Javier Reynoso a fondo en una entrevista con La Tecla: su vida, la política y los años de estudiante universitario

Javier Reynoso a fondo en una entrevista con La Tecla: su vida, la política y los años de estudiante universitario

Con el relato del jefe comunal de Rivadavia es posible imaginarse en las cabalgatas Cándido Mansilla, famosas en su municipio por evocar las tradicio

Con el relato del jefe comunal de Rivadavia es posible imaginarse en las cabalgatas Cándido Mansilla, famosas en su municipio por evocar las tradiciones de campo. Además, cuenta con gran alegría y añoranza su época de estudiante en la Ciudad de La Plata, y la difícil situación económica que tuvo que transitar su familia por ese entonces.

Javier Reynoso es el jefe comunal de Rivadavia. Con su relato, es posible imaginar cada detalle de las cabalgatas Cándido Mansilla que, cada 30 de septiembre permiten que los vecinos recorran la localidad y comer ricas comidas de campo. También habló sobre su época de estudiante en La Plata, las responsabilidades que fue transitado y su implicancia política, entre otras.

– Tenés cuatro hijos, ¿Cómo se llaman, cuáles son sus edades?

-Julián es el más grande, tiene 15 años. Lo siguen los mellizos, un varón y una mujer, Ana y Joaquín, que tienen 11, y la más chiquita tiene 10 y se llama Ema.

– ¿Cómo los describirías?

-El más grande, por esa catarata de hermanos que tuvo cuando era chiquito es muy maduro, serio, creo que tuvo que madurar de golpe. Es muy racional, tiene 15 años pero tenemos diálogos muy lindos, muy adultos en los planteos, es muy calmo también.

Los mellizos, como todos los que son del medio y además al ser dos, son lo más revoltosos, pero cada uno de ellos tiene un perfil totalmente distinto, tienen personalidades muy fuertes y no tienen dependencia uno de otro, tiene cada uno su personalidad.

La más chica es casi trilliza, porque se lleva 11 meses con los mellizos, así que es la más bebotona pero son casi trillizos. Es la más dulce, la más consentida por ser la más chica pero la más dulce en el trato. Tiene un carácter fuerte cuando la molestan porque tuvo que sobrevivir como todos los más chicos de familia numerosa, yo también lo soy, así que la entiendo. Hay mucho de ropa heredada.

Siempre pensé en una familia numerosa, porque como decía Facundo Cabral, «la familia es la miseria en cooperativa» pero también es un lugar de contención, un grupo de hermanos que tienen competencia sana, todo hay que compartirlo, organizarlo y demás. Eso me gusta de ellos, son muy unidos en ese sentido, están muy pendientes unos del otro.

– ¿Vos con tus hermanos también tenías ese vínculo tan estrecho?

-Lo sigo teniendo. Gracias a dios mis hermanos están acá. Tengo dos hermanos varones y una mujer. Con mis hermanos varones tengo una diferencia de 6, 7 años, y ellos se llevan un año entre sí, en cambio con mi hermana nos llevamos un año, estamos como en dos tandas, somos más compinches por edad con mi hermana, pero con todos tengo una relación muy fluida, somos muy unidos. Los domingos nos juntamos a comer en los de nuestros viejos.

– ¿Tus hijos y tus sobrinos también?

-Sí, somos una bandada. Ahora por la pandemia tenemos que hacerlo en tandas, ahora se ha roto un poco, pero sí. En fechas especiales nos juntamos, inclusive en la adversidad uno sabe que cuenta con ellos siempre.

– ¿Vos cabalgas?

-No, en realidad no soy un gaucho (risas). Hago cabalgatas, es una característica de nuestro distrito. Hay una cabalgata muy grande que se realiza en el municipio, con una comisión de vecinos a los que les gustan los caballos, y recorremos todo el distrito haciendo noche en cada una de las localidades, tenemos cuatro localidades más que América.

