Por Pablo Semadeni
Especial para OESTE BA
Vamos a reseñar en este artículo las circunstancias de un ilustre visitante de Trenque Lauquen, como fue Miguel Grinberg (1937-2022). Miguel Grinberg fue un periodista, escritor y poeta, sensiblemente interesado por las formas de vida alternativas, que él entendía en clave evolutiva y planetaria. A lo largo de su extensa trayectoria como intelectual e impulsor de movimientos renovadores, mantuvo un estrecho contacto con Trenque Lauquen, especialmente con los miembros de la banda Igoagrio y, más tarde, con la Sobrecarga. Los integrantes de estos grupos musicales partían de búsquedas espirituales similares, desplegando las antenas para recibir su voz y mensaje.
Un fundador de experiencias paralelas
Miguel Grinberg fue, entre otras cosas, un pionero en la introducción de la poesía beat en nuestro país, con la que tomó contacto en su primer viaje a los Estados Unidos (1962). A partir de su vinculación con la escena contracultural norteamericana, fue sumergiéndose en los campos de la ecología y la espiritualidad, comenzando a traducir a numerosos poetas y maestros espirituales que, en nuestro país, todavía eran desconocidos. Entre ellos podemos mencionar a Allen Ginsberg, Gregory Corso, Thomas Merton, Alexander Trocchi, Pierre Theilhard de Chardin y Raimundo Panikkar, entre una larga lista. De este sustrato de la cultura norteamericana Miguel Grinberg adoptó la estrategia de la prensa subterránea y underground, todas formas alternativas de comunicación, delineando temáticas novedosas para mediados del siglo XX, con escaso eco en nuestro país.
A su regreso a la Argentina Miguel Grinberg continuó con el desarrollo de su revista Eco Contemporáneo, para impulsar más tarde los órganos Contracultura (década de 1970) y Mutantia (durante los ochenta). En este derrotero, fue un privilegiado testigo y cronista del surgimiento del rock argentino, su principal impulsor e ideólogo, ya que entendía esta expresión cultural como un movimiento generacional que rechazaba las formas de vida lesivas y autoritarias. De manera paralela, fue publicando numerosos artículos sobre estos temas inéditos en diarios como La Opinión (Buenos Aires), a la vez que sus programas de radio El son progresivo, Ecoscopio, Espacio Nave Tierra y Rock que me hiciste bien oficiaron como aglutinante para muchos jóvenes que buscaban nuevas formas de ensayar la vida. De este modo, Grinberg puede ser visto como un «pasador cultural» de extraño linaje en nuestro país, que vivió sumido durante décadas en oscuras dictaduras. A fin de cuentas, realizó una «operación cultural» de vasta escala sobre la cultura vernácula, introduciendo nuevos pensadores y sensibilidades, en una sociedad con tendencia al infantilismo y al encierro.
¿Qué es la Contracultura?
Hablar de Contracultura significa correr el velo de algo que se puede interpretar como oculto o prohibido. Todo lo contrario, la Contracultura fue y es una afirmación cultural de una generación despierta (en sus orígenes la de la década de 1960), que rechazaba los aspectos más alienantes de la sociedad capitalista, de consumo y de masas. Para esto, los pioneros de la Contracultura delinearon un plan de vida sustentable, un Arte Vida vinculado con la ecología, la espiritualidad, las energías renovables, los movimientos sociales alternativos y las comunidades de intención como las comunas hippies. La Contracultura, entonces, significa el lado más sensible de nuestra civilización occidental, una simbiosis con el cosmos y con las otras especies vivientes, intuición que podía parecer alocada en sus comienzos pero que en nuestros días se ha convertido en un dato irrefutable. Para alcanzar esto, los impulsores de esta naciente cultura se valieron de las revistas subterráneas, de la poesía, de la música y del cine experimental, expandiendo su mensaje de pacifismo y de libertad, en una década (1960) convulsionada por la Guerra de Vietnam, la amenaza atómica, el racismo y los autoritarismos diversos. La juventud de la década de 1960 planteó un profundo desafío a la forma de vida de los adultos, quienes se sintieron interpelados y, a menudo, respondieron con la incomprensión y la censura. Su crítica al modelo de desarrollo económico, espiritual y social buscaba volver visibles problemas que con el tiempo se tornarían más lacerantes, apelando a la meditación y a los viajes psiconáuticos, un concepto típicamente grinbergiano, con el que se refería a la toma de conciencia y a los caminos hacia una vida más plena y sustentable.
