Alejandro Rubio, un artista que nos invita a volar en un universo de colores y texturas

Alejandro Rubio, un artista que nos invita a volar en un universo de colores y texturas

A Alejandro Rubio lo conocemos todos. Con 64 años es uno de los vecinos que todos en algún momento vimos, charlamos o saludamos. Desde sus primeros dí

A Alejandro Rubio lo conocemos todos. Con 64 años es uno de los vecinos que todos en algún momento vimos, charlamos o saludamos. Desde sus primeros días tiene un diagnóstico de parálisis cerebral y también de coreatetosis que le provoca movimientos incontrolados e involuntarios.
Pero la silla de ruedas nunca fue una frontera inquebrantable para él. Por el contrario, siempre fue muy inquieto y entusiasta, realizando actividades que a priori parecen lejos de sus posibilidades. Ahora, nos invita a volar y descubrir un mundo de colores y texturas a través de la pintura, utilizando el pincel sólo con su boca.
Es alumno de Ignacio Ribelotta, un genial artista trenquelauquense que además es profesor y dicta talleres en el Cumen Che y en el Centro de Día para personas con discapacidad. Allí logra borrar las diferencias, ponerle alas a la creatividad, emocionarnos a todos, como lo hace Alejandro.
La enfermedad de Alejandro Rubio es de nacimiento, producto de una mala atención del parto de 8 meses, recuerda su hermana Virginia que participa de la entrevista. Es el cuarto hermano de seis. En la casa de sus padres en calle Pellegrini, donde creció; siempre se lo vio en la vereda haciendo amigos entre ellos muchos de los chicos que cursaban en el viejo Politécnico que pasan por su casa. La escuela primaria la cursó en la primera escuela especial que funcionaba en la calle 9 de Julio su madre fue una de las fundadoras de ese establecimiento.
Como Virginia es 3 años mayor y “siempre tuvo vocación docente” regresaba de la escuela se me ponía frente a un pizarrón y le enseñaba a leer y escribir. “Él ya sabía eso cuando pudo ingresar a la escuela, entró directamente a tercer grado”.
A la hora de los estudios secundarios, rindió libre los primeros 3 años en la vieja escuela nacional, y con la reforma educativa lograron que en el viejo Polivalente pudiera cursar 4 y 5 año en la rama de adultos entre 1998 y 1999. Su padre lo llevaba en la silla de ruedas porque eran pocas cuadras. Para los meses de invierno “el entonces el intendente Font nos ayudó con una camioneta a la hora de entrada y salida” a la noche.
De su paso por esa escuela le quedó el recuerdo de haber sido escolta en la bandera argentina en algunos actos y realizó junto a sus compañeros el baile y el viaje de egresados. “En aquellos momentos no tenía el nombre que tiene hoy pero esa fue una real integración educativa”, sostiene Virginia.
Luego cursó en Trenque Lauquen las 2 materias del CBC que se podían cursar por aquel momento para estudiar en la UBA. Su intención era estudiar psicología, aunque todos le proponían que estudiara abogacía porque tiene una memoria prodigiosa. Aprobó las 2 materias del CBC con buenas notas pero ya no pudo seguir estudiando.
Escribe cuentos y reflexiones, aunque con la progresión de su enfermedad es cada vez más difícil el uso del dispositivo con el que controla una computadora que utiliza para escribir. Una de sus creaciones literarias que más recuerda tituló “Los colores del otoño” y la escribió para describir el paso del tiempo en uno de los árboles que contemplaba por una ventana y lo relacionó con el paso de la vida.
La computadora que aún usa la diseñó un ingeniero hace algunos años y los alumnos de la ex ENET le hicieron el teclado especial que también tiene que usar con una boquilla. Con esa PC pudo escribir por primera vez a los 32 años. A lo largo de la entrevista destaca y agradece a profesores locales que siempre lo ayudaron, entre ellos al “Cholo Igarúa” su profesor en la colonia de verano en la Casa del Niño, la natación y la pileta son clave para él.

