El nombre de un Hospital Municipal y dos calles llevan el apellido Orellana. La denominación obedece a la familia de médicos de Trenque Lauquen, que t
El nombre de un Hospital Municipal y dos calles llevan el apellido Orellana. La denominación obedece a la familia de médicos de Trenque Lauquen, que tiene 4 generaciones al servicio de la salud pública. La Jubilación reciente de Raulito se suplió con la llegada de su hijo Mariano, otro cirujano de la dinastía que desde hace 118 años presta servicios en el distrito.
Los Orellana son una familia de médicos que se iniciaron con Pedro Tristán, un salteño médico del ejército que fue destinado a Trenque Lauquen cuando esta ciudad sólo tenía 14 años. Aquí conoció a María Rivas, quien sería su esposa. Decidió radicarse definitivamente en Trenque Lauquen. María Rivas era ama de casa, pero hay aquí una historia paralela también en modo hallazgo. Su tía fue la madre del Dr. Alejandro Posadas, cuyo nombre lleva un hospital en Ciudad de Buenos Aires.
Pero volvamos a lo local. Pedro T. tuvo 5 hijos: María Ester, Oscar (el padre de Pedro y abuelo de Marcelo y Laura, todos médicos), Alejandro, Adolfo y el más chico es Raúl, que fue médico y que es el padre de Raulito, como lo conocemos todos en Trenque Lauquen. Raúl, hijo más chico de Pedro T., también tiene una calle, cercana al acceso García Salinas.
Cuando en 1900 Orellana se radicó en la ciudad, vivió en la calle Uruguay entre Villegas y Roca, donde ahora está la Fiscalía, toda la familia siempre vivió ahí. “Salía a atender en carruajes” dice Raulito. En ese lugar vivió Raúl y Raulito y hasta tuvieron una clínica.
A mediados de la década del 40 se recibió y se radicó Raúl Orellana en Trenque Lauquen, el hospital ya se había designado con el nombre de su padre “porque era una persona muy querida, a pesar de ser uno de los primeros médicos no tenía plata, para poder operarse de un tumor la gente le tuvo que juntar dinero, y a mi viejo le pasó lo mismo, se fundió y la gente le juntó plata”.
Estas historias las cuenta Raulito, que hoy tiene 69 años está jubilado y acepta hablar de la tradición familiar junto a su hijo Mariano. Están hechos el uno para el otro, hablan de medicina con la pasión de un futbolero y no persiguen el rédito económico. Raulito practicó cirugías durante 40 años y si bien no le falta nada, no tiene una vida suntuosa “mi mayor capital es mi familia, mis hijos, mis nietos y el reconocimiento que me hacen los vecinos cuando me ven”.
La historia
Pero volvamos a la historia. Don Raúl llegó a mediados de los 40 e hizo una carrera de 35 años en la medicina, en coincidencia más o menos con el desembarco de su hijo Raulito a Trenque Lauquen. “Mi padre era clínico y hacía muchos partos. Tenía anotado todos los partos de Trenque Lauquen en un cuaderno que yo conservaba”. Murió a los 64 años.
Raulito llegó a La Plata en 1967 con el sueño de ser médico. Fue solo, y se hizo a los tumbos. Recuerda la convivencia con amigos de toda la vida “Carlos Amor, Jorge y Chopi Marengo y Beto Testardini, vivimos siempre juntos hasta que nos casamos y nos fuimos yendo”. 10 años después y con el título bajo el brazo se radicó en Trenque Lauquen, ingresó al Hospital el 2 de enero de 1978 y se jubiló 40 años después. En realidad, dice, comenzó con las prácticas en 1968 por lo que estuvo 50 años en ese lugar.
“A mí no me fue difícil empezar porque a mi padre y mi abuelo lo conocía todo el mundo, empecé con un apellido de médicos en una ciudad en la que nos conocíamos todos”.
“Tuve la suerte que un hijo siguiera la profesión, yo le pregunté varias veces si estaba seguro, esta es una profesión que no es sencilla, tiene muchas satisfacciones pero también muchos sinsabores, si tenés que decirle a un vecino que su hijo falleció en el quirófano no es fácil. Hay procedimientos que parecen fáciles pero se pueden complicar” y recuerda del caso de un amigo al que acompañó un fin de año en la terapia toda la noche porque su nieto se había complicado en una operación.
“El quirófano es una pasión para nosotros. Hubo operaciones en las que Trenque Lauquen fue pionero”. Destacó que hoy la medicina local está organizada y recordó con afecto a sus secretarias que le organizaron la despedida. “Mi padre me dijo jamás abandones a un necesitado, no si tiene o no plata, si te necesita. No me interesa quién es sino qué necesita. Me gustaría dejar un buen recuerdo, no sé si quiero que digan que fui un buen médico, sino que fui un buen tipo. Yo vivo bien, estamos jubilados, no me falta nada, cuando trabajé no hice una gran diferencia económica, pero mi capital más lindo es una familia con hijos, nietos, y el reconocimiento de los vecinos”.
Raulito tiene la sencillez de los grandes. No persigue tener una calle con su nombre ni un recuerdo grandilocuente. Sin embargo, es un médico que se metió en el corazón de los trenquelauquenses, que pasó por la función pública sin que nadie le pueda recriminar nada, que atendió a los pacientes con o sin recursos, y que siempre estuvo dispuesto a tender una mano. Qué más puede pedir. Mantuvo bien en alto la tradición familiar, que lleva rodando hace más de un siglo.
Mariano, el heredero
Bisabuelo, abuelo, padre e hijo. Todos médicos, todos Orellana, todo en el Hospital. Un peso demasiado grande para las espaldas de este cirujano de 30 años recientemente radicado en Trenque Lauquen.
“¿Por qué me hice médico? La disposición de la casa y la ubicación de la clínica lo explican. Vivir al lado hacía que pasara muchas horas en la clínica, las enfermeras me decían que me quedaba en el quirófano y miraba las operaciones; de grande empecé a ayudar a mi papá, y a los 15 años me decidí, mi padre no quería por la vida que llevan los médicos cuando lo aceptó se puso a llorar”.
Para su sorpresa durante su residencia en Adrogué le mencionaron a su bisabuelo Pedro T., y hasta tenían una foto colgada en la pared, un apellido que trasciende fronteras. “Es un peso el apellido porque los Orellana tienen mucho prestigio, los zapatos que me dejó papá son difíciles de llevar; pero por otro lado los amigos de mi familia todos te abren las puertas y eso te facilita. Los pacientes te dicen ‘usted es el hijo del Dr. Raulito entonces estamos salvados’” ríe.
Mariano dice que los Orellana sienten la pasión por medicina y por la parte pública “a nosotros nunca nos faltó nada, no éramos pobres pero mi padre pudo haber hecho más la diferencia con la cantidad de operaciones que hizo. Muchas atenciones no las cobraba, y nunca dejó de atender a alguien por cuestiones de dinero, eso como hijo me marca mucho”. Y en el final agradece a su padre “por transmitirme la pasión”. Es noche de viernes y padre e hijo tienen una cita obligada de unas cervezas artesanales que toman todos los viernes en el mismo lugar. Seguramente hablarán de operaciones, quirófanos y pacientes, una pasión que sólo entienden los Orellana y transmiten de generación en generación.