Juan Carlos “Gringo” Danda dice “yo nací acá” y la imagen de Luna de Avellaneda, la película de Juan José Campanella en la que el personaje principal
Juan Carlos “Gringo” Danda dice “yo nací acá” y la imagen de Luna de Avellaneda, la película de Juan José Campanella en la que el personaje principal Román (Ricardo Darín), nace durante un baile de carnaval en las instalaciones de un club que años más tarde intentará salvar de una privatización, se me viene a la cabeza.
Es que es casi imposible no asociar libremente esas historias. El “Gringo” Danda tiene 70 años, la misma cantidad que el club que preside y que se gestó en una mesa de un bar que regenteaba su padre, Juan Bautista Danda, en la esquina de Alsina y Llambías. Se trata del Club Tres Llantas, que llegó a las 7 décadas que no siempre fueron de esplendor ni gloria. También conoció los sinsabores, los vericuetos judiciales, la acefalía, el desmantelamiento y el remate de su cancha de fútbol. Pero sin embargo, esa parábola tiene final feliz gracias al esfuerzo de su gente.
Danda no nació dentro del salón del club como Darín en la recordada película de principios de los 2000. En realidad, su madre Ana María Gardino dio a luz a una cuadra de las instalaciones donde nos reunimos para hacer esta nota, en la casa junto al viejo almacén y bar familiar. Hace 70 años no había salón, ni baile. Sí estaba naciendo el club del que nunca se pudo ir, y del que hoy es presidente.
Danda y Manuel Brucart son hoy la cara visible del club que se mantiene vivo y con ganas de seguir creciendo. Ya no ostenta los largos listados de socios, ni las figuras del semillero futbolístico que alimentaron la larga y rica historia deportiva trenquelauquense. Tampoco es el escenario de los bailes de carnaval multitudinarios en los que hasta llegaron a presentarse Alberto Castillo o Juan Darienzo. Hoy se tienen que reinventar para seguir funcionando, prestando servicios y dictado clases de patín, taekwondo o folclore, y abren las puertas con la intención que se sumen jóvenes para renovar la comisión directiva.
-Usted tiene una historia como Ricardo Darín, nació dentro del club que luego preside.
– Mi padre tenía un almacén de ramos generales y un bodegón donde los hombres se juntaban a tomar un aperitivo y jugar al truco, allí surgió la idea de hacer el club los nombres que circularon fueron la Estercita, Real Madrid y Tres Llantas. (Dice Danda).
Era el año 1949, febrero. El recordado Francisco Paco Aznárez, periodista e historiador, durante una de sus múltiples producciones, que se llamó “El viejo Trenque Lauquen” y que apareció en la pantalla de Canal 12, recordó que ese año fue el de mayor sequía en la historia de nuestro distrito, no era el mejor contexto para iniciar la nueva empresa, pero estos soñadores estaban dispuestos a hacerlo.
Rica historia
En la mesa en la que se discutió formar un club y su nombre, bajo un viajo farol de luz tenue y el ambiente lúgubre por el humo del cigarrillo, aparecen apellidos ilustres para la vida de la institución como Magiolo, Martino, Castaño, Galeano, Cabezas, Logotetti y Danda entre otros. El origen del nombre, surgió porque en la esquina del boliche había enterradas 4 llantas de automóvil Ford A que servían para que los parroquianos que concurrían a tomar una caña anudaran las sogas de sus caballos, pero un accidente que protagonizó una máquina que emparejaba las calles, arrasó con una de ellas y entonces fueron tres. De ahí salió el nombre del club que primero se escribió con “Y” pero la Dirección de Personería Jurídica obligó a modificar.
“La gente trabajó mucho incansablemente para poder armar un club, comenzó con una cantina sobre calle Alsina, y se fueron armando los equipos de fútbol que al principio era amateur junto a Las Tunas, Independiente Campesino, Panaderos, etc. Después llegamos a la primera división” recuerdan Danda y Brucart.
“En los primeros años jugaban Badino, López, Moreira, Martini, siempre tuvimos buenos jugadores de fútbol”. No tienen certeza de por qué el color blanco en sus camisetas que terminó luego en la denominación de “los merengues”
“Frente a la primera cancha vivía doña Concepción Logotetti y sus nueras Adela y Esther, que lavaban las camisetas a mano. Si ganábamos se hacía un baile popular, con lienzos de bolsas se cerraba toda la esquina, es gente que trabajó mucho por el club”. La cancha tuvo 3 locaciones antes de llegar hasta la última en Pellegrini y Carlos Casares, que se perdió por un fallo judicial, una herida que aún cuesta cicatrizar.
