Por Daniela Villaro
Periodista de Canal 12
Alejandra Locomotora Oliveras nació en la miseria. Miseria de verdad, de esa que le hacía doler la panza de hambre.
Tuvo un hijo a los 15 años. Sufrió violencia de su pareja y cuando pudo defenderse, le devolvió el golpe y lo dejó. Simplemente se fue con su hijo y no volvió más.
Empezó a boxear a los 19.
Ganó 6 títulos mundiales.
Con su cuerpo descomunal, los labios pintados de rojo furioso, el pelo castaño, rojo o rubio según la ocasión y un carisma a toda prueba se convirtió en influencer, activista y, recientemente, figura de la política santafesina.
Contaba su vida sin resentimiento ni autocompasión. Todo lo contrario. ¨Si yo puedo, vos podés¨, decía.
La Locomotora era arrolladora. Sus mensajes en las redes tenían la fuerza de un zamarreo tan impiadoso como amoroso. “Adentro tuyo hay un campeón, una campeona”.
No lo decía con ternura, sino a los gritos. Cerraba los puños, inflaba los músculos y miraba fijo a la cámara con los ojos delineados de negro. Por alguna razón, esos mensajes eran contagiosos. Primero despertaban una sonrisa, pero después daban ganas de calzarse las zapatillas y salir a caminar por alguna calle cualquiera, bajo el sol.
La Locomotora Oliveras murió este 28 de julio tras sufrir un ACV. Vivió intensos 47 años. Y celebró la vida con pasión. En la despedida, este lunes de invierno resuenan sus palabras:
“¿Por qué te lastimás sola, pelotuda? Salí afuera, movete, respirá. Si estás respirando es porque estás viva. Y si estás viva todo tiene solución. Vos podés, yo te ayudo, dale mi amor. Sacudite, no podés sufrir tanto, luchá por tu felicidad, llénate de fuerza y empezá de nuevo. Levantate, pelotuda”.