Sandra Moleker y Fabián Verhulst son los protagonistas de una historia que tiene la resiliencia como eje central, porque sus vivencias recientes s
Sandra Moleker y Fabián Verhulst son los protagonistas de una historia que tiene la resiliencia como eje central, porque sus vivencias recientes son difíciles de superar, pero tienen el poder de iluminar las experiencias de otros.
Sus vidas están entrelazadas como los telares de «Caleutum» y muestran la capacidad de salir adelante de situaciones adversas, fortalecidos y con amor para dar a los demás, porque ahora es ella la que dicta los talleres en Genap para enfermos oncológicos que tanto le cambiaron la vida hace años atrás.
«Caleutum» quiere decir transformación y de alguna manera resume sus historias donde tuvieron que “transformarse”. Ella recuperándose de un tratamiento oncológico y siendo clave para la recuperación de Fabián que sufrió un ACV.
Sandra es oriunda de Villa Ballester, Buenos Aires, y conoció a Fabián en Fortín Olavarría, partido de Rivadavia, a donde había ido a trabajar en el campo, desde su Salliqueló natal. El nexo fue una compañera de la Facultad oriunda del interior bonaerense la que facilitó el encuentro un día de San Valentín de 1988 y nació un amor a distancia que se extendió por 6 años. “Nos escribíamos cartas, o nos llamábamos a teléfonos públicos era la época de los cospeles” recuerdan en una entrevista con FM Tiempo.
“La relación iba en serio y buscamos lugares para radicarnos, nos gustó Trenque Lauquen”. Aquí formaron su familia y tuvieron dos hijos que hoy tienen 25 y 28 años.
En 2011 un diagnóstico de cáncer de mama cambió la vida de Sandra y la de toda la familia. Fabián trabaja en el campo toda la semana, y entonces debió cambia su rutina y volver todas las noches a su casa para quedarse con sus hijos, mientras su esposa viajaba a Buenos Aires porque aquí aún no se podía cursar ese tratamiento. “Fue muy importante Lipolcc durante ese tiempo” recuerda y subraya.
Mientras transitaba su tratamiento le hablaron de Genap, de los talleres y se anotó para aprender cosas nuevas y despejar la cabeza. Allí conoció el tejido en telar.
Cuando superó la enfermedad, era el tiempo que su hijo mayor se fuera a estudiar. Entonces un 21 de marzo de 2013 viajó a Buenos Aires para instalarlo en su nuevo departamento cuando recibió un llamado que volvió a cambiar su vida. Su hijo menor le decía que su padre no estaba bien, que hablaba cosas que no lograba entender. Estaba cursando un accidente cerebro vascular (ACV), fue derivado al Hospital y las primeras horas fueron muy críticas.
“Fue algo inesperado, trabajé todo el día, fue un día normal, cuando volví a casa le dije a mi nene que me iba a sentar porque me sentía cansado y con calor, me senté y no me levanté más”. Un familiar trajo a Sandra desde Buenos Aires en auto esa misma noche “fue el viaje más largo de mi vida” recuerda hoy. Estuvo en terapia intensiva y en sala común, recuerda que entró en consciencia “recién a los 6 días” y del Hospital “salí en silla de ruedas. Tengo que agradecer a todas las personas que me ayudaron, le doy gracias a Sandra por aguantarme, porque en aquel momento era como un niño de 2 años tuve aprender a caminar, a hablar, a leer, no podía mover la mano derecha, fue algo muy difícil”.
“Mi lema –sigue Fabián- era siempre producir, trabajar, hacer, me iba a las 6 de la mañana y volvía a las 10 de la noche, me había motivado a hacer un pequeño tambo, ya teníamos el lugar y todo, y de pronto tuvimos que parar. Quizás tenía tantas cosas en la cabeza que algo sobraría” dice y se ríe. Después de 9 años logró andar en bicicleta y ahora “estoy intentando trotar siempre quiero hacer un poco más”.
Sandra no quiere dejar pasar por alto el nombre de Roberto Sequeiros que era el empleador de Fabián en aquel entonces porque de la noche a la mañana la casa de llenó de enfermeros, kinesiólogos y especialistas para la rehabilitación y recibieron gran ayuda para ello. También dijo que en la familia “nunca bajamos los brazos. Siempre estuve tranquila sabiendo que todo iba a estar bien, probablemente el aprendizaje me lo dio transitar mi enfermedad y Genap. Ahora soy la que doy las clases en Genap es una institución muy importante y te ayudan a enfrentar la vida de otra manera”.
EL TEJIDO, LA TRANSFORMACIÓN
El tejido en telar seguía acompañando su vida. “Tejía para regalar, y él (Fabián) me pidió aprender para ocupar su tiempo, primero aprendió a hacer los nudos pero como es muy inquieto fue aprendiendo cada vez más, habíamos producido tanto que fuimos a las ferias de Ecofines, luego compramos un telar más grande para hacer las mantas y llevamos a las ferias de Rosario y Palermo”.
Todos los años van a la Rural y a las ferias de abril, “aún así hay gente de aquí que no nos conoce. Hemos vendido algunos productos a gente de aquí de la Argentina que viajaba al exterior y quería llevar para regalar”. No viven de esta actividad pero tienen el compromiso que con lo recaudado se pagan las vacaciones. Se los puede encontrar en redes.
La salud entienden hoy es clave, por eso tienen una agenda muy ocupada con gimnasio, pilates, natación, y otras actividades.
Él dice que no le da importancia al teléfono “porque lo usaba mucho cuando trabajaba y no lo siento ahora como parte de mi vida”. También cuentan que hay vecinos que tienen problemas de salud como les tocó a ellos que en alguna ocasión los visitan para escuchar una voz de la experiencia “siempre digo que solo no haces nada” dice Fabián para resumir lo que significa el equipo de la familia que les permitió seguir adelante.