LA PINTURA DE CUADROS
¿Cómo surgió la idea de pintar cuadros?, le preguntamos. “No fue idea mía –respondió-, sino de unas vecinas cuando vivía en la casa de mi madre. Cuando cumplí 50 años me regalaron las clases de pintura de Ignacio Ribelotta”.
En los cuadros “le digo a Ignacio qué quiero hacer, y qué colores. Me gusta pintar paisajes, es un dibujo que me resulta más fácil por los márgenes, los rostros tienen muchos detalles” dice Alejandro dando cuenta de las dificultades que tiene que atravesar para poder plasmar su arte.
Virginia agrega que su hermano es muy observador. Que sus condiciones cognitivas no tienen dificultades entonces puede aprender todo y memorizarlo. Ahora, por ejemplo, indaga sobre artistas plásticos, técnicas y estilos.
“No tengo una técnica en particular, de acuerdo a qué quiero pintar veo cómo hacerlo” dice Alejandro y aclara que obviamente su estilo no es realista pero toma cosas de distintos artistas como la superposición de imágenes.
“Yo lo hago por hobbie, me gustaría en algún momento que mis obras se pudieran vender. Ahora es un placer, una salida porque voy al taller del Cumen Che los sábados”.
Como artista participó de los Torneos Bonaerenses y expuso recientemente en la sala del Concejo Deliberante.

DEPORTES Y POLÍTICA
Es un apasionado de los deportes, le gustan todas las categorías del automovilismo y el tenis. Bessone y Roger Federer sus preferidos, también el fútbol es hincha de River recuerda la zurda mágica del Beto Alonso, y la magia de Enzo Franchescoli. Está entusiasmado con la participación argentina en el Mundial, vio todos los partidos y le gusta Messi, cree que tiene más cualidades que el mismísimo Diego Maradona
En Trenque Lauquen fue alguna vez a la cancha de Argentino y también algunos amigos lo llevaban a ver carreras de ciclismo, algo que recuerda con mucho entusiasmo.
Desde muy chico aprendió a jugar a la ajedrez y luego a dar clases. Ahora en el hogar que se encuentra alojado también enseña. En los 90 hasta condujo un programa de radio en LU 11 que se llamaba “Ya es hora” junto a Santiago Milanese, y tiene atesoradas grabaciones en cassette.
La política en algún momento lo interesó. Señala que las rampas para discapacitados en las veredas del centro fueron producto de la cantidad de pedidos que le cursó en su momento al por entonces intendente Barracchia. Siempre fue a votar en todas las elecciones. “Lo mejor que hizo Barracchia fue el paso a nivel, aunque no tenía el permiso real del ferrocarril para hacerlo, lo hizo” menciona para destacar la valentía del por entonces mandatario.

En sus obras se ven barcos, montañas cascadas, cielos y soles. Un mundo que es capaz de ver e interpretar y devolvérnoslo en texturas y colores cuidados de tal modo que nos emocionan. El mundo que nos pinta Alejandro, el que nos hace ver a través de sus ojos es cálido, apacible y amigable. Un lugar en el que nos podemos mirar todos a los ojos, sin diferencias. Su arte es un ejemplo de vida y su historia una inspiración.

RIBELOTTA: “ALEJANDRO OFRECE SU EXPERIENCIA AL MUNDO”

Le preguntamos a Ignacio Ribelotta sobre la experiencia de dictar clases a Alejandro y a otros alumnos con capacidades distintas.
“Darle clases a Alejandro como así también a otras personas con discapacidad me ha permitido seguir explorando el basto universo de las artes plásticas: cuánto contiene, las diferentes estrategias y recursos para expresarse artísticamente. Lo mucho que habilita a decir, y cuanto contribuye a que un artista logre nombrar las sensaciones que la naturaleza y la realidad suscitan en el hombre, por ejemplo”.
“Alejandro –siguió- es auténtico en su labor y de una inquebrantable voluntad que le permite buscar, encontrar y materializar a través de los elementos plásticos y los respectivos materiales para cada caso el equilibro, la armonía y la unidad, sustentos de sus pinturas, de sus obras constituyendo así su propia experiencia vital que disfruta y ofrece al mundo”.