Hugo Altamiranda: la cultura es la sonrisa

Hugo Altamiranda: la cultura es la sonrisa

Hugo Altamiranda es un músico y bailarín trenquelauquense, un hombre que se fue haciendo en el hacer. Una metáfora que en la vida los sueños se pueden

Hugo Altamiranda es un músico y bailarín trenquelauquense, un hombre que se fue haciendo en el hacer. Una metáfora que en la vida los sueños se pueden perseguir a pesar de las dificultades. Atravesó una infancia muy dura, de carencias y necesidades que tiene presente cuando habla de su vida artística que lo llevó a ser guitarrista y corista de Acutun Che y un referente trenquelauquense en el baile del tango.
A los 46 años, reflexiona que el aprendizaje de la vida lo llevó a poner las cosas en su lugar, y que ese origen humilde le permite hoy valorar las cosas de otro modo, y entender que las riquezas están en su pareja, sus hijas, y las bondades de la vida que el dinero no puede comprar. Para eso, siempre fue fundamental la cultura, fue su cable a tierra, su refugio en los momentos más difíciles de su vida.
Altamiranda nació en una casa de la calle Salta que tenía un solo ambiente y el baño afuera. “Se cocinaba donde se dormía”, recuerda. Le compuso una chacarera en la que en el estribillo habla de “la infancia detrás de la vía”. Es el séptimo hijo de 10, y su madre murió cuando era un niño, sólo tenía 5 años. Durante un tiempo parte de los hermanos fueron separados y la familia se volvió a encontrar más tarde. Fue la música, la cultura, la que cobijó tantas carencias, dijo en una entrevista con FM Tiempo 91.5 Mhz.
A los 6 años la familia dejó esa casita precaria y se mudó una del barrio Villegas (Fonavi) en una esquina, donde conoció la música. “A mi viejo y a mi tío les gustaba mucho la música, mi padre tocaba la armónica y mi tío la guitarra, no teníamos televisión, pero crecimos escuchando música. Tocaban solo para los encuentros familiares, eran autodidactas. En los asados cerraban con lona de camiones y venían los vecinos y se armaba una guitarreada grande y me crié así escuchando esas canciones” recuerda Altamiranda.
“Cuando mi tío Osvaldo viajó dejó la guitarra arriba de un ropero en mi casa, mi padre no nos dejaba que la tocáramos y yo la agarraba y trataba de tocar, con amigos fui aprendiendo porque no podía estudiar, en mi casa éramos 10 hermanos y no podíamos pagar esas cosas”.
Uno de los amigos de los primeros años es el también guitarrista Martin Diaz “nos anotamos en el Polivalente, pero abandoné porque no tenía disciplina cuando era chico para estudiar”. En aquellos años, comenzó a frecuentas las peñas para aprender música y también allí se cruzó la danza. “Yo sabía que quería tocar la guitarra, lo de la danza fue una sorpresa. A los 18 años un amigo que tocábamos juntos me pidió que reemplazara a un chico que había tenido un accidente en el ballet de Barrio Alegre, cuando entre al ensayo me encantó lo que hacían y me cambió la idea que yo tenía sobre la danza folclórica y terminé bailando”.
Pero para esa altura ya había integrado bandas musicales. Primero una de rock junto a Sebastian Garcia, Capa Grau y Seba Piñar que se llamaba Diereis. Luego, destacó que se cruzó en la vida con Antu Fuentes y Franco Fuentes “y me metieron de lleno al folclore la primera banda de folclore la formé con mi hermano Mariano y ahí cantaba Mariano Soldivier”, a quien luego encontraría en Acutun.
LA EXPERIENCIA DE ACUNTUN CHE
“Cuando pasó unos años fuimos con Antú a ver a Lautaro (Van Meegrot), a quien habíamos visto tocando el charango, empezó así a conformarse Acutun Che, convocamos a Mariano Soldivier y fue una banda que no paró y que siguió creciendo todos estudiando y aportando lo mejor, yo estuve 12 años y la banda llegó a estar 15 años”.
