César Dominici es el hombre sin tiempo. Su fenomenal capacidad para crear melodías es capaz de llenar el universo, inundarlo de acordes y sentimientos
César Dominici es el hombre sin tiempo. Su fenomenal capacidad para crear melodías es capaz de llenar el universo, inundarlo de acordes y sentimientos, de nostalgias y de poesías. Son esos quizás los bálsamos que nos fue proporcionando a lo largo de los últimos 40 años quizás sin darnos cuenta, quizás sin darse cuenta.
Dominici es hoy y ayer, una cualidad que sólo él puede sostener. Es el de la foto junto a The Cure, o el que está junto a un grupo de adolescentes anónimos que quiere reversionar una canción de La Sobrecarga, a los que atiende el teléfono y asiste a una sesión para poner guitarra y voz. Es el roquero rabioso de finales de los 70 o este hombre equilibrado, tranquilo y pensante que sirve té de cedrón en una tarde nublada en el sector quintas de Trenque Lauquen, listo para el mano a mano con OESTE BA.
A los 62 años Dominici hablará en esta charla de Igoagrio y de La Sobrecarga, sus bandas de rock de los años 70 y 80, pero no hablará sólo en pasado, trabaja hoy en proyectos con ambas formaciones, graba un disco con los primeros y el 24 de mayo tocará con La Sobrecarga en el salón Pueyrredón de Buenos Aires en la avenida Santa Fe; además prepara un disco solista y sigue de cerca la redacción del libro sobre la historia de la mítica banda trenquelauquense a cargo del escritor Pablo Semadeni.
-Hablás de tus bandas de rock pero no es pasado, es presente.
-Para mi la música es sagrada, y la voy a seguir haciendo en todos los formatos que pueda con la gente que pueda, ahora me llamaron unos chicos que quieren hacer algo con una canción de La Sobrecarga y voy a participar. Voy a todos los lugares que me convocan. Estoy en varios grupos de arte en Buenos Aires y hacemos un libro de La Sobrecarga con Pablo Semadeni.
Estamos en abril de 2019. La primera respuesta César la lanza con tranquilidad. Le puso pausa a la música de fondo, una melodía de meditación y relajación tipo oriental, y sirvió las tasas de té aunque la suya casi no la tocará durante la charla. No hay fotos a la vista de su pasado como estrella de rock nacional, sólo una guitarra acústica al alcance de la mano indica que allí vive un músico.
-¿En qué momento de tu carrera estás?
-Pleno, con la música 100% siempre creando y haciendo cosas nuevas. Cuando me aflora una nueva canción es algo increíble, no hay tiempo en la parte creativa, te mantenés siendo niño, crear es como jugar. Mientras más niño me sienta, mejor me siento.
Estamos en 1965. Trenque Lauquen es gris, tiene calles de tierra, es un pueblo en el que se conocen todos y una sola profesora de guitarra. César Dominici con 8 años asiste al concierto del Club Español donde anuncia que dejará de concurrir a clases de guitarra. “La profesora me pegaba con un puntero porque me equivocaba, le dije a mi mamá no voy más, era una contradicción muy grande porque amaba la guitarra pero me pegaban”.
Pero la música ya estaba, “así que empecé a practicar y componer de la nada, no sabía nada, no sabía armonía, tonos, nada pero podía componer, fui siempre autodidacta”. Alumno del viejo colegio Politécnico, César es el mayor de dos hermanos, hijo de Raúl y la reconocida ex profesora de historia María “Chichita”.
No había músicos en la familia y no existía el movimiento rock en la ciudad. El disco “Déjalo sangrar” de los Rolling Stone abrió la dimensión a una nueva etapa “a partir de una actitud, una vestimenta y una cultura que en ese momento no se entendía algunos nos señalaban pero yo nunca me sentía como parte de una secta ni nada por el estilo”.
Estamos en mayo de 1976. En el patio de la Facultad de Psicología el profesor de apellido Di Luca le dice a un grupo de sus alumnos, que probablemente no los vea más. El clima estaba enrarecido con el Golpe Militar, y entonces César abandonó la carrera en segundo año para regresar a Trenque Lauquen, para trabajar en la agencia de lotería de la familia, e integrar la agrupación Igoagrio, la piedra fundamental de lo que sobrevendría.
Guillermo Robles, Sergio Sáenz, Néstor Polenta, Ricardo Robles, Adrián Robles y Gustavo Collado serán sus compañeros de ruta. La banda giró y tocó entre 1978 y 1981, el último concierto lo hicieron en Buenos Aires, y se reunieron un año más tarde para asistir a un festival invitados al Sur, y cuando llegaron se declaró la Guerra de Malvinas.
Entre 1983 y 1985 quedó un trío, llamado Los Belicosos con Collado y Guillermo Robles. En esos años estrecharon relación con SUMO que vino a Trenque Lauquen. En 1985 ya instalados en Buenos Aires y con el nombre La Sobrecarga sumaron a Ruffo Palezza y Horacio Gamexane Villafañe.
