Dura carta del diario La Opinión: “La crisis económica viene a darnos un ultimátum como Pyme y medio de comunicación”

Dura carta del diario La Opinión: “La crisis económica viene a darnos un ultimátum como Pyme y medio de comunicación”

En un escrito publicado en su edición de ayer el centenario medio gráfico local y regional advierte de la gravísima situación que atraviesa. “La pand

En un escrito publicado en su edición de ayer el centenario medio gráfico local y regional advierte de la gravísima situación que atraviesa. “La pandemia viene a acelerar el proceso sobre la base de no ser siquiera merecedores de atención real de parte del Estado”, escribieron sus directivos.

Este es el texto firmado por Mariela Nazar, directora de La Opinión: “Hoy vivimos una etapa disruptiva, nada parece ser como aprendimos durante nuestra existencia.

La tecnología ha permitido el florecimiento de nuevos formatos comunicacionales con mínimos recursos (en la mayoría de los casos emprendimientos unipersonales),que sumado al mercadeo “en negro” a través de plataformas virtuales, -escritas y audiovisuales-, la falta de regulación en cuanto a circulación de contenidos digitales y la proliferación de medios radiofónicos sin licencia, han provocado una caída significativa de la circulación de diarios.

La competencia es infinita. Nos disputamos la atención y el tiempo libre del lector con portales, blogs, redes sociales, podcasts e infinidad de formatos al alcance del celular.

Este formato de competencia desleal no afecta solamente a la venta de ejemplares cuyo precio de tapa versus la gratuidad de estas alternativas impone una barrera infranqueable a la competencia por el mercado lector, sino también a uno de los recursos económicos más importantes de las empresas periodísticas como es la publicidad, ofreciendo sus espacios a precios que no deben soportar los pesados costos que imponen las estructuras empresarias.

 No es periodismo

En el caso de las redes sociales, activan una suerte de “periodismo ciudadano” en el marco del cual, con el único recurso de poseer un teléfono celular con acceso a internet, los usuarios nos sentimos intérpretes calificados de cuanto sucede. Opinamos, discutimos, confrontamos y apostrofamos con pretensión de verdad de todos los temas, calificando y descalificando sobre la única base de nuestras propias sensaciones o intereses. Esas calificaciones podrán, por lo tanto, cambiar rápidamente apenas cambien esas sensaciones o la afectación de intereses personales que le dieron origen. Está muy bien que esto suceda y, al fin de cuentas, no importa si está bien o mal a fuerza de ser inevitable. Pero no es periodismo.

 Cazar en el gallinero

De tal modo, las empresas formalmente constituidas abocadas a la producción de contenidos periodísticos, se transforman en proveedores gratuitos de esa información a favor de su propia competencia. Y por si fuera poco, son sujetos recurrentes de intimaciones, multas y otras calamidades. Nadie sanciona, paradójicamente, a quien “no existe” empresarialmente, a quien no tiene registrado empleados.

De esta manera, comenzó para los diarios una verdadera catástrofe económica que viene a sumarse al desconocimiento de parte del Estado de la calidad de “producto cultural” que, sin discusiones posibles, es un diario.

Los dictados de las políticas económicas globalizadas, arrojaron a los diarios a luchar sin armas dentro de las leyes del mercado. El resultado no pudo ser otro que el comienzo de los grandes endeudamientos, paliados por salidas coyunturales que, sin embargo, no han logrado resolver los problemas de fondo.

Sin acceso al crédito, en el marco de una presión impositiva y previsional que aumentó los costos de producción y con caída sin solución de continuidad de los ingresos, los administradores privilegiaron el pago de salarios e insumos acumulando endeudamiento impositivo y previsional.

Perspectivas

Frente a este cuadro de situación descripto, que sólo contempla algunos de los múltiples problemas que sufren las empresas periodísticas pyme editoras de diarios, su propio futuro está severamente amenazado.

De subsistir las actuales condiciones y de no lograrse la implementación de medidas y normativas protectoras de la actividad, todas estas empresas son en la actualidad absolutamente inviables.

Lentamente, superando numerosas crisis con el recurso siempre a mano de la liquidación de activos personales de los titulares de esos emprendimientos, se ha llegado al final de un camino sin retorno que es preciso enunciar con claridad. Para también poder preguntarnos con claridad y obtener respuestas sinceras a los siguientes enunciados:

♦ ¿Sigue considerando el Estado y sus actuales administradores que nuestras empresas son necesarias en las comunidades que atienden?

♦ ¿Son los diarios pequeños y medianos aún imprescindibles como sustento de los valores democráticos?

♦ ¿Es lo mismo una comunidad con diarios que sin ellos?

♦ ¿Hay que enrolarse definitivamente en las fórmulas comunicacionales que plantean los desarrollos tecnológicos y “dejar morir” también definitivamente a los diarios papel porque, sencillamente, su tiempo ya pasó?

♦ Muertos los diarios, ¿quién se ocupará de la generación de aquellos contenidos periodísticos de fondo, de la cobertura de la noticia no urgente, de la promoción de valores culturales, de darle visibilidad a desarrollos comunitarios que nunca serán objeto de tratamiento de medios sólo movidos por lo urgente y lo impactante?

♦ En un universo comunicacional enrarecido por la profusión de informaciones, en el que las redes sociales participan con potencia arrasadora y en el que, irresponsablemente, prolifera la noticia falsa, ¿quién ocupará el lugar de validador de la noticia que actualmente ejercen los diarios sobre la base de credibilidad, marca y trayectoria?♦

En la respuesta que obtenga este puñado de preguntas y varias más que, por cierto, podrían formularse, encontraremos los motivos filosóficos y políticos que justifican las soluciones”.