Auge y caída
Los vecinos compraron los terrenos y armaron el club, “primero había una pista de tierra donde se organizaban los bailes de carnavales” y luego fueron comprando baldosas, bancos y mesas “apellidos como Ocampo, Alvano, Cando y otros trabajaron a destajo aquí eran familias que colaboraban todo el tiempo”.
En ese lugar se hicieron los tradicionales bailes de carnavales que marcaron una época en Trenque Lauquen, disputándole el reinado a Ferro Carril Oeste. “Teníamos un escenario de cemento con un toldo de cañas”.
Después se “compró el tinglado, se cerraron las instalaciones. Se sumaron terrenos dentro de la misma manzana. Fue cuando llegó Miguel Moralli al club” dicen los entrevistados. Mientras hablamos hay dos portarretratos con la imagen de Moralli sobre el escritorio, es como un prócer para la entidad merengue. Llegó proveniente de Carlos Casares y se quedó a vivir en el barrio, y luego fue funcionario municipal.
La decadencia comenzó a finales de los 80 y principios de los 90. Una rifa marcó un final abrupto. La inestabilidad de la economía de nuestro país, como siempre, elevó el valor del premio final un Peugeot 504 y los recursos se desvalorizaron, no pudieron hacer frente al pago del premio final y se abrió paso al capítulo más oscuro de la historia de la entidad.
“La rifa se vendió toda, habíamos comprado 5 autos y faltaba el último, pero la inflación fue muy alta en poco tiempo y no pudimos comprarlo”. Hubo un pedido de embargo y le siguió el remate de la cancha, el club se quedó sin fútbol.
“Perdimos el fútbol, se desinfló. Perdimos los socios y quedó acéfalo el club”. Las persianas cayeron, la actividad se redujo a cenizas y a mediados de la década del 90, tras 5 años de estar cerrado y sin autoridades designadas, la Dirección de Personería Jurídica de la Provincia pidió la intervención.
“Fueron años difíciles en los que el club había quedado desmantelado. Un productor agropecuario nos quiso donar 2 hectáreas para hacer la cancha pero no había ánimo ni gente dispuesta a trabajar en ese momento”.
El apocalipsis parecía cerca. “El por entonces intendente Barracchia se negó a hacer cumplir la orden, de Personería Jurídica la dilató, la cajoneó, y nos convocó a unos vecinos para que formáramos la comisión normalizadora que le devolviera la vida al club”. Otra vez los vecinos debían poner de pie al gigante del sector Este de la ciudad que siempre representó una barriada popular, de clase trabajadora.
El presente
El club se puso de pie. Comenzaron a pagar las deudas atrasadas, ordenar los papeles, habilitar las instalaciones y a poco fueron animando la posibilidad de resurgir de entre las cenizas, una tarea que siguen haciendo hoy, con el agravante que necesitan jóvenes en la comisión.
De aquel escenario devastador a este presente hay una gran diferencia. Hoy tienen 100 socios, una cantina familiar que funciona bien, un salón recientemente habilitado con toda la normativa provincial de 38 por 24 mts que sirve para cumpleaños, casamientos, despedidas, bailes de egresados. Se organizan bailes y peñas, y festivales de boxeo y kick boxing. Se dictan clases de taekwondo, patín, folclore y próximamente tango.
“Ahora tenemos planes para los terrenos que tiene el club” en la misma manzana. “Nos llevó mucho tiempo la habilitación del salón, y por eso no organizamos los festejos del 70 aniversario que haremos antes de fines de año”.
-¿Qué es Tres Llantas para Trenque Lauquen?
-Es muy importante. Es parte de la historia. Acá se hicieron corsos, carreras cuadreras, tenemos un barrio extraordinario, gente fabulosa. La gente reconoce al club, es muy querido por la comunidad. A nosotros nos gustaría que siguiera el club, que venta gente nueva porque ya estamos grandes y hay que pensar en el futuro.
A diferencia de Luna de Avellaneda, en esta historia ganaron los que apostaron por un club vivo, solidario, de los vecinos, de las familias. Fue una gesta que debe continuar para siga escribiendo más páginas en su rica historia.