Las manos se cruzan desde un lugar a otro, los dedos dibujan movimientos pacientes y prolijos que a su paso van dando forma a esos hilos finos que se
Las manos se cruzan desde un lugar a otro, los dedos dibujan movimientos pacientes y prolijos que a su paso van dando forma a esos hilos finos que se van uniendo y dibujando en la urdimbre, creando símbolos que son palabras, que son apelaciones a nuestro pasado ancestral al origen latinoamericano.
Es la obra que moldean las manos de Olga Berna Nasca, una artista todo terreno de Pellegrini, capaz de extraer melodías del viejo piano, moldear una pieza de estilo precolombina en arcilla, crear un mural con técnicas del mosaiquismo o confeccionar una faja con telar mapuche o pampa. Los hilos que va anudando, quizás también representan eso: ese complejo mosaico creativo que es su vida dedicada al arte, tanto que un programa de Canal 9 recientemente se interesó en su vida y le hizo una entrevista.
Su técnica fue reconocida también por el Fondo Nacional de las Artes que la distinguió con un primer y segundo premio de dos concursos realizados y le adquirió una obra que quedó en el patrimonio de ese lugar. A lo largo de los últimos años, paseó su obra por exposiciones y concursos de distintos lugares del país, convirtiéndose en una referente ineludible del ambiente, que hasta le confeccionó una pieza a la gobernadora María Eugenia Vidal, a pedido del Municipio durante una visita institucional a Pellegrini.
Pero a pesar de toda esta presentación, el telar en la vida de Olga “La Negra” Berna, como le dicen en Pellegrini, llegó en el último tiempo, cuando esta profesora de piano decidió retirarse de la música y darle rienda suelta a otras facetas del arte. Durante 25 años ejerció la docencia musical, del piano, que aprendió a tocar a los 6 años cuando inició clases en Pellegrini y culminó en Trenque Lauquen, de la mano de Marisa Mestre.
No sabe por qué apareció en su vida el piano. No viene de una familia de músicos, pero a los 6 años comenzó a tomar clases. “Luego de dar clases de piano durante 25 años me pregunté por dónde canalizar la inquietud por el arte y empecé a hacer telar, pinturas, mosaiquismo y otras cosas”, le dice Olga a OESTE BA en una entrevista al pie de una estufa de leña que irradia un calor abrazador y en un lugar de ensueño, sobre el que volveremos más tarde.
En esa búsqueda post piano, se inscribió en un taller municipal que enseñaba el telar para principiantes, el telar de mesa y después “le fui buscando un poco más, aprender un poco más y avanzar”. Le siguió el telar Mapuche y luego con el Pampa, el más difícil, con el que finalmente se quedó.
“La urdimbre del Mapuche y el Pampa son bastante similares, pero el Pampa es mucho más complejo”. Ella trabaja en piezas como la faja del gaucho que consiste en una obra de entre 7 y 10 cms de acho y 2,60 mts de largo y también hace lonjas para cintos siguiendo un dibujo tradicionalista.
“El telar me dio muchas satisfacciones porque tuve la suerte de poder concursar en lugares importantes como el Fondo Nacional de Artes y tuve la suerte de obtener el segundo premio y al año siente obtuve el primero, esa pieza quedó para allí como patrimonio nacional y para mi es un orgullo”, señala la artista.
Siempre el arte
En todo momento destaca que el aprendizaje surgió de un taller municipal, para señalar la importancia de estas clases y considera que el ejercicio de este arte “es terapéutico. El proceso lleva unos dos centímetros por hora; a veces estoy trabajando y miro por la ventana y es de noche se me pasa el día”.
Estuvo en el Concurso Barlovento, en la Exposición Rural de Buenos Aires durante 5 años, en exposiciones en el sur, en Tandil y en distintos lugares del país. No sólo la gobernadora tiene una pieza suya, también al músico Jairo le regalaron una durante su visita a Pellegrini. “Lo hago porque me da placer pero si surge la oportunidad de vender una pieza lo hago”.
Como si no tuviera límites para la creación, Olga Berna inició de manera paralela otras pasiones culturales: mosaiquismo y arte precolombino.
“Con las profesoras Piñeiro y Domínguez comenzamos con cerámica precolombina y realizamos varias piezas” y luego también se subió a la tendencia del mosaiquismo “no tenía idea de esta técnica lo vi en un lugar y me gustó, descubrí muchas cosas que se pueden hacer”, aquí destacó a su profesora María Luján Martino.
“Hay muchas cosas para hacer en el arte y a mi me gusta todo, siempre digo esto es lo último que voy a aprender y luego me meto en algo más”.
Olga está casada con Horacio Fequino y es madre de dos hijos Mariano y Fernando. Actualmente habita en el sector quintas de Pellegrini, en un lugar histórico, una casa centenaria que fue un gran monte frutal y vivero de 28 hectáreas en los primeros años de la ciudad, en el que había más de 1000 plantas con las que abastecían de frutas y verduras al distrito y vendían a toda la región.
Los Fequino, contaron, llegaron en 1911 provenientes de Francia, convocados por el gran paisajista thays para hacer el trabajo en una de las estancias más emblemáticas del país, “Huetén” en el partido de 25 de Mayo. El padre de Horacio, se radicó en Pellegrini atraído por el trabajo de forestación y paisajismo, y se instaló en la quinta donde hacemos esta entrevista, donde se respira historia y arte en cada rincón”.