“The economy, stupid”, es la economía estúpido, fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. La frase se popularizó en todo el mundo y permitió poner en blanco sobre negro cuál es el tema que motiva a los electores a la hora de emitir su voto: el bolsillo.
La mayor parte de los argentinos votó el domingo con el bolsillo, fue un gesto de rebeldía y castigo de los sectores medios y medios-bajos por los continuos aumentos en los alimentos, las naftas, las tarifas, y todo lo que estuviera a la vista. Fue además, un grito de desahogo de los sectores medios-altos por las cosas perdidas que supieron estar al alcance de la mano, como una escapada del fin de semana, cambiar el auto, la posibilidad que los chicos puedan estudiar en Buenos Aires, la fiesta de la nena o abrir tu propio emprendimiento.
Cada voto es una historia, pero el denominador común es la falta de recursos que es sinónimo de la pérdida de sueños. En el último tiempo, sólo un sector muy reducido de la sociedad se dio el lujo de hacer proyectos, el resto nos conformamos con administrar lo que nos quedaba en el mejor de los casos que nos quedara algo, porque otros tantos se cayeron del sistema de manera anticipada como los que perdieron su empleo o bajaron las persianas de sus pymes y comercios.
En el 2017, en las elecciones legislativas, cuando la economía no arrancaba el gobierno pidió un esfuerzo a la gente. A través del voto la ciudadanía respaldó el camino elegido, y se otorgó un crédito adicional a la espera que la tan mencionada metáfora de la mitad del río se hiciera realidad. Nada de eso pasó y la única apelación del gobierno fue siempre a la grieta como salvoconducto. Entonces el crédito se terminó.
No entender esta realidad es un pecado mortal. Nadie que se jacte de ser dirigente político, analista o consultor, puede soslayar estos datos. Es poco creíble que el resultado electoral haya sido realmente una sorpresa cuando todo está a la vista. El discurso político caminó paralelo al de la gente, nadie quiso escuchar lo que la ciudadanía mascullaba, era bronca, decepción y desesperanza.
Tal es el tsunami que se puede llevar puesto a municipios históricamente gobernados por el radicalismo y que han estado haciéndole el aguante al modelo, convirtiéndose en la primera trinchera de contención, la primera puerta que los vecinos golpean cuando no pueden pagar la luz, el gas o no pueden parar la olla. Parece un costo demasiado alto el que algunos alcaldes están pagando.
Al gobierno le costó reconciliarse con la realidad, ni siquiera la contundencia de los votos lo situó en tiempo y espacio. Pasaron tres días hasta que se anunciaron medidas que parecen tardías, sólo destinadas a contener el desborde emocional de los sectores medios y medios bajos, pero que de alguna manera implican el reconocimiento de las causas del fenómeno electoral que está a punto de eyectarlo de la Casa Rosada y que siempre estuvo a la vista y no se quiso ver: es la economía estúpido!