Historia de madres: la mamá del campeón “Lacho” Cabral

  A Dora Beatriz Fernández en el pueblo casi nadie le sabe el nombre, le dicen la “mamá de Lacho”. Lacho es un joven boxeador, el último heredero de la dinastía “Cabral” de América, una familia de boxeadores de elite, esos dignos de una velada en el Luna Park y…

 

A Dora Beatriz Fernández en el pueblo casi nadie le sabe el nombre, le dicen la “mamá de Lacho”. Lacho es un joven boxeador, el último heredero de la dinastía “Cabral” de América, una familia de boxeadores de elite, esos dignos de una velada en el Luna Park y de algún relato de Julio Ernesto Vila u Osvaldo Príncipi. Dicen los que saben que este Lacho, de 29 años, es uno de los boxeadores más técnicos y exquisitos de la actualidad, supo colgarse los cinturones de campeón y acaba de llegar de una gira por el viejo mundo.

Pero volvamos a lo importante: su madre. A Dora no le sobran las entrevistas con los periodistas. Nos halaga con ser la única que dio en su vida, y para hablar de su hijo. ¿Cuál? Claro, porque Lacho es uno de los 8 que esta mujer de hablar manso y pausado tuvo con su esposo, otro eslabón de la dinastía boxística.

Es tanta la admiración en la ciudad por la familia de boxeadores y por Lacho en particular que una gigantografía en el ingreso a la ciudad nos recuerda que es bien rivadaviense. “Criamos 8 hijos, somos muy humildes, siempre el papá trabajó y nos salieron unos hijos espectaculares, todos son buenos con ninguno he tenido problemas y son todos muy respetuosos”.

Mucho se habla en el ambiente sobre lo que sufre la madre de un boxeador en primera fila. ¿Eso es así? “Tener un hijo boxeador es difícil se sufre muchísimo. Cuando sale de viaje uno piensa en la  ruta y después arriba del ring. El siempre me dice que me quede tranquila, que en poco tiempo va a dejar la actividad”.

Su madre recuerda la pasión que Lacho le puso al deporte y que nadie pensó que llegaría tan lejos y que si hay algo que la deja más tranquila es que su hermano mayor es el manager y entrenador, que siempre está cuidado por un familiar. “Se están acompañando, disfrutan, se divierten y traen anécdotas”.

Extrañamente Dora confiesa que no le gusta el boxeo, aunque cueste imaginarse que en esa sobremesa de domingo alguna vez se haya hablado de fútbol, y explica que ello se debe a que “sufre mucho mirando las peleas” pero infla el pecho cuando se le pregunta por la foto de su hijo en la entrada del pueblo, como un representante de Rivadavia. “Es algo muy lindo, nunca pensé que eso podría darse algún día. Yo creo que ya hizo todo, ya fue campeón, cumplió sus sueños y pudo conocer otros países algo que nunca hubiera logrado si no fuera por el deporte”.

La casa es un desfiladero de chicos, entre hijos y nietos los Cabral siempre están acompañados. Son una familia con sangre de campeones; rudos y guapos arriba del ring, y todo amor y sencillez en el seno familiar.

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