Me gusta la cultura guacha pero muy de afuera, no soy de campo, pero siempre me gustó de joven, sigo escuchando a (José) Larralde, me gusta el pallador sureño, la cultura del hombre de campo, y sobre todo lo que me gusta y disfrutamos como comunidad de la cabalgata es la integración que se da.

Se dan cosas maravillosas, el caballo tiene eso, vas al tranco y charlando con distintas personas de distintas clases sociales, inclusive hay gente que trabaja en el campo que se toma vacaciones para hacer la cabalgata, es decir, que se toma vacaciones para hacer lo mismo que hace todo el año, que es andar a caballo.

Lo lindo es que quien menos tiene en lo económico es el más rico en conocimientos sobre el caballo, esas personas en general son los capataces de marcha, así se llaman, son quienes coordinan y ayudan a cada uno en las contingencias que se dan en la cabalgata.

Son alrededor de 400 caballos, sulkys. Se hace un fogón en cada localidad, y esperan ese momento. Tratamos de evocar a los reyeros, era gente que tenía que ir de acá a 500 km arriando, tardaban días. No había camiones, por arreo llevaban los novillos u otros animales al mercado, y la cabalgata lleva el nombre del último arrero que falleció hace unos años, que es Cándido Mansilla. Se trata de evocar eso, y de alguna forma cada vez se juntan más jóvenes, se está haciendo cada vez más regional, es un momento que disfruto mucho.

Las últimas cabalgatas las hice en sulky, las primeras a caballo, porque el cuerpo no da para tanto.

– Es todo un entrenamiento andar a caballo

-Sí, además son alrededor de cuatro días, cerca de 400 km. Hay mucha crema, Hipoglos, calza, sobre todo para los que no estamos acostumbrados (risas). Algunos tramos los hago a caballo y obviamente que todos los días es complejo, pero es un cansancio lindo, vas por los caminos rurales, no hay señal de celular o muy poca, así que uno desenchufa bastante y conectas, y sobre todo disfrutás de la charla noble con los vecinos.

– Además del fogón, ¿Qué ritual acompaña a las cabalgatas?

-Hay un fogón cada noche en cada localidad, que se hace en un club o similar. Obviamente que hay buenos asados y la comida bien gaucha, bailes, gitarreada. Hay que ir regulando porque a veces pasa que algunos en el primer fogón queman todas las naves y después hay que salir a las 6 de la mañana y cuesta.

Cada mediodía en cada establecimiento rural destinado por cada productor, hay una comida típica: asado con cuero, bifes al disco. Comés sentado con los vecinos, charlando. Además, una de las localidades más pequeñas, Sunblad, que tiene un almuerzo que se caracteriza por ser el más famoso porque inclusive va gente que no está participando de la cabalgata para comer ahí, y es todo el pueblo sirviendo ese momento. Son alrededor de 10 familias que viven en ese paraje, en ese mediodía se da una linda guitarreada, es un momento emblemático, y sobre todo en esa zona del distrito hay jóvenes que hacen destreza a caballo y similar.

Mirándolo desde afuera, yo lo que observo es que hay una reivindicación del caballo, con una mirada proteccionista. Si uno conoce la relación del gaucho o el hombre de campo con su animal, entiende que esos días se les da la mayor protección, ni siquiera está permitido llevar rebenque. Inclusive nosotros llevamos una ambulancia, un trailer para los animales que pueden estar pisando mal, van veterinarios. Hay mucho cariño a los caballos, yo reivindico mucho eso, porque en nuestras zonas, en las que fue cambiando la producción agropecuaria a agraria, o donde llegó el cuatriciclo, la moto y demás que reemplazaron al caballo, en este tipo de eventos en donde se da juego de riendas, da la posibilidad también de que el caballo subsista, porque en muchos casos empezó a desaparecer de los campos. Eso también es un valor que queremos mostrar, invitamos a todos.

Las cabalgatas son cerca de los 30 de septiembre, se termina ingresando a América el 30 de septiembre, que es el aniversario del distrito, y se recorren las calles del distrito, es un escenario muy lindo, se disfruta mucho.

