El buque Dante Alighieri de Italia había sido botado en 1910 y cubría en la Argentina una ruta de traslado cuando el polvorín estalló en el viejo Cont
El buque Dante Alighieri de Italia había sido botado en 1910 y cubría en la Argentina una ruta de traslado cuando el polvorín estalló en el viejo Continente en 1914, dando comienzo a lo que más tarde se llamó la Primera Guerra Mundial. Como parte de la reestructuración de la fuerza, parte de su tripulación quedó en Argentina, entre ellos un cocinero, don Juan Zoppiconi, que empezó a prestar servicios en el restorán del Inmigrante.
Allí le sirvió platos a José Guazzone. Un empresario italiano que era el más importante acopiador de cereales del país, y que había invertido en la zona que hoy es Beruti, partido de Trenque Lauquen. Seducido, seguramente, por el sabor de sus comidas, el por entonces denominado “Rey del trigo” como el presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, llamaba a Guazzone, volvió a estas tierras del interior bonaerense con su cocinero. Nacía ahí el viejo almacén Zoppiconi que casi 105 años después sigue abierto y nunca cerró ni por feriado, ni vacaciones, ni por un resfrío de ninguna de las tres generaciones de la familia que estuvieron al frente durante más de un siglo.
El Almacén Zoppiconi abrió sus puertas en 1914 y es parte del patrimonio histórico y cultural de Beruti. Pasó de generación en generación y soportó inundaciones e incendios pero nunca cerró ni un día. Su actual propietario, Daniel, nieto del cocinero del Dante Alighieri, dijo que aspira a llegar a los 4 mil días ininterrumpidos con el cartel “abierto” en la puerta, y eso ocurrirá dentro de 3 años.
Cuando cumplió 100 años fue declarado patrimonio histórico por el Municipio y por la Provincia. En su interior estuvieron periodistas, políticos e historiadores, y cuando nosotros estamos haciendo esta entrevista, un grupo de guitarreros afina las cuerdas para comenzar con unos ritmos folclóricos en la tardecita del fin de semana.
El viejo almacén pasó en 1963 de Juan Zoppiconi a su hijo, Ítalo Osvaldo, fallecido recientemente; y en 1990 a Daniel, actual propietario. La dinastía se termina acá. Daniel, casado con Cristina, sólo tiene una hija que es profesional y no tiene intenciones de continuar con la historia. Pero el actual propietario tiene jóvenes 65 años y mucho hilo en el carretel. En realidad también tiene mucha historia anterior, porque este hombre campechano y de timbre de voz alta, fue custodio del General Perón, y coautor de un sinnúmero de anécdotas con el tres veces electo presidente de la Nación.
La historia
El edificio donde funciona el almacén desde hace casi 105 fue además la primera escuela pública de Beruti. Por tal motivo, se encuentra un escritorio y otros elementos de docentes que tienen más de un siglo.
“El sueño de mi padre era llegar a los 100 años del almacén y lo pudo ver. El tenía 90 años, vino el Intendente Feito ese día. Yo me propongo llegar a los 4 mil días eso ocurrirá entre los 108 y 109 años, nunca cerramos por vacaciones ni nada, desde 1905 hasta hoy con inundación o con fuego siempre abrimos. Le quiero cumplir el sueño a mi padre” dice Daniel y se le quiebra la voz.
El almacén es además un pequeño museo, porque se conservan elementos de los inicios del negocio el siglo pasado. Libretas y anotaciones. Libros contables, botellas, carteles, fotos y una enorme cantidad de cosas dignas de un museo y que atrapan a todos los visitantes de Beruti. Entre esas reliquias, Daniel apunta que tiene clientes de más de 100 años como el padre Castellaro, un cura que vivió en la ciudad y que por su obra la escuela secundaria lleva su nombre, y la escuela le sigue comprando.
Pero los Zoppiconi vienen golpeados. En el último año fallecieron los padres de Daniel y recientemente un incendio consumió todo el depósito del viejo almacén. A Daniel también le tocó bailar con la más fea en 1987 cuando el pueblo quedó bajo agua y viajaban a Trenque Lauquen a buscar mercadería sin rutas y sin caminos.
“El viejo almacén es un punto de referencia para la ciudad” dice Zoppiconi que mira el horizonte con resignación “Mi hija es profesional y no vendrá a vender papas como el padre. Acá se termina, me da tristeza porque es mi vida. Yo me crié acá. No sé si voy a ver cuando se cierre, porque será cuando yo cierre los ojos”.
Zoppiconi abre todos los días “los domingos preparo los pedidos. Un día feriado vengo igual, me levanto y vengo, si no entro acá todos los días me muero”. Dice que la ciudad está linda y que falta empleo para los más jóvenes y es una voz autorizada, porque todos los días desde hace 100 años la familia mira el desarrollo de su pueblo que está emparentado con el viejo almacén. Decir Beruti es decir Zoppiconi, una historia de juntos a la par.