Osvaldo Tito Ciminari tiene 71 años pero se lo ve muy vital y lleno de proyectos. La clave la encuentra quizás en una frase que leyó en un libro de R
Osvaldo Tito Ciminari tiene 71 años pero se lo ve muy vital y lleno de proyectos. La clave la encuentra quizás en una frase que leyó en un libro de Reinaldo Sietecase y la usa como carta de presentación y que más o menos dice que tenemos la edad de nuestros sueños. Hoy, tras haber pasado por la política y el ámbito empresario, dice que el teatro le cambió la vida.
Ayer habló en el programa OESTE BA RADIO DE FM OMEGA, la excusa fue la presentación de su nueva obra “Son ocho los monos” que se pondrá en escena en el Cearte, que se ha convertido en su nueva casa desde hace casi 10 años cuando abrazó con fuerza una pasión que tenía relegada en el tiempo como es la actuación.
Si bien siempre lo tuvo como materia pendiente, dijo que la jubilación y una afección de salud cardiológica lo puso en un lugar que sólo el teatro lo rescató.
“Siempre le decía a Luis Cabrera que algún día iba a empezar. Y de pronto con 62 años, retirado de la empresa que ya conducían mis hijos y sin actividad política ni nada, Luis me encontró un día en la calle y me dijo ‘si no vas a venir no me anuncies más que estás por empezar’, me puso contras las cuerdas y empecé” recordó en la entrevista radial.
Eran años difíciles porque se estaba reponiendo de una afección cardíaca pero la vocación actoral lo salvó. “Siempre me gustó el teatro. La primera vez que vi teatro fue a los 20 años la obra Las Brujas de Salem con Alfredo Alcón y Alicia Bruzo fue en Buenos Aires, es una obra que habla de la persecución ideológica siempre admiré a los que se animaban a subir los escenarios”.
“Yo quería probar –siguió- pero para mí era como una misión imposible. Yo ni siquiera hablaba mucho en el Concejo Deliberante, en público no es fácil hablar y me animé un día. Con Luis Cabrera nos conocemos desde 1983 él me incentivó y me ayudó mucho, me entusiasmé tanto que ahora estoy muy compenetrado”.
Entre 2013 y 2014 “hice un par de obras cortas. En 2014 empezamos la obra ‘Pelotas la vida nueva’ que la presentamos 40 veces con Tomás Arribillaga, es una obra de Luis que es un gran dramaturgo”. También hizo otras presentaciones y ahora están presentando monólogos “Luis nos pidió en pandemia que escribiéramos algo y unió todos los monólogos bien ensamblados y resultó esta obra que lleva 5 funciones a sala llena. Es una sorpresa para mí la repercusión que tiene”.
“El teatro me apasionó, porque vivis la vida de otros, de tus personajes. Tipos que siguen sueños, que sufren, y el teatro te lleva a conocerte a vos. Me cuesta mucho aprender la letra de las obras, no tengo ese entrenamiento, las grabo en el celular y mientras camino las voy escuchando”, contó su estrategia.
“Hice talleres con payamédicos que tienen un trato más personal, pero el teatro tenés una cuarta pared, te metes en la historia y ni te acordas del público”.
-¿Recomendás el teatro para las personas mayores?
-Yo me la paso haciendo apología del teatro (se ríe), hay que animarse ir a jugar. Hace teatro es jugar como cuando éramos chicos, yo de pibe jugaba que era un vaquero, aquí estás siempre en la piel de un personaje.
Se lo nota tan entusiasmado en el habla que afirma categóricamente: “Me cambió la vida el teatro, me ayudó muchísimo en el 2012 tuve un problema cardíaco complicado y esto realmente me ayudó mucho”.
“El teatro me ayuda, cuando no hacemos nada lo extraño. En pandemia cuando logramos algunas salidas, nos juntábamos a ensayar, leer y estudiar, es la vida, estoy sorprendido que me haya enganchado de esta manera”.
Entonces saca su frase de cabecera que le da sentido a todo lo que relató hasta el momento. Anuncia que es del libro “No hay tiempo que perder” de Reinaldo Sietecase y dice así: “Todos los humanos nacemos con un contrato vital cuyo plazo de finalización desconocemos. También tenemos una fecha de vencimiento una suerte de barrera donde termina las ganas, la creatividad, la rebeldía.
Lo triste sucede cuando esta fecha de vencimiento llega antes que la muerte física. En ese caso, la vida que se prolonga, no vale ni para el recuerdo. Es la peor manera de la vejez.
El desafío es hacer coincidir la partida del mundo de los vivos con la fecha de vencimiento. Abandonar los sueños sólo en el último suspiro.
Mientras eso no ocurra hay que seguir subiendo al ring dispuesto a todo amar, escribir el poema necesario, inventar la realidad para cambiarla. Ser como el viento”.