– Y es una buena época, climáticamente hablando

-Sí, tal cual. Nos han tocado días medio fuleros, pero generalmente el clima nos da una mano y se llega con sol. Es muy lindo.

– Y a vos particularmente ¿Te gusta hacer asados?

-Sí, a mí me gusta cocinar. Me quedó de mi época de estudiante, me gusta juntarme con un grupo de amigos y cocinar, es terapia. Hoy, en los momentos que puedo cocino en casa, y también disfruto de hacer el asado, es un momento de terapia, cocinar salado me gusta, la cocina gaucha, es decir asado, y toda la rama de guisos, que es la verdadera comida gaucha, que era la que se comía en los boliches o pulperías porque el asado era del dueño de la estancia, por eso los guisos, el locro, tienen mucho de garrón, de los cortes más baratos. Mi especialidad, y la que más le gusta a mi familia, es comer guiso de lentejas, que le metemos de todo, y más en esta época, en verano es dietético por lo que transpirás comiéndolo (risas).

– Lo bueno del guiso es que se amolda a lo que tenés, porque podés hacer guiso con cualquier cosa.

-Tal cual, en la época de estudiante hacíamos guiso todo el tiempo, rissotto y todo ese tipo de comidas. Me gusta mucho ese tipo de comidas y cocinar a fuego de leña, todo lo que es disco, plancheta o incluso la misma olla de fundición para cocinar, porque tiene otro atractivo, vas manteniendo el fuego, es más lindo y siempre le queda un gustito a leña al guiso.

– Contame un poco más sobre tu época de estudiante

-Mi papá es pintor, en realidad decorador, pero ser decorador en la década del ´70 era difícil, más en el interior, así que él siempre se destacó por la pintura, la colocación de alfombrados, empapelado. Fui el único de mi familia que pudo irse a estudiar a La Plata, muy ayudado por todos mis hermanos. Me agarró el 2001 y mis papás estaban en un momento difícil, tuvieron que vender la casa, pero siempre sentí el apoyo, nunca me dijeron que tenía que volver, apostaron a mí y eso siempre lo sentí como una gran responsabilidad, así que mucho de lo que soy se lo debo a mi familia.

Me fui a vivir con cuatro chicos de acá, pagábamos el alquiler entre todos. Yo siempre digo que soy Mecánico rural porque hice la escuela técnica acá y fui a estudiar abogacía allá. En ese momento, la única persona que anotaba como a cuatro mil personas por día levantó la cabeza cuando le dije que era Técnico mecánico.

Los chicos se iban a estudiar a La Plata Ingeniería Mecánica, algo más acorde a lo que habíamos estudiado previamente. Cuando estábamos allá, todavía éramos pocos los de Rivadavia, entonces nos juntábamos, y de ahí surgió construir un centro de estudiantes. En aquel momento tuvimos ayuda de todos y tratamos de trabajar entre todos. Logramos tener dos casas para 50 chicos de Rivadavia que pudieran estudiar en La Plata.

De alguna forma, ponderando esa oportunidad que nos habían dado a nosotros de poder estudiar, y hoy gracias a dios en la gestión sigo trabajando en lo mismo, tenemos un centro de estudios superiores que el año pasado logró ser sede de la UBA en Agronomía, es poder traer la montaña a Mahoma, porque nosotros siempre teníamos que viajar para estudiar y hay mucho desarraigo.

Disfruté mucho de esa etapa de estudiante, creo que es la mejor etapa de la vida. Uno aprende a disfrutar y valorar de las pequeñas cosas, como comprar un paquete de salchichas a la tarde y hacerte unos panchos, que es la gloria (risas). Relaciono esos momentos con lo que a veces dicen nuestros mayores sobre el servicio militar. No le veo al servicio militar algo positivo, sólo ese clic donde uno empieza a ser adulto, que se va de su casa y empieza a resolver cosas por sí mismo, eso creo que es una gran experiencia de vida más allá del estudio.

