Pensaba si este es el piso desde el cual podamos levantarnos. En un contexto que parece la tormenta perfecta con una pandemia que deja muertos por to
Pensaba si este es el piso desde el cual podamos levantarnos. En un contexto que parece la tormenta perfecta con una pandemia que deja muertos por todos lados, comercios cerrados, empresarios quebrados, trabajadores sin empleo, estudiantes sin horizontes y cientos de deudos que lloran a sus familiares, le agregamos los ingredientes bien argentinos de crisis, protesta y algunas manos negras que disfrutan cuando todo va mal.
El reciente reclamo de las fuerzas de seguridad provincial es legítimo por cuanto la consigna es básica y entendible: la plata no alcanza, como asalariados están atrasados y la situación es muy dificultosa para ellos como todos hoy en la Argentina. Hay un gran esfuerzo para sumar otras aristas de tipo políticas al debate, pero el eje no deja de ser un reclamo gremial de trabajadores a lo que en pandemia se les exige más pero se les paga menos.
Se puede observar si, para sumar también un dato político si se quiere, que haciendo foco sobre el cuadro salarial, se percibe que la pérdida del poder adquisitivo se aceleró fuerte durante el gobierno anterior pero el polvorín estalló recién ahora. De ningún modo eso le quita legitimidad al reclamo que más allá de algún dato político y de la vigilia afuera de la Casa del Presidente que es absolutamente repudiable, tiene como raíz un reclamo salarial, justo y atendible, y ahora asoma como el emergente de todos los estatales que saldrán en fila a reclamar por los atrasados salariales.
No sabemos si es justo que las tintas recaigan sobre el gobierno de Axel Kicillof, que asumió hace 9 meses y de los cuales 6 transcurrió en pandemia, porque los sueldos son bajos desde hace mucho tiempo. Pero más allá de la justicia o la injusticia en este tema, hoy es el gobernador y el empleador y quien debe dar las respuestas, tanto él como su ministro de Seguridad que cuando pasó por Trenque Lauquen no saludó a los policías ni visitó la Comisaría, un dato que aquí nadie dejó pasar por alto.
La demanda de los policías, a los que suman ahora los docentes, médicos y los estatales en general no es la única. Los privados miran con recelo que los municipios no intenten meter manos a las fases y cerrar comercios o reducir horarios. En un año de ventas por el piso, nadie se puede permitir más meses a pérdida. Es la vieja parábola de la manta corta: si nos tapamos los pies, destapamos la cabeza.
En un mundo en crisis y desorientado por una pandemia sin precedentes, con una economía que se resquebraja por todos lados, están también los que consideran cuanto peor, mejor. Y entonces hacen leña del árbol caído, de la desazón y de la crisis.
Ahí apuntamos a muchos dirigentes políticos que creen que podrán sacar rédito de todas las cosas malas que nos pasan, fogoneando los sinsabores, alentando las protestas, carroñando, dividiendo y generando caos.
Los grandes artífices de la grieta quizás no alcanzan a vislumbrar aún, que los argentinos nos cansamos de las divisiones. No es posible seguir sosteniendo una dirigencia política que se mira el ombligo y tiene estos comportamientos adolescentes que culpan al otro de todos los males. Esa actitud, en algún momento, dejará de darles votos. Se quedarán solos, con los aplaudidores incapaces de generar una lectura crítica, que existen de ambos lados de la grieta y que twitean zonceras, memes y sarcasmos como si fuera una gracia. Son unos imbéciles, de uno y otro lado.
Pero como no todo está perdido, nos quedamos con la buena acción política del día, la que protagonizaron los chicos de 30 de Agosto, militantes del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, que firmaron una solicitada en conjunto, en la que instan a la responsabilidad y al cuidado por el covid.
El mensaje es alentador. No porque consideremos que las diferencias no sean válidas ni que la formación ideológica sea valedera y que cada uno debe preservar su identidad. Sino porque por suerte nos permite avizorar a una generación venidera que cree que el otro no es el enemigo ni el otro tiene la culpa de todo, sino que entiende que a pesar de todos los matices, lo mejor es trabajar juntos para poder salir adelante y campear las tormentas más difíciles.
Por Dardo Lambertt – OESTE BA