Laura Citarella, una de las figuras más destacadas del cine argentino contemporáneo, continúa su exploración de la narrativa y la estética a
Laura Citarella, una de las figuras más destacadas del cine argentino contemporáneo, continúa su exploración de la narrativa y la estética a través de su nuevo cortometraje, El Affaire Miu Miu. Miembro de El Pampero Cine, Citarella ha realizado obras que han sido reconocidas y premiadas en festivales internacionales como Rotterdam, Locarno, Venecia y la Quincena de Cineastas de Cannes. Su trayectoria incluye títulos notables como Ostende, La mujer de los perros y Trenque Lauquen, en los cuales combina el misterio y la ficción de manera única.
El Affaire Miu Miu se presenta como más que un simple cortometraje de ficción; es un ejercicio de creatividad y experimentación. En este corto, Citarella entrelaza el universo de sus películas anteriores con la marca de moda italiana Miu Miu, creando un ambiente lúdico y relajado que invita a la audiencia a disfrutar del juego cinematográfico.
La trama gira en torno a una modelo que llega a Trenque Lauquen para una sesión de fotos. Desde el inicio, la incongruencia entre la modelo y el paisaje pampeano es palpable. Sin embargo, lo que comienza como un evento de moda se transforma rápidamente en un misterio, cuando la modelo desaparece sin dejar rastro. A medida que una detective, una comisaria y una vidente intentan rastrearla, solo encuentran pistas crípticas: prendas de Miu Miu dispersas por el campo argentino.
Citarella, en su característico estilo, utiliza la desaparición como un catalizador para una serie de interacciones absurdas y cómicas. Los personajes se mueven entre el humor y lo enigmático, creando un ambiente donde lo inexplicable se convierte en parte de la cotidianidad. La vidente, por ejemplo, escribe en su anotador buscando epifanías más por placer que por necesidad, mientras que las investigadoras bailan sobre lo que podría considerarse la “escena del crimen”, haciendo del proceso de investigación un juego en sí mismo.
La obra destaca por su estética, donde la moda no solo adorna la narrativa, sino que se convierte en un elemento simbólico del misterio. Las prendas de Miu Miu son más que vestimenta; son rastros de la modelo que desapareció, y su presencia en el cortometraje refuerza la dualidad entre la alta costura y la vida rural.
La dirección de Citarella se inspira en un enfoque donde lo cotidiano se mezcla con lo extraordinario, un sello distintivo de su filmografía. El Affaire Miu Miu sigue esta línea, pero lo lleva a un nuevo nivel de humor y ligereza. El cortometraje se asemeja a un tablero de juego donde los personajes y sus interacciones crean un espacio mágico, casi como un universo paralelo en el que lo absurdo y lo enigmático coexisten en armonía.
El Affaire Miu Miu es una celebración de la creatividad y la sororidad, un recordatorio de que el cine puede ser un espacio para el juego, la experimentación y la exploración de nuevas ideas. Con un enfoque que mezcla humor, misterio y moda, Laura Citarella ha creado una obra que invita a la audiencia a cuestionar la realidad mientras se sumergen en un mundo visualmente cautivador.
A medida que Citarella continúa su trayectoria, El Affaire Miu Miu se posiciona como un testimonio de su habilidad para desafiar las convenciones narrativas y estéticas, ofreciendo al público una experiencia cinematográfica única. En esta entrevista, la directora profundiza en su proceso creativo, las inspiraciones detrás del cortometraje y sus visiones futuras en el mundo del cine.
—¿Cómo fue llevar esta propuesta de hacer un corto que vincula a una marca de moda con Trenque Lauquen? ¿Cómo surgió esa fusión?
—Es esta vieja idea de que siempre terminás filmando la misma película. Una película que cambia según cuándo y cómo la filmes. Las películas que yo he dirigido se deben mucho las unas a las otras. Trenque Lauquen a Ostende y también a Las poetas visitan a Juana Bignozzi, pero un poco a La Mujer de los Perros. Existe una especie de endogamia entre las películas que hacemos. No solo en las que una dirige sino también las que una produce o hace desde otros rubros. En este caso, que era un encargo, un proyecto solicitado desde afuera, había que incorporar una gran novedad: una marca de ropa. El mundo de la moda es, para mí, un mundo ajeno, extraño. Por eso había que incorporarlo a algo que yo sí conocía. Ese cruce me parecía la manera más honesta de abordar esta película corta. El cine tiene esa capacidad de reunir cosas aparentemente incompatibles o lejanas, como Miu Miu y Trenque Lauquen. Ese encuentro es casi un milagro. De eso se componen la mayoría de las películas, de milagros.
—¿Cómo fue trabajar por encargo y con una marca que puede imponer algún condicionamiento?