El surgimiento del rock en nuestro país presentó este dilema de manera paradigmática, cuando aquellos poetas y músicos pioneros eran detenidos en las razzias policiales y conducidos a las seccionales para cortarles el pelo. El Mayo Francés, la Revolución Cubana y el Cordobazo en Argentina, también signaron este convulsionado escenario, anhelando algunos jóvenes (no todos, ya que muchos abrazaron la violencia armada) mayores márgenes de libertad, la huida de un mundo adulto y laboral hostil y de las metrópolis que provocaban disturbios ecológicos y mentales. El retorno a la naturaleza fue un típico movimiento de los miembros de esta generación (una actitud pastoral, digamos), a la vez que la libertad sexual y la experimentación con drogas expansivas de la conciencia sugerían inexplorados repertorios.
Trenque Lauquen, 1981. Primera visita de Miguel Grinberg
Este mensaje liberador, como es de imaginar, sólo podía ser atendido por los jóvenes. Pero no por cualquiera de ellos, sino fundamentalmente por los que tenían inclinaciones artísticas y las antenas en órbita. El rock, de hecho, ya había concretado una avanzada en nuestra región, con bandas como Los Meteoros y The Flower Sons, que tocaban covers en inglés en los bailes durante la década de 1960, afiebrados por la beatlemanía. No obstante, la recepción madura y la digestión del rock fue concretada, a partir de la década de 1970, por los miembros de Igoagrio (Sobrecarga significaría otra vuelta de tuerca), haciéndose eco de este formidable paradigma universal, adicionándole elementos peculiares que serían celebrados por su originalidad. El rock argentino, por lo tanto, no sólo tiene una génesis inscripta en el eje geográfico de Rosario, Buenos Aires y La Plata, sino que su mensaje se proyectó como un chorro de luz en el interior del país. En la misma cuna del rock, los Estados Unidos, la Contracultura y este género musical habían nacido del manto de la sociedad burguesa y de bienestar, cuando los jóvenes disconformes decidieron rebelarse contra los mandatos de los mayores. Trenque Lauquen ya era conocida durante la década de 1950 como la «Perla del Oeste» y el «Emporio comercial e industrial», por su pujante economía y sociedad y por la belleza de su ciudad, agraciada con boulevares, ramblas y palmas. Los miembros de Igoagrio, entonces, partían de este situacionismo, cuando decidieron ensayar ante la sociedad sus gestos iconoclastas.
Es este el momento en que Miguel Grinberg y los miembros de Igoagrio y las Crestas del Extrangulano establecen contacto. El vínculo se materializó a partir del programa de radio conducido por Grinberg, El son progresivo, que sonaba como maná en medio de la desolada Pampa agroganadera. Entusiasmados, los jóvenes establecieron comunicación epistolar con Miguel, quien les envió ejemplares de Eco Contemporáneo y de otras revistas. En Mutantia, por su parte, Grinberg se haría eco de la trayectoria de la banda, cruzándose más tarde en algunos recitales en Buenos Aires, puntualmente en la presentación de Pescado Rabioso (Desatormentándonos) en el Teatro Odeón, que terminó en disturbios.
Recordemos entonces que la banda de rock progresivo Igoagrio se había formado en 1978 en nuestra ciudad, siendo sus miembros estables Sergio Sáez (voz y guitarra), César Dominici (guitarra), Gustavo Collado (batería), Ricardo Robles (consola), Adrián Robles (luces y arte), «Willy» Robles (bajo) y Néstor Polenta (teclados y sintetizadores). Para ese momento venían concretando algunas giras por la Provincia de Buenos Aires y también por el sur del país, desembarcando esporádicamente en Buenos Aires para comprar vinilos, interiorizarse de la escena y brindar su primer recital en la Capital, ocurrido en 1981 en el Anfiteatro de Buenos Aires, un homenaje dedicado a John Lennon que terminó con todos los participantes en la comisaría. En Trenque Lauquen el debut musical de Igoagrio había ocurrido en el Club Argentino en 1978, siendo ya conocidos en la escena local como los «progresivos», jóvenes meditabundos y de pelo largo que recorrían como náufragos las calles y que realizaban misteriosas ceremonias en el Parque Municipal. En estos encuentros artísticos, que inauguraban literalmente una escena y una nueva sensibilidad, solían presentarse afirmando que ejecutaban una «música de ruptura», aclarando que no eran «ni profetas ni payasos». Además, esgrimían una mulatilla por entonces enigmática, como era «La coronación del fracaso terrestre», a cargo de un muñeco-personaje llamado el Extrangulano, ser torturado por el mundo al que devolvía su ira con golpes de martillo. No olvidemos que estamos hablando de 1978, plena dictadura militar, en donde el ambiente era sumamente oscuro y opresivo, tanto a nivel nacional como en nuestra localidad, en donde los miembros de la banda eran considerados como «raros e inadecuados», en definitiva; incomprendidos.
