Estudiar, sembrar y vivir en la escuela

La escuela agropecuaria Nro. 1 de Fortín Olavarría es como muchos mundos dentro de uno. Anclada a la vera de la ruta 33 entre Trenque Lauquen y América, Fortín Olavarría alberga a decenas de chicos provenientes de distintos lugares de la región en búsqueda de un sueño: formarse como técnicos…

La escuela agropecuaria Nro. 1 de Fortín Olavarría es como muchos mundos dentro de uno. Anclada a la vera de la ruta 33 entre Trenque Lauquen y América, Fortín Olavarría alberga a decenas de chicos provenientes de distintos lugares de la región en búsqueda de un sueño: formarse como técnicos agropecuarios en una de las zonas más ricas para la producción primaria.

Pero para cumplir el sueño habrá que habitar este mundo que alberga otros, durante 6 y ahora 7 años. Hay un mundo del aula, con tiza y pizarrón; otro de la cría de animales, también la huerta y el fruto de la tierra, por las noches la residencia lejos de casa, toda la semana sin papá ni mamá, y con restricciones horarias para el uso del teléfono celular que, se sabe, es casi como un recurso de primera necesidad para estos adolescentes.

La escuela es una de las más jóvenes de la Provincia. Se creó en 2003 y por la línea de la ruta 33 es la única escala entre 30 de Agosto y General Villegas, ciudades que cuentan con escuelas agrarias. Tiene 100 alumnos y es de gestión pública, y entre su matrícula cuenta con chicos y chicas de las zonas rurales de Trenque Lauquen, Rivadavia, General Villegas y hasta General Pico, La Pampa. La mitad de ellos convive en las residencias de lunes a viernes y vuelven a sus casas sólo los fines de semana.

Al frente del establecimiento está Emiliano Wagner, un profesor de educación física que cambió las pelotas de básquet y vóley por la dirección de la escuela. Reemplaza a la directora que está de licencia. Será guía para este medio durante la recorrida y hablará del otro costado que no se ve en este tipo de escuelas, el acompañamiento a los chicos el costado humano para con ellos que viven fuera de su hogar en una edad temprana.

La escuela tiene sala de faena, un espacio de cría de cerdos, otro de gallinas ponedoras, pollos y conejos. También cuentan con invernaderos y huertas orgánicas. Recolectan huevos y la producción de zapallos, tomates, lechuga y muchas cosas más. Como si fuera poco tienen una radio y una sala de producción alimenticia; una biblioteca y un laboratorio. La gran deuda pendiente es la residencia. La obra se paralizó al 60% de su construcción el año pasado, el Estado dejó de mandar fondos y la empresa canceló los trabajos. Mientras tanto se arreglan en dos inmuebles de la ciudad, uno para chicos y otro para chicas.

La producción

Con 100 chicos en la escuela la cocina no es fácil. Almuerzan y cenan juntos, y la mayor parte de los ingredientes que van a parar a la olla salen de la producción que los mismos chicos hacen durante la semana: pollos, huevos, frutas, verduras. Lo que no comen lo venden a la comunidad y con eso juntan fondos para los gastos. Una de las residencias es alquilada y la cooperadora emite el cheque todos los meses.

Ezequiel es de Segundo año, es de Sundblad, un pequeño paraje rural del distrito de Rivadavia. Camina con botas altas entre los cerdos arrastrando una carretilla. Está haciendo las tareas que le tocan ese día junto a sus compañeros, en la sección de porcinos.

El sol templa la tarde. Es mayo pero la temperatura parece primaveral. Parte del alumnado está en tareas de campo, y la otra mitad en las aulas. Augusto, en la clase de Biología de Cuarto Año, dice que los primeros meses en la residencia son duros “al principio extrañás pero después te vas acostumbrando. Tenés que tender la cama, barrer, juntar la mesa. El teléfono lo podés usar un rato hasta la hora de dormir, y te lo devuelven al otro día cuando te levantás”, dice a OESTE BA.

Para el director la escuela “al estar en una zona rural es una opción excelente para los jóvenes porque muchos ya están familiarizados con la actividad agropecuaria”.

La adaptación

Dijo además que es “difícil para las familias y los chicos los primeros meses de adaptación. Son chicos y estar lejos de su familia y su casa es algo difícil. Tienen que convivir con chicos que no conocen, hacen tareas que en su casa no hacen, pero es un aprendizaje para la vida también”.

Ahí sacan a relucir una tarea que no se ve en otro tipo de escuelas, o que no es necesaria muchas veces. “Para nosotros hay una tarea de contención, muchas veces hay chicos que extrañan, pero tenemos nuestro equipo, las residencias tienen su propio equipo, y con ellos hacen su mayor vínculo y tienen más confianza para transmitir si existiera un problema”. Destaca además que los chicos que cursan allí no tienen problemas de conducta y el rol de los preceptores “son un gran nexo porque ellos están más cerca de los alumnos”.

Es una escuela con mucha estructura porque los chicos están todo el día allí, por tal motivo tienen casi 70 trabajadores y una cooperadora que trabaja fuerte para juntar plata. “Hacemos polladas, eventos y venta de producción. Los gastos son grandes, siempre tenemos ayuda de afuera y donaciones que la gente de la ciudad colabora mucho con nosotros”.

A partir de 2021 el séptimo año será obligatorio para obtener el título de técnico agropecuario y la mayor parte de los egresados “van a estudiar ingeniería agronómica o se insertan en el mercado laboral”.

Matías tiene 12 años, es de primer año, y de la zona rural de Trenque Lauquen. Junto a sus compañeros está en el laboratorio, adelantado tareas y prácticas. En la escuela no hay tiempo para aburrirse, siempre hay actividades para hacer.

Afuera, Marta que tiene 14 años es de Fortín Olavarría, por tal motivo no vive en la residencia, trabaja junto a sus compañeros de segundo año en la construcción de una estructura donde van a mudar a las gallinas ponedoras en los próximos días “acá trabajas y te ensucias un poco, cuidamos animales y hacemos distintas cosas. Está bueno para aprender y trabajar en cosas vinculadas al campo”, dice.

Wagner permanecerá al frente unos meses, no sabe el tiempo que estará en reemplazo. Dice que tiene la ventaja de conocer a muchos de los alumnos de la escuela primaria donde dio clases hace unos años y que lo pedagógico no cambia, sólo que debe incorporar lo relacionado con los animales y la agricultura. Nada que lo sorprenda, está acostumbrado a atajar penales. Tiene una extensa trayectoria como arquero en equipos de la región.

“Siempre tenemos lugares, esperemos que se puede terminar la obra de residencia, pero siempre hay espacio. Le decimos a los papás que piensen en esta opción para sus hijos, para la educación agraria” dice Wagner en el final.

A las 17 horas los chicos comienzan a recorrer el camino de la escuela a las residencias. Cae la tarde, y se abren las puertas de otro de los mundos de esta escuela. La hora de la tarea, del descanso, de hablar con los familiares, enviar mensajes de WhatsApp y recorrer las redes sociales, todo antes de la cena. Todos mundos, que habitan dentro de uno.

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