Ese fue “mi mejor momento con la banda, me pasaron cosas que para mi eran imposible, por mi origen económico compartir sala de grabación con Peteco Carabajal, con Franco Luciani, la producción de quien había producido para Gustavo Ceratti, la emoción de mucha gente en los conciertos, yo crecí mucho en lo musical y en lo personal era un gran grupo humano y me dejó muchas enseñanzas”.
-¿Cómo surge el baile de tango?
-Me gustaba escuchar tango y en el ballet yo era suplente, no era bueno y tenía que ensayar mucho, no tenía condiciones y me las tenía que ganar. Yo trabajaba de albañil y viajaba mucho para poder aprender y tomé clases con maestros increíbles.
-Todo ese esfuerzo y hoy sos un referente en el baile del tango local.
-Me da miedo decir esas palabras, porque te ponen en un lugar que no me gusta y a otros quizás no le gusta entonces trato no usar esas palabras, nosotros bailamos tango con mi pareja y enseñamos a bailar.
-Pero han competido internacionalmente.
-Hemos competido mucho y hemos tenido mucha suerte de ganar premios, cuando vas a un campeonato mundial vos ves la diferencia con el que baila 8 horas por día y es profesional y nosotros.
Junto a su pareja Marcela De María, tienen un espacio de enseñanza de baile que se llama “Luna y Misterio”. Además tienen dos hijas Aluminé y Antonella.
-¿Cualquiera puede bailar tango? Parece muy difícil.
-Si cualquiera puede hacerlo. Los bailarines nos mandamos una macana porque ofrecemos el baile de una manera que para la gente le parece difícil, pero no es así. A veces nosotros que estamos adentro promocionamos las cosas de una manera que hay gente que se siente excluida, gente dice que tiene sobrepeso y no puede bailar y eso no es así, todos pueden.
-¿Qué te gusta más bailar o tocar música?
-Bailar, fue una de las cosas por las que dejé la banda. Porque me quería dedicar más al baile, viajábamos mucho y ensayábamos mucho y el baile necesita también su tiempo.
-¿Imaginabas este recorrido a los 46 años?
-No, ni por casualidad. Tuve una infancia muy cruda. Tuvimos muchas necesidades básicas, nos bañábamos en un fuentón, nací en una casa de la calle Salta donde había un medanal, los patios de las casas se unían, somos 10 hermanos soy de los más chicos; a pesar de las faltas y carencias, de que te falte un plato de comida tengo recuerdos hermosos de jugar allí, mi padre trabajaba todo el día y volví a la noche, casi no le veíamos la cara, mi madre faltó desde muy chiquito.
-Esto te hace un luchador en la vida, a diferencia de otros artistas que quizás tienen todo servido.
-No me afectaba por ejemplo si tenía que viajar para tomar clases y no tenía plata, porque ya estaba formado así.
-La cultura te da lo que no se puede comprar.
-Tuve la suerte que la cultura me llegó muy de chico y entonces siempre fue un cable a tierra, cuando estuve perdido en algún momento, la cultura siempre fue un refugio, la guitarra, todo.
-¿Qué querés que pase para los próximos 46 años?
-Tengo mis hijos, mi compañera, siempre le doy gracias a mi suegro porque me tocó a mí (se ríe). Por eso te digo que la riqueza está en otro lado, cuando me di cuenta la vida donde estaba la riqueza ya era grande, y lo pude comprender. En lo cultural estamos con la idea de tener nuestro salón para el baile, pero no es fácil.
En el final de la entrevista radial en la que Hugo Altamiranda abrió su corazón para contar su vida y de una manera muy emotiva, cantó una chacarera de su autoría que habla de la infancia detrás de las vías y que habla de “paredes de barro/Descansa mi niñez en tus brazos/Aromas de un ranchito que cobijabas 10 corazones que laten bajo tus chapas, medanal lleno de luz horno de leña” y dice en una parte que “se podía volar con sólo desearlo”, su vuelo lo trajo hasta aquí.