Para esta época, algunos integrantes de Igoagrio habían abandonado los estudios de Psicología en La Plata (Dominici y Collado), debido a los secuestros y al terror reinante por parte de las fuerzas represivas. Escuchar música, especular filosóficamente y caminar por la ciudad eran algunos de sus hábitos, junto con la confección de la revista subte Siempre es nacer, en donde publicaban poemas, canciones y manifiestos. Otro refugio ante la hostilidad del medio era el ArteSala, ubicada en la casa de César Dominici, en donde imaginaban nuevas formas de expresión de cara a la sociedad, sus próximas apariciones, situación que ocurría durante los recitales que se caracterizaban por una fuerte impronta performática.
La música de Igoagrio estaba inscripta dentro de la corriente del rock progresivo, por entonces en apogeo. Un tipo de música que rechazaba las propuestas comerciales o «complacientes», poniendo el foco en largas sesiones instrumentales desgarradas, existenciales y herméticas. El rock cultivado por Igoagrio era para escuchar en silencio y con el intelecto, ya que no se acostumbraba bailar en los recitales, eso ocurriría más tarde con la new wawe a partir de 1980. Y con el tránsito a la Sobrecarga, agreguemos. Mientras tanto, tendían las redes y afinaban su sensibilidad.
Miguel Grinberg en Trenque Lauquen
No deja de ser luminoso que en los anaqueles de la historia de nuestra ciudad pueda afirmarse que Grinberg nos haya visitado. Tal vez como un hecho predestinado, especie de deriva cósmica. Esto ocurrió entre el 5 y el 7 de diciembre de 1981, cuando brindó una disertación titulada «El poder del no unánime», de la que se hizo eco el diario La Opinión en una extensa nota. Previamente, entre el 5 y el 6 de diciembre, Igoagrio había realizado dos eventos «diferentes» en el Teatro Español, seguramente como marco de esta visita, por lo que las bases del encuentro parecían bien aceitadas. Lo cierto es que estos dos recitales oficiaron como despedida de la banda, en rápida transición hacia el post punk. El mentor del rock argentino y los jóvenes de Trenque Lauquen pudieron, finalmente, mirarse a los ojos y respirar en silencio.
En la nota publicada en La Opinión el 8 de diciembre de 1981 se extracta buena parte de la disertación de Grinberg, en un espacio destacado. Allí se dice que el encuentro había tenido lugar el 6 de diciembre «en las primeras horas de la noche», en el Teatro Español. En esa ocasión Grinberg se refirió a algunos de sus emprendimientos, entre ellos la revista Eco Contemporáneo y sus programas de radio, junto con el movimiento «La Cultura del Futuro», que lo llevó a diferentes puntos del país y también a Trenque Lauquen. Mencionaba Grinberg:
«Argentina es uno de los primeros exportadores de inteligencia del mundo,
país subpoblado que se da el lujo de prescindir de su mejor gente».
Luego de esta aclaración y a pesar del clima de insatisfacción, Miguel Grinberg señaló el subrepticio crecimiento de una «conciencia planetaria», que asociaba al advenimiento de «La Generación de Acuario», giro cultural que tendría un gran predicamento durante la década de 1980. El industrialismo en boga, afirmaba, reducía a los individuos a una mera función, para luego desecharlos. Lo mismo ocurría con instituciones anquilosadas como la escuela, que reprimía antes que estimulaba el potencial de los niños. Decía:
«La vida, por usar una frase poética, es un viaje, una especie de travesía».
El secreto de la conciencia, según Grinberg, era explorar este potencial de la vida humana, en vez de dilapidarlo en matanzas y guerras (fue profético al respecto, ya que en 1982 Argentina se embarcaría en la Guerra de Malvinas). Abogaba, entonces, por la colaboración de las fuerzas sociales, mencionando a las nacientes Organizaciones No Gubernamentales (ONG), encargadas de impulsar una nueva agenda vinculada con la energía renovable y con formas de vida más sustentables. Es decir, la agenda del futuro.
Resulta fácil imaginar que la disertación de Grinberg fue mucho más extensa y que habrá estado jalonada por numerosas anécdotas. No obstante, el vínculo estratégico de los miembros de Igoagrio con uno de los fundadores de la ecología en nuestro país no deja de ser fértil en imágenes, como si esos jóvenes artistas náufragos de nuestro medio hubieran intuido el advenimiento de un nuevo paradigma, en nuestros días latente.