Estamos en marzo de 1986. La discográfica acaba de lanzar a la venta Sentidos Congelados, el primer disco de estudio de La Sobrecarga. La banda irrumpe fuerte en la escena nacional. Era una propuesta con impulso arrebatador, con letras que tenían mucho para decir en el amanecer democrático y haciendo gala de su costado oscuro que dibujaba texturas en metáforas que pedían a gritos ser cantadas. Después vino el Club Ferro con The Cure, un colectivo que giró por todo el país y un año después un segundo disco que fue el principio del final.
“El nuevo gerente de la compañía no quería el disco, no le gustaba, nuestro manager se fue y quedamos colgados. No teníamos plata y en 1988 decidimos parar” recuerda hoy César Dominici. Así, entonces, amigos de toda la vida tomaron caminos distintos “yo me fui a España, Gamexane se unió a Todos tus muertos, Gustavo a Divididos y Guillermo a Las Pelotas, decidimos tomarnos un tiempo hacía muchos años que estábamos juntos y debíamos parar”.
-¿Se reprochan algo después del tiempo transcurrido de esa decisión?
-No, siempre fuimos honestos en lo que hacíamos. A lo largo de los años sacamos algunas conclusiones. Nosotros éramos del interior, apáticos, no nos gustaba estar con la gente, con los empresarios o periodistas, no hacíamos lobby. Íbamos a tocar, terminábamos el recital y nos íbamos, nadie se quedaba a hacer relaciones. Eso nos faltó hoy lo veo como un error. Estábamos solos en Buenos Aires, nosotros no teníamos plata como otras bandas.
Sin plata para pagar el alquiler y con el país en hiperinflación y crisis, La Sobrecarga se despidió de la escena que compartía con Soda Stéreo, Virus y otras bandas que se convirtieron en míticas. César tomó un avión y aterrizó en España. Volvió a finales de los 90 y reunió a la banda para una segunda etapa, pero otra vez las encrucijadas de la parábola argentina estaban al acecho. “Decidimos tocar y pasó lo del 2001, no se podía tocar en ningún lado, es como que lo de afuera siempre es muy poderoso, no nos destruye como compositores pero sí generan dificultades para obtener lo que algunos llaman éxito, el económico, porque para mi el éxito es poder componer”.
-La gente siempre valora que vos no te la crees, siempre fuiste humilde aún cuando lograste un reconocimiento nacional.
-Siempre fui igual, cuando volví de España compré un equipo y grabé todas las bandas locales sin pedirles plata ni nada porque sé lo difícil que es, yo siempre tuve el apoyo de mi madre que fue como mi mecenas.
-¿Cómo te recordará la escena?
-No, ni pienso eso. Yo dejo mis canciones, están ahí eso es lo que queda. Un día me levanté y en la radio LU 11 estaban hablando de “Viajando hacia el este”, me sorprendió que después de 30 años alguien hable bien de la canción y de lo que significó para distintas generaciones.
No siento que sea alguien importante. Yo conozco a todo el mundo, pero nunca me colgué de nadie, y si me saco fotos con uno de los grandes es para mi, no para publicarla. Eso no es lo importante.
-¿Qué es lo importante?
-Como te sentís vos, como te ven los colegas y el reconocimiento de la gente. Muchas bandas tocan canciones de La Sobrecarga, ahora voy a Córdoba y me hacen una nota en la Voz del Interior, algunos me dicen no te das cuenta lo que lograron, no sé yo no me detengo en eso, prefiero mirar hoy, ser solidario y ponerme en el lugar del otro, cosa que no hace nadie.
-¿Que te falta hacer?
-Voy a seguir tocando. Si algún día ya no estoy la gente me puede conocer por mis canciones, mi poesía.
Hasta el último día que viva voy a tocar música, para mi es terapéutico, mi cuerpo necesita la música, no hay una droga mejor, encontrarme con la música cada día, y seguir por ese camino. Eso es todo.
Dos bandas, un libro
César grabó esta semana dos canciones para el nuevo disco de Igoagrio, que 40 años después vuelve al ruedo. “Una de las canciones la escribimos en los 70, me daba pudor cantarla es una letra sin actualidad, traída a este tiempo parece rara es una letra de 40 años dice ´nosotros estamos aquí y ahora, podemos amarte con potencia´ en aquel momento desafiábamos al público, cantábamos lo que no podíamos decir, recordá que era la dictadura, pero era una canción muy potente, emotiva por los acordes y los efectos”.
Con La Sobrecarga tocarán en mayo en Buenos Aires y presentan un vinilo grabado en 2015 en vivo en el Teatro Español. En tanto, trabaja en el libro de La Sobrecarga “no será un libro anecdótico sino más bien una cuestión social, política y contextualizada del país y la banda”.