Daniel Fernández va perdiendo el pelo y hace un gran esfuerzo para domesticarlos a la hora de la foto que acompañará esta nota. De pie, con la sala de
Daniel Fernández va perdiendo el pelo y hace un gran esfuerzo para domesticarlos a la hora de la foto que acompañará esta nota. De pie, con la sala de fondo y las butacas en cine, como hace 40 años cuando ensayaba esa posición en ese mismo lugar. Es que este hombre nació y se crió en un cine, respira celuloide y cintas; mira la pantalla gigante como si se mirara al espejo y tiene un sentimiento que no puede ocultar con la sala del Cine de la Sociedad Española de Tres Lomas.
Su padre alquiló esa sala y la regenteó durante años, cuando él era un niño y de pantalones cortos vendía caramelos en los pasillos de la gran sala. Se habrá imaginado alguna vez como el pequeño Salvatore en la genial película Cinema Paradiso de la década del 80, la gran obra del cine italiano, que representa una declaración de amor al séptimo arte.
Pero volvamos a Tres Lomas, a la gran sala con pantalla de 11 metros, sonido 7.1 y 3D, una tecnología impensada cuando hace casi 100 años los inmigrantes españoles que llegaron a Tres Lomas decidieron levantar ese edificio. La sala se inauguró en 1926, y tiene un complejo sistema que permite levantar el piso y convertirla en una sala de baile, eran otros tiempos, los hábitos de las sociedades eran distintos. Sin embargo, 100 años después está Fernández sosteniendo el sueño de aquellos pioneros.
“La Sociedad Española es la entidad más antigua de la ciudad. Un par de tipos que no tenían dónde ir dijeron vamos a hacer una sala y en un año lo construyeron, dieron una película, levantaron el piso y lo usaron como salón de baile. Para la época era muy moderno”.
“Hoy es difícil mantenerlo porque cambiaron los tiempos y el país es distinto. Es difícil sostenerlo como negocio, porque la gente tiene otro tipo de salidas y divertimentos, en el último tiempo lo podíamos llevar adelante porque los costos no eran altos, hoy algunas cosas se complicaron como la calefacción, que hace muy costoso abrir al sala”.
Luis Campodónico es el presidente de la Sociedad Italiana de Salliqueló, desde hace 10 años. Esa entidad tiene un cine, que también está cerca de soplar las 100 velitas, una odisea de estos tiempos, aunque no siempre estuvo de puertas abiertas. Cuenta que en la década del 80 decidieron bajar las persianas y que recién en 2007 volvió con todo, de la mano de esta comisión directiva.
“Empezamos con el arreglo de un proyector a cinta como era antes y arreglando el equipo de sonido y estuvimos así hasta el 2015 cuando se terminó la cinta y empezó la digitalización. Estuvimos parados un tiempo hasta que compramos un equipo nuevo, tuvimos que desprendernos de una propiedad para esa adquisición e hicimos varias inversiones”, relata Campodónico.
“¿Cómo funciona el cine?, bueno las vacaciones de invierno y la proyección de varias películas argentinas taquilleras hicieron que la nueva etapa fuera muy buena. Pretendíamos 300 espectadores mensuales y estamos en 300 semanales así que arrancamos muy bien. Estamos dentro del circuito comercial que ahora permite que todos los cines estén con los estrenos de manera simultánea”.
Pocas salas
Los casos de Salliqueló y 3 Lomas son de los más emblemáticos, porque sostienen salas de antaño en pequeñas ciudades y sin la participación del Estado. Otro caso, aunque a una escala mayor es el cine Barrio Alegre de Trenque Lauquen, que funciona en una ciudad con 50 mil habitantes. Después no hay muchos más casos en la región cercana con estas características de cines de entidades o clubes.
En Tres Lomas, y ante las dificultades económicas un grupo de vecinos lanzó un bono contribución que permite el sostenimiento porque hay gastos fijos de servicios, seguros, y otros que no se pueden reducir. “En el país hay 50 salas INCA, nosotros somos una, tenemos una sala de alto contenido tecnológico es como estar en Buenos Aires” dice Fernández y muestra orgulloso el trabajo realizado, que no es poco. El cine que abrió hace casi 100 años conoció del esplendor y del ocaso. En la década del 80 cerró, estuvo abandonado y la sala inundada; él y un grupo de colaboradores la restauraron a mano, cambiaron las butacas y pusieron todo en condiciones. Hace 10 años volvieron a abrir “porque es un espacio de mucha historia es un cine de pueblo que le da la posibilidad a mucha gente, a muchos chicos que no tienen la posibilidad de viajar, a ver una película en 3D como si estuvieran en Buenos Aires”.
Fin social
Fernández pide “que no se pierda esto en los pueblos, porque hay mucha gente que no puede viajar y tener esto a la vuelta de la esquina no se puede perder, en tiempos complicados hay que sostenerlo porque siempre todo cambia y vamos a tener la posibilidad siempre de abrir para 5 personas o para 300, eso es lo que quiero que el cine esté abierto porque la gente disfruta, sobre todo los chicos”.
La sala de Salliqueló tiene una capacidad de 420 butacas “son muy viejas y no nos da el cuero para mejorarlas porque son precios muy costosos, tenemos como objetivo ir mejorando todo eso pero lamentablemente con lo que se saca no se puede, lo nuestro tiene más un fin social que económico”, dice Campodónico.
El médico que preside a la entidad italiana, sabe que son tiempos de Nétflix y otras salidas que conspiran contra el séptimo arte. “Nosotros ya sabemos cómo es esto y además que en el pueblo hay otras salidas para que la gente vaya también; lo que pretendemos es que la gente tenga un lugar de diversión que lo pase lo mejor posible”.