Miguel Grinberg nos visita por segunda vez
La segunda visita de Grinberg a Trenque Lauquen ocurrió el 3 de mayo de 2015, oportunidad en que también brindó una conferencia invitado por AMI Plazoleta y la Municipalidad de Trenque Lauquen, donde se ve la mano de César Dominici y de Rauly Goya por detrás. Este encuentro se celebró en la Casa de la Cultura y el Bicentenario y el título de la disertación fue «Una generación profética». Grinberg gustaba siempre de referirse a su generación (la del sesenta) como un parteaguas, como un esfuerzo programático que había arrojado resultados dispares. De esta conferencia se conserva un video de Youtube realizado por Marcelo Rossi y algunas entrevistas radiales. Mucha agua había corrido bajo el puente entre 1981 y esta última fecha, tanto a nivel personal, como en la estructura del país, las mentalidades y creencias. La advertencia de Grinberg lanzada en 1981 finalmente pareció consumarse, sumergiéndose la Argentina en un espiral de fatalismo y decadencia, de empecinada cerrazón.
Durante este interregno y luego de la etapa Igoagrio, del mismo Trenque Lauquen nacería Sobrecarga (con la incorporación de «Ruffo» Palezza y en Buenos Aires de Horacio «Gamexane» Villafañe), ya en los primeros años de la década de 1980, cuando ocurrió una profunda transformación en la sociedad y también en la música. En cuanto al rock, los sonidos progresivos fueron abandonados, para sumergirse en una nueva ola que proponía el ritmo, el baile y el despliegue de los cuerpos. Esto llegaría a su clímax durante la Primavera Alfonsinista, cuando surgió un nuevo under y un notable renacimiento del rock argentino. Sobrecarga fue uno de los animadores de esta escena, no sólo en Trenque Lauquen sino también en prestigiosos escenarios nacionales. Al fin y al cabo, parecía que el reconocimiento golpeaba sus puertas, luego de largos años de identificárselos como «raros» y «herméticos». Sus sonidos comenzaron a transformarse, volviéndose más ligeros y frescos, aunque jamás perdiendo una atmósfera densa y experimental, cualidades que marcaron su originalidad.
Este flechazo de luz y de entusiasmo me arrasó durante mi adolescencia, cuando tomé contacto con la música y con algunos miembros de la banda. Mientras tanto, el vínculo entre Miguel Grinberg y sobre todo con César Dominici seguía latente, arribando nuevamente a nuestra tierra el viejo lobo de mar en el 2015. La ocasión fue brindar la conferencia mencionada, hecho que traería para mí grandes consecuencias, positivas, ya que en esa oportunidad César me presentó a Miguel. De ese encuentro me quedó su sonrisa cómplice, especie de santo y seña.
Más tarde, ya en Buenos Aires, mantuve un frecuente trato con él, impulsando junto con otras personas encuentros poéticos y musicales, editando de manera conjunta la revista el OjO y hacia el final propalando por Radio Nacional el programa «Nexitud», que se proponía una «Arquitectura del Nexo», junto con Adrián Ruiz y Perla Gabisson. Grinberg, en este momento de su vida, se encontraba cosechando su enorme caudal de conciencia y de luz, el fluir manso de su existencia, la confianza en las cosas buenas. De hecho, en 1988 las Naciones Unidas le había otorgado el Premio Global 500, por su compromiso con el medioambiente y la ecología. En el 2014, en cambio, La Legislatura porteña lo había reconocido como Personalidad destacada de la cultura de la ciudad de Buenos Aires. De esta manera, su irradiación nacional e internacional se fue acrecentando con el transcurrir de las décadas. Uno de sus legados más importantes que nos ha obsequiado fue el de haber desarrollado el concepto de «Planetariado» y de «Fundaciones Paralelas», la unión de los espíritus detrás de un objetivo común, la certeza de la interrelación de las partes con el cosmos y con el universo, especialmente en un momento de profunda crisis civilizatoria. Y, sobre todo, no empeñarse en los caminos obturados.
Tuve la enorme fortuna de haber conocido a Miguel Grinberg y de haber podido trabajar con él. En mi caso, aunque tal vez no importe, también me venía deslizando por algunos «pasadizos culturales», especialmente desde el pensamiento histórico y político que me parecía desabrido. Miguel Grinberg y César Dominici fueron los responsables de este pasaje mío, sumergiéndome en el arte y en una paleta de conocimientos vitales. Ahora lo veo, como si se tratara de dos demiurgos. Es por eso que Miguel Grinberg es semilla buena que fertilizó nuestra tierra.