Después, lo que da la ciudad de La Plata es que te relacionás con chicos de todo el país y compartís valores, encuentros, la verdad es que no hay nada negativo que pueda ver por más que nos tocaran tiempos difíciles.

– ¿Y te hiciste hincha de algún equipo de La Plata?

-Sí, soy hincha de Gimnasia. En Rivadavia era hincha de Boca porque acá llegaba solamente El Gráfico y no figuraban los equipos más chicos de esa época. Cuando llegué allá (La Plata) era fanático del Beto Márcico, justo pasó a Gimnasia así que me hice hincha. Mi señora también es de Gimansia, es la utopía, todo lo contrario de la política: tiene mucho pueblo, mucha pasión, nos faltan algunos cargos, pero todo lo otro lo tiene.

– Me contabas que viviste una época difícil allá por los 2000.

-Sí, cuando hablo del 2001, acá (en Rivadavia) en el 2002 hubo una inundación muy grande donde se planteaba que todos iban a tener que irse, porque se planteaban diez años de mucha dificultad en lo que era una economía agropecuaria, y después pudo resurgir. Lo que en un momento era un desastre, fue humedad y más tarde una bendición.

Si bien yo no tuve una militancia tradicional en un partido, siempre fui activo en las asambleas de la universidad, en los movimientos que se daban en el 2001 con distintas marchas. Siempre tuve una militancia con instituciones más intermedias, por ejemplo lo del centro de estudiantes, nosotros creamos el CEPRI. Mis papás siempre son de estar en instituciones intermedias también, tengo más de esa militancia, de trabajo comunitario. Mi mamá hace años que es presidenta de la LIPOLCC, la Liga Popular de Derechos contra el Cáncer en la sede de acá, y en algún momento todas las personas de acá tenían que viajar a La Plata porque en Rivadavia no había tratamientos oncológicos, y mi misión allá era recibirlos, eran familias que tenían que quedarse mucho tiempo, hacerle algunos trámites.

La sede de LIPOLLC está cerca de Plaza Moreno, y había familias que se tenían que quedar en esa casa por meses hasta que estuviera el tratamiento, y poder ir y hablar con ellos era una compañía, los ayudaba con trámites y eso me llevaba a recorrer bancos de droga en el Ministerio, algunos trámites en el San Martín para ir a buscar medicamentos, siempre trabajaba en eso. Mi papá siempre estuvo en distintas instituciones, en la Sociedad Italiana, la Cooperativa Eléctrica, un montón de otras.

– Imagino que eso también te hizo crecer de golpe.

-Sí, me encontraba en lugares de decisión. Por ejemplo, cuando teníamos la estructura de dos casas que eran alquiladas, una por un Senador y otra que la solventaba el Municipio, pero toda la gestión de esos 50 chicos la hacíamos nosotros, un grupo de chicos de 20 años tratando de gestionar eso, desde problemas de convivencia hasta tratar de reparar la casa, de hacer eventos, fiestas para solventar. Son un montón de decisiones que me encontraba tomando y administrando, muchas veces administrando miseria, porque era muy difícil todo. Eso me dio mucha gestión, aprendí que movilizándose, con un objetivo, formando equipos, se puede ir siempre para adelante.

– ¿Por qué se te dio por estudiar Derecho, contra la corriente de todo el resto de chicos que en ese momento fue también a estudiar a La Plata junto con vos?

-Por un error que generalmente uno comete en la secundaria, de decidir en base a lo que nos gusta estudiar y no a lo que nos gustaría trabajar. Le debe pasar a muchos ingenieros cuando tienen la primera obra y tienen más de contratos, proveedores, contratos, recursos humanos y manejo de personal que de análisis matématico y estructuras.

Sí estaba claro que me gustaban las ciencias sociales. De hecho fui a estudiar escribanía, y cuando vi lo que era dije «No me veo nunca haciendo siempre lo mismo», tengo un perfil creativo, para nada administrativo.

