Ernesto “El Gallego” Cereigido: historias de un vecino que se volvió personaje

A sus 67 años, Ernesto “El Gallego” Cereigido es uno de esos vecinos que acumula anécdotas y experiencias que lo convierten en un verdadero personaje del pueblo. Su nombre está asociado a múltiples facetas: la paleta, la aviación, la música, la noche de los pubs y hasta la informática.
“Me considero divertido, lo más importante es que alguien pueda decir que fui un buen tipo, que hice reír”, expresó en una charla distendida donde repasó su vida en la FM Tiempo 91.5.
LA NOCHE DEL “GALLEGO”
Muchos lo recuerdan por el pub “Lo del Gallego”, que funcionó en los años ’90 en la esquina de Villegas y Pasteur. Allí se mezclaban música, paredes con graffitis y un escenario improvisado. “Era un proyecto en común con mi mujer Cecilia, pero la noche es durísima. Nos mató el ritmo”, recordó.
El bar fue un espacio cultural y de encuentro, con visitas de músicos como León Gieco y Miguel Cantilo, que aún hoy mantienen contacto con él.
Pero la vida de Cereigido no se limitó a la gastronomía. Fue piloto de avión, acumulando más de mil horas de vuelo, y participó en tareas solidarias durante las inundaciones de los años ’80, trasladando pacientes a Pehuajó para hacerse diálisis.
Más tarde se volcó a la computación, montando locales de venta y reparación de equipos, y hasta diseñando páginas web para medios locales. “Vi venir el cambio tecnológico, pero después los celulares se llevaron todo”, explicó.
PALETA Y MÚSICA, PASIONES INTACTAS
Su vínculo con el deporte comenzó a los 11 años, cuando descubrió la paleta en el Club Progreso. Hoy sigue activo en las canchas, enfrentando a rivales más jóvenes. “No hay como estar en actividad”, asegura.
La música también lo acompaña: tras décadas sin tocar, volvió a la guitarra y se declara fan de clásicos como Dire Straits y Eric Clapton, pero también de nuevas generaciones como Trueno y Milo J.
Ernesto “El Gallego” Cereigido es, en definitiva, un vecino que refleja la diversidad y la riqueza de Trenque Lauquen. Su vida es un mosaico de experiencias que van desde la bohemia nocturna hasta la disciplina deportiva, pasando por la aviación y la informática.
“Lo más importante es que me recuerden como alguien que disfrutó la vida y que supo hacer reír”, concluyó.