó días después y sus directivos fueron notificados durante un allanamiento que se llevó a cabo en la redacción, donde detuvieron a 17 periodistas, entre ellos a Ana Guzzetti.

El 14 de marzo de 1974, y tras innumerables agresiones, el diario El Mundo es clausurado. Según relata su hermano Alberto, Ana finalmente fue secuestrada. “…Estamos seguros: ella fue secuestrada por las preguntas a Perón en la rueda de prensa, por la alcahuetería política, ellos mandaban en cana a todo el mundo…”.

Guzzetti contó por entonces que fue torturada por grupos que asociaba a la Triple A. Y no llegó a ser una “desaparecida” por la influencia de su tío marino, César Guzzetti, quién más tarde, en el inicio de la dictadura fue canciller de Videla.

Luego de estos episodios, se fue a vivir a Río Ceballos en la provincia de Córdoba y en la década del 90 ingresó a la agencia noticiosa Télam. La periodista se había reconciliado totalmente con su padre político, aquel Presidente al que tanto incomodó y como dijo otro periodista respecto de ella “…hasta se había peronizado…”. Fue enviada como corresponsal a Trenque Lauquen.

EL DEBATE SOBRE LAS CONFERENCIAS

La periodista Laura Di Marco escribió hace unos años para La Nación una nota sobre la vida de Guzzetti y en sus párrafos referidos a la última etapa de la vida de la mujer que murió a los 68 años escribió: “La vida no había sido amable con ella y se le notaba en el cuerpo, en el alma y en el carácter. Fumaba dos atados de cigarrillos por día, se descuidaba de mil maneras, tenía problemas con el alcohol. Había comenzado su proceso de autodestrucción, lento pero seguro. A mediados de los 90 tenía poco más de cincuenta años, pero parecía una mujer mucho mayor. La detención, la tortura y los avatares del exilio interno – se había refugiado en Córdoba– que siguieron a aquella osadía memorable, seguían, al parecer, pasándole factura.

Se salvó de ser una desaparecida por la influencia de su tío marino, César Guzzetti, quien más tarde, en el inicio de la dictadura, fue canciller de Videla. Antes del golpe, aparentemente, aún se podía interceder con algún éxito por familiares de víctimas de la represión ilegal.

Hacía esfuerzos, pero no se adaptaba a la redacción y, entonces, el peronismo, por culpa, reparación o empatía, técnicamente le «inventó» una corresponsalía en Trenque Lauquen, un lugar insólito para un corresponsal. Allá, decían, iba a poder trabajar más tranquila. Se lo merecía.

Pero Ana no podía con su genio. Apenas llegó al pueblo, organizó en esa ciudad la primera marcha por el asesinato de José Luis Cabezas. Años antes, durante su exilio interno en Córdoba, le había puesto el cuerpo a una investigación periodística sobre el asesinato del ex senador radical Regino Maders, que aún sigue impune. Nunca dejó de sentirse orgullosa por aquella pregunta que mostró al rey desnudo y logró instalar en el centro de la escena lo que todos sabían, pero callaban.

«Pero su salud física y mental se deterioraban a pasos agigantados. Incluso, una noche tuve que salir a buscarla porque andaba vagando de madrugada y sin rumbo por el pueblo», cuenta Ana María Ford, una periodista jubilada que aún continúa trabajando en el diario La Opinión de Trenque Lauquen y que la acompañó, hasta donde pudo, en sus años finales. A Ford y a otros periodistas de Télam Ana llegó a contarles que después de aquella conferencia de prensa, en febrero de 1974, logró tener un encuentro cara a cara con Perón poco antes de su muerte. Entonces, Perón le habría dicho: «Mientras yo viva, no te va a pasar nada».

Ana María Guzzetti, la periodista que “se atrevió” a preguntarle a Perón en 1974, murió sola y olvidada en Trenque Lauquen el 26 de mayo de 2012. Su historia se hizo muy conocida en el año 2014 cuando en el programa 6,7, 8 de Canal 7 se generó un debate sobre las conferencias de prensa y salió su nombre.

Fuentes Resolución del Congreso de la Nación y diario La Nación. Foto: Gentileza Hugo Tiseira.