El otro día me tocó explicar qué es el derecho en el colegio de los mellizos. En la escuela preguntaban qué hace un abogado, y encontré una metáfora que me parece que es la más acertada, que es «Cuando se corta la luz -acá en Rivadavia se corta la luz seguido- aparecen los juegos de mesa: El Juego de la Vida, el Estanciero, y otros. El abogado es quien lee el reglamento de esos juegos, los demás juegan».

Creo que me entendieron cuando se los expliqué, y sino por lo menos asintieron (risas). Era la única forma de explicarlo, ¿Qué les puedo decir sino de los abogados?, sería todo malo (risas), así por lo menos encontré una forma amigable.

Nunca ejercí puntualmente abogacía, tuve pasantías y trabajé en La Plata, pero nunca ejercí, siempre estuve en lo público, y sí sé que me sirve la Abogacía para eso: entender, resolver y sobre todo encontrar en las reglas de juego soluciones que por ahí serían más difíciles de encontrar, además del pensamiento sistémico que tienen las normas.

Apenas me recibí, me convocó el intendente para ser Secretario de gobierno, entré al puesto teñido de rubio y con las cejas rubias, me vine de vacaciones de invierno y entré en 2005 y ahí arranqué. Fui diez años Secretario de gobierno, Sergio Buil era un gran intendente, cambió el destino del distrito, aprendí muchísimo con él. Un día, sin internas, él decidió dejar de ser intendente y llegar a diputado nacional. En ese momento, dijeron que el primer voluntario diera un paso adelante y nadie se animó, porque era muy buena la figura del intendente, todos dieron un paso atrás y quedé yo, por eso no hubo internas, la transición fue muy tranquila, hoy estoy tratando de darle mi propio perfil a la gestión, pero es con los mismos valores que Sergio Buil.

-Es bueno haber tenido la experiencia de una transición tranquila.

-Sí. Nuestro partido se llama Rivadavia Primero, es una agrupación municipal que está dentro de la alianza de Juntos por el Cambio, pero se produjo antes de Juntos por el Cambio, lleva años. Venimos todos de extractos políticos distintos, yo no tengo una pertenencia a los partidos políticos tradicionales, mi pensamiento es socialista, progresista, pero nunca milité en el partido, sí en Rivadavia Primero (RP). El Presidente del Concejo de la Coalición Cívica sí estuvo dentro de RP con una convivencia muy buena justamente por el lema del partido.

Este año estamos viendo qué hacer, pero solemos hacer una conformación de lista por grillas, donde vota la comunidad al estilo de boleta única, donde marcan su voto, y como queda esa grilla, queda la lista. Es una construcción que puede darse en estos lugares, pero que también tiene mucha participación y una impronta propia del partido, es muy democrático. Soy fanático de RP en ese sentido, me gustaría que algún día la política pudiera llegar a esa forma de no armar una lista en cuatro paredes, sino de consultar a su militancia para decidir.

– Y con la gente que constituye Juntos por el Cambio, por ejemplo los intendentes de la Región, ¿Hay grupo de Whatsapp para comunicarse?

-Sí, tenemos grupo de Whatsapp de la Sección Cuarta, porque es con quien más cercanía tenemos. Es bastante equilibrado el esquema, y lo bueno de ese grupo es que somos de diferentes extracciones políticas, con una cercanía por Juntos por el Cambio, pero hay intendentes radicales, del PRO. Es muy sano tener un ámbito hasta de catarsis, a veces es muy difícil generar la empatía de estar en este lugar, las dificultades que existen, y encontrar un ámbito de consulta, empático desde el punto de vista de que todos estamos pasando por períodos similares, es muy sano, de consulta con pares que a veces es difícil cuando estás lejos de «la rosca» que por ejemplo pasa en La Plata.

– Pero es un grupo más bien formal ¿cierto?

-Hay un poco de todo. Hay catarsis, hay chistes, como en todo grupo. No al nivel del grupo de Whatsapp con mis amigos, por ejemplo yo tengo uno que se llama «Los vagos», es otra historia, son mis amigos de toda la vida con los que me reúno todos los jueves a comer asado, del jardín. Es un bálsamo, ahí no hablamos de política.