Patricia Mola Alonso le pone voz y música a la celebración de la misa desde hace 30 años

Patricia Mola Alonso le pone voz y música a la celebración de la misa desde hace 30 años

Desde hace 30 años Patricia Mola Alonso toca la guitarra en una de las esquinas del altar en la arquitectura de la Parroquia, y canta canciones de esp

Desde hace 30 años Patricia Mola Alonso toca la guitarra en una de las esquinas del altar en la arquitectura de la Parroquia, y canta canciones de esperanza, fe y amor. Su público preferido son los niños, pero el paso del tiempo la volvió además versátil y podemos encontrarla también en las capillas, en algún retiro o un geriátrico tocando para abuelos.
Su permanencia es tan extensa que es una pieza más e irremplazable de la celebración litúrgica y es tal la conjugación de su arte con la espiritualidad que nos hace olvidar que, como si fuera poco, es una artista extraordinaria y muy formada: es profesora de piano, estudió y toca saxo y violín en agrupaciones de la Escuela de Música; y aprendió canto con los mejores en el Polivalente de Arte.
Aunque sólo tiene 44 años pasó tres cuartas partes de su vida destinando su música a los fieles que domingo a domingo concurren a la Misa de Niños a las 11 que oficia el Padre Juan Pellegrino. Sin embargo, su ingreso a la Iglesia y -sobre todo- su consagración a la fe cristina es muy anterior y tiene rigidez de calendario: fue a los 7 años.
“Ese día acompañé a mi hermano mayor a anotarse a la Catequesis y no me preguntes qué pero algo pasó. Desde ese día ya no me pude ir más”, recuerda en una entrevista que hizo el viernes en FM Tiempo 91.5 Mhz.
“Todos los amores que tenemos tienen algo de humano, cuando aman los humanos siempre algo no cierra, algo no termina siendo perfecto; pero el amor de Dios es tan grande, abarcativo y perfecto que no alcanzamos a comprenderlo, eso me llamó la atención que hiciera lo que hiciera Dios me amaba igual y luego fui descubriendo qué me pedía Dios a cambio de ese amor”, agrega.
Desde los 7 comenzó a transitar los pasillos de la Parroquia y de manera paralela se anotó para estudiar piano particular, donde se recibió de profesora a los 17. Hizo la secundaria en el ex Nacional y a la tarde en el Polivalente, mientras participaba de grupos juveniles eclesiásticos porque como no cursaba en escuelas católicas, entonces su vinculación con la feligresía debía ser extracurricular.
Un día, en esa reunión de grupo juvenil hicieron la pregunta “qué podíamos ofrecer nosotros, cuál era nuestro talento para ofrecer” e internamente ella se respondió que “la música era un instrumento, es como un ida y vuelta. Dios me entregó este don que me resulta fácil tocar el instrumento y es un ida y vuelta. Siento que soy el instrumento, Dios me pone ahí y trato que el otro pueda recibir el amor de Dios como lo recibí yo”, dijo. Tenía 14 años entonces cuando descubrió que su lugar era ese: cantar y toca la guitarra en la Parroquia.
Para ella, es una manera de contribuir e intentar hacer las cosas desde adentro “muchos de los que quieren cambiar las cosas de la Iglesia no participan, entonces hay que involucrarse si quieres cambiar como en cualquier ámbito”.
FORMACIÓN MUSICAL
De forma paralela a su formación espiritual, llegó la formación musical “terminé secundaria, empecé a estudiar docente y la guitarra era más versátil, la podía llevar a todos lados y podía tocar las canciones de moda, había aprendido algo en el Polivalente y con la base musical, aprendí a rascar la guitarra. Para cualquier instrumento necesitas mucho tiempo”.
Dice que tuvo a los mejores profesores. En la Escuela de Música con Daniel Virzi, Martín Larroudé y en el Polivalente con Pablo Cadierno y en coro con Laura Carabelli.
En la actualidad, además de cantar y tocar en la Iglesia, lo hace en la Orquesta de Tango y en la Big Band (jazz), violín y saxo respectivamente.
En estos 30 años trabajó con el Padre Pedro Traveset y con todos los sacerdotes hasta el presente, y sólo se ausentó unos años por el nacimiento de sus hijos. “Me gusta la misa de niños porque soy bastante payasa” ríe “hoy el chico está muy acostumbrado a las pantallas y al estímulo visual entonces tenés que trabajar mucho en eso porque no prestan atención sino mucho tiempo”.
Y dice que no es un trabajo levantarse todos los domingos para ir a cantar y tocar. “No es un trabajo, es mi encuentro semanal con Dios, si lo tomara como un trabajo no podría hacerlo. Llueva truene o haya dormido poco voy” dice y hasta se anima a comparar su pasión con la de los hombres que van a jugar la torneo Villegas a las 8 AM con frío en julio.
“Hay mucha gente –agrega- que no va a misa y a mí me transmite a Cristo, cuando voy a tocar la guitarra a un geriátrico y veo a una enfermera cuidando de esa manera a un abuelo yo lo veo a Dios y quizás ella nunca pisó una Iglesia, ser cristiano empieza por ser buena persona que cree en Dios, no quiere decir que no ir a misa no sea un buen cristiano”.
En Navidad, deja la guitarra y toca el violín. “Siempre después de la misa de Navidad alguien se acerca y te dice ‘lo que hiciste me hizo escuchar a Dios’, eso para mí es el mejor regalo, si yo pude ser el instrumento para que hayas conectado con Dios de alguna manera ya salvé todo el esfuerzo que hice, no puedo explicar con palabras esto porque lo que hace Dios no se puede explicar con palabras”.