En el año 2004, y tras la sucesión de desalentadores exámenes de ingresos en las universidades públicas, la Provincia de Buenos Aires decidió revisar
En el año 2004, y tras la sucesión de desalentadores exámenes de ingresos en las universidades públicas, la Provincia de Buenos Aires decidió revisar la reforma educativa que había instaurado una década atrás, asumiendo el fracaso de esa política que modificó con otra reforma a partir de 2006 y culminó con el egreso de la última promoción en 2011. Fue el punto final para el no muy bien recordado sistema de EGB y Polimodal.
Esa política educativa fue muy resistida desde distintos ámbitos, y encontró en Trenque Lauquen una de las abanderadas de la resistencia: Cristina Cerdá, que por entonces era la directora de la Escuela 2. La presión de ella y la comunidad educativa de ese establecimiento hicieron que finalmente la Provincia inaugure el edificio que se conoció como el Anexo en el año 2003, un inmueble que ella señala como uno de sus hijos.
Hoy, con 67 años y jubilada hace más de 10, aún mastica bronca cuando se acuerda de esa reforma educativa que la llevó a jubilarse “no quería morirme de tristeza”, le dice a este diario. Cristina Cerdá pertenece a la última generación de docentes egresadas del viejo Colegio Nacional, eso fue justo hace 50 años, y planean un encuentro para noviembre.
Su primer trabajo como maestra fue en Trongé y pasó luego por Las Guasquitas. En aquellos años tenías que hacer “campo” antes de lograr las titularizaciones, luego pasó por la Escuela 5 y finalmente llegó la 2 “que era mi anhelo porque había sido alumna”, le dijo a OESTE BA.
“Mi sueño es el aula, la tiza, el pizarrón y 30 chicos. Soy tan feliz con el olor a tiza, es un gran placer para mi, poder hablarle a los chicos, contarles un cuento”, dice la ahora docente jubilada que admite como “un error” asumir el cargo de la dirección que ocupó durante 20 años “porque te aleja del aula y te acerca más al trato con los adultos y la conducta humana del adulto es más difícil”.
La marcha de la bronca
Hoy concurre encantada a la maratón lectora con la que anualmente la convocan para leer a los chicos. Le recuerda sus sueños de educación “cuando era chica bajo la higuera colgaba un cencerro y tocaba la campana, le daba clases a las sillas de manera imaginable, yo era feliz siempre dando clases”.
Pero rápidamente nos trae al tema que aún le obsesiona “se pretendió hacer una reforma que incluyó Octavo y Noveno en las Escuelas, sin capacitación, ni edificios, qué querían hacer” y recuerda que “teníamos que poner la cara con los padres”. En aquellos días la Escuela 2 dictaba séptimo en su edificio; octavo en la ENET y noveno en el Comercial. Era como criar tus hijos en la casa de tu suegra llegamos a tener 1100 alumnos y más de 100 docentes a cargo”.
Con perfil rebelde y contestatario, Cristina Cerdá enfrentó en aquellos años a las autoridades a cargo “la inspectora me dijo ‘vos sos empleada si te gusta bien y si no andate, acá en frente hay una verdulería anda a pedir trabajo’”. Cuando la Escuela 501 construyó su inmueble, la comunidad educativa de la 2 comenzó a pedir por un edificio anexo “hicimos varios viajes y hasta nos recibió el ministro” que era Mario Oporto a quien se encontró el año pasado en un avión y aprovechó para increparle aquella reforma.
La educación ayer y hoy
Por aquellos años los padres armaban carpas en la rambla de la escuela para que sus hijos ingresen allí. Pasaban varias noches para ser los primeros en anotarse. Eso destacaba la calidad educativa de su escuela y la preferencia de los padres, sin embargo, tampoco era algo que la halagara.
“Me daba vergüenza que los padres hacían cola para entrar a la escuela, yo proponía que fuera por sorteo”. También cuestionó la entrega de frutas, “había que darles una manzana a cada chico, en ese momento la matrícula no era de bajos recursos en la Escuela 2, los chicos las tiraban al inodoro pedía que no nos dieran a nosotros. Nosotros sabíamos bien qué chicos necesitaban más cosas y estábamos sobre ellos, pero la mayoría en ese momento no lo necesitaba”.
Siempre fue una piedra en el zapato para las autoridades y un hueso duro de roer, incluso para los sindicatos a pesar de su militancia gremial. “No me gustan los paros docentes, el gremio me tiraba la oreja. Una medida que adoptamos fue no hacer boletines, no tomar asistencia, no enviar registros para no hacer paro, pero no le interesó a nadie. Entiendo que lo único que molesta es el paro pero a mí no me gusta, prefiero otras herramientas”.
Sin embargo, coincide en todo con la lucha. “Tenemos el sueldo más bajo y cobramos el ultimo día de entre todos los empleados públicos, hay un maltrato y desprestigio hacia el docente. También creo que el docente tiró lo toalla. A los políticos y a los padres no les interesa la educación, si les interesa harían algo para cambiarlo. Si los padres hacen una marcha tendrían un efecto inmenso”, sostuvo.
Admite que por su “forma de ser” tuvo problemas dentro del sistema educativo y que ella se formó en un sistema “más conductista, un sistema de militares, que los chicos memorizaban las cosas. Ahora es más complejo, se enseña cómo se llega a distintas cosas. El chico está bombardeado de pantallas y carteles todo el día, y después lo sometés 4 horas a un pizarrón con una tiza, no sé si eso sirve ahora”.
“Nosotros nos criamos con la máxima que los saberes estaban en la escuela, hoy los padres no lo consideran así, hay un enorme desprestigio para los docentes” y dijo que “el salón de clases de una escuela pública es la sociedad en chiquito, tenés todos ahí”.
Casada hace 44 años con Omar Antonio Sorrento es madre de tres hijos Marianella, Mercedes y Joaquín y tiene 4 nietos. Hace 20 años participa de la Comisión del Taller Protegido Peñi Hué. Hoy dice que tiene tiempo lar natación, computación y bordado “hago todo lo que no pude hacer cuando trabajaba. Sentía culpa de dejar a mis hijos solos por trabajar tanto”.
Cuando se le pregunta si espera algún homenaje, que algún aula lleve su nombre, se ríe “no me interesan esas cosas. Me encanta cuando estoy en el súper y viene un señor y me dice ¿se acuerda de mi?, eso es lo más importante”. Luego se queda contando anécdotas, de los chicos que se portaban mal, de los viajes a Pehuen Co, de la pruebas, de los dibujos y chistes en los que apareció en el diario. De la lucha en síntesis, de una vida dedicada con pasión a la enseñanza.