—No había limitaciones. La principal limitación fue la duración. Nosotros no estamos acostumbrados a formatos cortos o, más bien, a predeterminar las duraciones de los materiales. Normalmente nuestras películas tienen las duraciones que los relatos imponen. Y cada escena dura lo que se necesita. No solemos trabajar por encargo ni con ese tipo de limitaciones. Este corto de 20 minutos fue filmado con nuestro estilo habitual, con sus derivas y sus posibilidades. Con estructura de largometraje pero con la cabeza puesta en un corto. Fue un gran trabajo ajustar el material a un límite de tiempo determinado. Y nos impresionó mucho cuánto puede reinventarse un material a partir de esos ejercicios, de ritmo y de duración.
Nunca había trabajado con una marca, ni con un encargo de este tipo. Fue sorprendente que, salvo por la duración, nos dieran tanta libertad y confianza: nos proporcionaron presupuesto, aseguraron un festival y nos permitieron explorar. Sabíamos que la ropa debía aparecer, pero ni siquiera nos impusieron mostrarla de tal o cual manera. Fue importante para mí quitarle solemnidad y seriedad al tratamiento de la ropa. Había que integrarla como un elemento de ficción, con mucho humor y con cierta ironía. Y descubrí que eso era algo posible en el trabajo con ellos. Miu Miu se divirtió y aceptó cada cosa que propusimos. Más allá de querer visibilizar una marca, claro, creo que tienen claridad sobre qué hacer con este proyecto, que excede a la marca y que lo que al final espera es reunir directoras de todos los tiempos y que estos cortos se vuelvan también un documento de la moda, las mujeres y el cine.
—¿Qué sienten al intentar explicar el método que usan para hacer sus películas?
—Es difícil explicar cómo trabajamos. Puedo contar algunas cosas, algunos aspectos, sistemas, códigos, pero hay algo de la experiencia que no se puede trasladar tan fácilmente. Mucha gente que visita nuestros rodajes no entiende cómo podemos hacer todo siendo solo cuatro personas. Este no es el cine que la mayoría busca hacer. En general se empieza así en la universidad, pero luego se espera producir con más recursos, organización y comodidad. Nuestro método, si es que existe tal cosa, está en constante mutación: cada película encuentra su propia forma de hacerse, de producirse y de organizarse. No hay una fórmula. Algunas películas grandes sostienen a las más pequeñas y viceversa, creando una red de producción flexible.
Cuando intentamos explicar esto, en general nos damos cuenta de que no es tan fácil, porque es un esquema que lleva mucho tiempo, mucho de la vida. Las películas no son un paréntesis, sino una constante. Y tenemos amigos, familia, gente alrededor que también quiere y puede trabajar así. Pero no estoy segura de que sea algo que invite a ser repetido. Supongo que lo que una busca transmitir en estos espacios en los que habla, es cierto entusiasmo por filmar. Y también cierta importancia de cuestionar las estructuras tradicionales del cine. O quizás no cuestionarlas, pero sí repensarlas, para que las películas existan (que es lo mínimo que se le puede pedir a una película). De todas formas, hoy – con el panorama actual – es difícil debatir sobre producción de cine y sobre cómo hacer películas, dado que la industria y todo el sector está peleando por sobrevivir. La agresión general hacia el sector, el tipo de diálogo que se instaló alrededor del cine es tan absurdo, payasesco y dañino que no ha dejado espacio para otros debates.
—También pensaba en la importancia de tu rol múltiple, donde no solo piensas en la película como directora, sino también como productora. Eso rompe con la idea de que el director debe estar aislado de los temas de producción y gastos, ¿no?
—Siempre pienso que si no hubiera formado parte de El Pampero Cine, no hubiera sido productora. Es un espacio donde los directores pueden producir, pueden imaginar y pensar solidariamente la producción. Mariano Llinás, por ejemplo, dirigió Historias extraordinarias y yo fui la productora pero, más allá de los créditos, tengo el recuerdo de haber pensado juntos prácticamente cada resolución de producción para cada dificultad que tenía la películas (que las tenías, claro, porque no teníamos dinero y era una película muy ambiciosa en términos de producción). Cuando lográs fusionar dirección y producción, encontrás soluciones diferentes. A veces, una idea de producción viene antes que la puesta en escena, y la dirección se adapta a ella. Esto permite que el material sea más diverso, artesanal y único. En nuestro equipo, los problemas se comparten de forma equitativa.
—Me llamó la atención el concepto de respeto hacia el lugar y las personas donde uno filma, evitando que la producción llegue, irrumpa y desaparezca. En el caso de Trenque Lauquen, ¿cómo fue esa relación con la comunidad?
—El cine sustrae e invade. Supongo que por la forma de trabajo, tan integrada y grupal, hemos intentado trabajar cuidando ese aspecto lo más que se pueda. En Trenque Lauquen encontramos una dinámica de colaboración: un equipo local que ahora es parte de nuestro grupo. Esto se vuelve un método y un verdadero encuentro entre el cine y el pueblo, formando una especie de comunidad. Las películas son también esos intercambios: qué deja una allí y qué se lleva. Hay algo un poco primitivo, de trueque, de intercambio, de encuentro o de reciprocidad. Me cuesta pensar en otra forma de trabajo.
Nota Infobae